¿Todas las ciudades serán iguales en sus parámetros medidas de aburrimiento, limitaciones y de huecos sin solución entre tú y lo que ofrece el espacio urbano que te vio nacer y crecer y te verá morir?

Lo confieso. Muchas veces he deseado la fumigación instantánea de los deliverys, de las guagüitas que “compran todo lo viejo” y de los camiones de basura con la sordina más estruendosa del universo y sus esquinas.

¿Serán iguales todas las ciudades ? A veces creo que sí, con sus diferencias, y otras veces aseguro que la Gran Ciudad Primada Bastarda, es la meca mundial del bocinazo inoportuno y abusador

Santo Domingo, en medio del Caribe, es lo amorfo ruidoso. Lo inesperado con olor a quemado. La tensión de los tapones a las 5 de la tarde disparando morteros de ansiedad. Ganas de matar. Quinientos y pico de años después esta hiper obesa vecindad, es una viuda malhumorada e insoportable.

Llega el sábado en la tarde y para alguien como yo, lo ofertado es más de lo mismo. Ya terminé los últimos sorbos de la novela Simone de Eduardo Lalo y ahora toca salir a la calle. ¿Hacia dónde?

¿La Zona? Hay otros lugares menos humanos y ostentosos. Claro, allí, no eres bienvenido o no eres lo suficientemente tolerante para aceptar miradas asombradas y esquivas. Nadie te conoce. Nadie quiere extraño en sus madrigueras.

Hay una edad en la que no cabes en ningún sitio. Ni siquiera en la Librería Cuesta. Los espacios se achican y el dinero también, sobre todo, el dinero.

Lo amorfo ruidoso e inesperado con olor a quemado. La Gran Ciudad Primada y Bastarda, a mitad del Caribe, sin otro interés que flotar en medio de la mar.

Todo lo anterior escrito por quien suscribe, se evaporara en breves segundos. Habrá que ir al Parque de Los Poetas, al Pellerano & Julia de Burgos. Habrá que escapar por dos horas de los deliverys y del rugido atroz del carrito del popi sin cerebro que cada tarde del sábado, a las dos en punto, pasa por mi calle a masacrar tímpanos y a triturar el invaluable silencio.