Los efectos colaterales de la guerra de Vietnam en la política interna de los Estados Unidos empujaron a millones a repudiar las guerras imperialistas en la década de los años setenta. Asediada por la violencia de las bandas racistas en los estados sureños, la segregación racial y la pobreza en todo el territorio estadounidense, la comunidad afro-americana fue uno de los sectores de la población donde el sentimiento anti-guerra no tardó mucho en manifestarse.
Lo cierto es que sin el legado político de las generaciones pasadas las manifestaciones anti-guerra no hubieran tomado tanto impulso. En ese marco se inscribía la histórica sentencia legal de la Corte Suprema de los Estados Unidos de 1954 que dictaminó la inconstitucionalidad del sistema de segregación racial en las escuelas públicas. Como consecuencia de esta irrefutable victoria, se crearon y consolidaron herramientas de lucha, es decir, estructuras organizativas para discutir y poner en marcha acciones políticas de concienciación y movilización.
Aun así, el sentimiento anti-guerra no irrumpió de la noche a la mañana; evolucionó con el tiempo a causa del aumento del número de soldados muertos en combate en Vietnam. Tomando esto en cuenta y partiendo desde el sentido común y los embates de la vida cotidiana, para la población afro-americana la guerra de Vietnam o cualquier otra guerra no tenía sentido en lo más mínimo. Así lo expresaba la gente trabajadora en las ciudades y en los campos, en las mismas entrañas del monstruo desde los estados sureños. Asi lo hizo Ida Mae Lawrence (residente de Rosedale, Mississippi) en un fragmento de su poema “Vietnam: un poema” publicado en la edición de julio de 1965 del periodico The Movement (El Movimiento) organo del Student Nonviolent Coordinating Committee (Comité Coordinador Estudiantil No Violento-SNCC):
“Tierra de libertad, país libre/ Entonces, ¿por qué todos los hombres negros y blancos pelean?/ Vietnam y Corea por qué no podemos ser/ Americanas(os) como el Norte y el Sur sin importar el color/¿Qué tenemos en contra de los vietnamitas? /¿Por qué los estamos combatiendo?/ ¿Quiénes son realmente los enemigos?/¿Vietnam es el enemigo o los estadounidenses somos enemigos de nosotros mismos?/Si somos iguales a los vietnamitas, ¿por qué deberíamos luchar contra ellos?/ Ellos también son pobres./Quieren libertad./ Quieren registrarse para votar./Tal vez la gente en Vietnam no pueda votar/ Al igual que nosotros.”
Liberación negra y anti-imperialismo
A sabiendas del riesgo que corrían las vidas negras, las personas afrodescendientes en los Estados Unidos participaron en todo tipo de protestas y actos de solidaridad en apoyo a Vietnam y a Santo Domingo durante la agresión militar a la que estaban sujetos esos dos países a manos de Washington. En ese sentido, mujeres, niños, hombres, veteranos de guerra, obreros y personas sin trabajo (con hambre y esperanzas rotas) intelectuales, artistas y escritores, activistas de la izquierda revolucionaria, gremialistas, pacifistas y líderes religiosos afro-americanos asistieron a manifestaciones y expusieron su parecer ante la guerra de Vietnam y la intervención militar norteamericana en Santo Domingo a través de discursos, manifiestos o declaraciones así como artículos periodísticos y ensayos, en una agitada tarea de cuestionamientos a las relaciones exteriores de EE UU y el supremacismo blanco.
En resumen, ante la degradación humana, la violencia y los asesinatos políticos de activistas y líderes, la población afroamericana no tuvo miedo en expresar su desacuerdo con la política genocida y neo-colonialista de Washington y el presidente Johnson. El tiempo y el contexto político y social hicieron cada vez más claro el nexo entre la lucha por la liberación negra y el antiimperialismo en los EE UU y en el resto del mundo.
A la misma vez, como en toda lucha política y social, existían cotradicciones y diferencias respecto a tácticas y estrategias dentro del movimiento por los derechos civiles. Se podría argüir que las políticas guerreristas de Washington empujaron de cierta forma a un debate público entre activistas jóvenes y mayores del movimiento social más importante de mitad del siglo veinte. Así mismo, ese debate fue el inicio de una ruptura en torno a la postura a tomar ante la guerra, la lucha por la liberación negra y la agudización de la crisis política en los EE UU. La divergencia de opiniones era clara como se registra en las revistas afro-americanas de izquierda de la época. Un caso en particular era Black Dialogue (Dialogo Negro) publicada en San Francisco, California y fundada en 1965. Su equipo gestor reivindicaba el legado político de Malcolm X asesinado en febrero de 1965. Para ese entonces conformaban el comité editorial Arthur A. Sheridan, Aubrey Labrie, Abdul Karim, Edward S. Spriggs, Malvin Jackmon, Saadat Ahmad y Glen Miles.
En la edición de julio-agosto de 1965 de Black Dialogue aparece un artículo crítico de la política exterior estadounidense titulado “Santo Domingo: US Wins Another Battle” (Los Estados Unidos ganan otra batalla) bajo la firma de Abdul Karim. El artículo es un breve esbozo del impacto del colonialismo europeo y el imperialismo norteamericano en Quisqueya. En ese sentido, el autor examina las raíces de la dependencia socioeconómica y política de la nación caribeña. La invasión de Johnson la caracteriza como “descarada” la cual, a pesar del poderío militar, no hará desaparecer el fervor revolucionario y los deseos de transformación social encarnados en el ejemplo de la Revolución Cubana todavía en su apogeo para esa época. El artículo finaliza con la premonición de un combatiente constitucionalista entrevistado por periodistas norteamericanos: “es posible que ustedes ganen esta batalla pero ustedes perderán la guerra”.
En esa misma edición de Black Dialogue aparece un editorial titulado “Vietnam” firmado por Arthur Sheridan, director de la revista. El editorial denuncia la intervención militar en Santo Domingo así como la guerra de Vietnam desde una óptica anti-imperialista, poniendo al desnudo la división interna dentro del movimiento por los derechos civiles; por un lado estaban los sectores radicales y revolucionarios que abogaban por la transformación estructural del sistema capitalista, y por otro lado, los sectores liberales y reformistas dispuestos a sentarse en la mesa junto a las elites del poder para exigir algunas concesiones. Dentro de los dos sectores en pugna se agrupaban varias tendencias ideológicas. A fin de cuentas, lo que estaba sobre el tapete era la orientación clasista del movimiento.
Manteniendo una línea política internacionalista, el editorial critica la política imperialista Johnson y hace un llamado a la acción:
“Black Dialogue, junto con millones de otros estadounidenses, se opone enérgicamente a la presencia militar de Estados Unidos en Vietnam. Creemos que las acciones del gobierno en ese país es insensata, no es realista, es inhumana e inmoral. Creemos que las crueles e innecesarias matanzas de incontables miles de vietnamitas y cientos de soldados estadounidenses no tienen justificación, y la culpa ciertamente debe colocarse en alguna parte (¡alguien es responsable!). Creemos que en esta tragedia humana nuestro país es el villano y, por lo tanto, instamos a todas las personas negras a oponerse activamente a la acción militar continua de los EE. UU.”
Brevemente, el editorial hace un recuento de las divisiones internas del movimiento por los derechos civiles y critica las posturas conservadoras mientras expresa solidaridad con vietnamitas y dominicanos por igual:
“Hubo un tiempo en que los afroamericanos eran reacios a hablar en contra de la política exterior de los Estados Unidos (o cualquier otra cosa que no fueran los ‘derechos civiles’) —no queríamos enemistarnos con los blancos— porque, después de todo, nuestros ‘propios’ problemas aún no estaban resueltos y, por lo tanto, no deseábamos incurrir en ningún obstáculo ‘innecesario’. Pero ese tiempo ya pasó y sabemos que es nuestro deber criticar, oponernos a acciones como las que hoy practica nuestro gobierno en Vietnam y en República Dominicana.”
En el siguiente párrafo el editorial reconoce que las políticas guerreristas de Washington no benefician en nada la lucha por la liberación negra porque “no creemos que nuestra libertad pueda o deba ganarse u otorgarse a costa del pueblo de Vietnam, de la República Dominicana o del Congo o de cualquier otro lugar”. A la misma vez, tilda de hipócrita al presidente Johnson y enfatiza las contradicciones que existen al guardar silencio ante los crímenes imperialistas mientras se denuncian los crímenes racistas en los EE UU:
“Nos resulta imposible creer que el presidente Johnson, con sus discursos diciendo todo lo contrario, esté tan preocupado por los campesinos de Vietnam que enviará tropas a miles de kilómetros por todo el mundo para defender su libertad mientras aquí en casa, en Bogulusa, en Selma, en su propio estado natal de Texas, las vidas de la gente negra y su libertad están constantemente en peligro—sobre esta situación—el presidente simplemente da discursos. Además, no creemos que nuestra libertad pueda o deba ganarse u otorgarse a costa del pueblo de Vietnam, de la República Dominicana o del Congo o de cualquier otro lugar. Una vida en Vietnam o el Congo es tan valiosa como una vida en Selma o en Bogulusa. Y, después de todo, ¿de qué sirven todos los derechos civiles en el mundo si el mundo va a ser destruido? Destrucción—destrucción total, creemos que es el resultado lógico de nuestra postura militar (escala) en Vietnam.”
En este penúltimo párrafo el equipo editorial arremete en contra de la orientación liberal de muchos de los líderes del movimiento de los derechos civiles, desligándose de posturas conciliatorias:
“Esta revista recientemente realizó una encuesta no científica, pero representativa, de cien habitantes negros de San Francisco para determinar si apoyaban o no la guerra de Vietnam de Johnson. Este grupo estaba compuesto por todos los segmentos de la población negra. Ochenta y tres se opusieron inequívocamente a la acción estadounidense; cinco estaban a favor; y doce no sabían. (aparentemente, la Gallup y Harris nunca preguntan a estas personas). Black Dialogue siente que esta actitud está generalizada en todas las comunidades negras y nuevamente insta a nuestros ‘líderes oficiales’ King y Farmer, Wilkins y Young a GRITAR en voz alta, o el pueblo vietnamita algún día sera capaz de decir: ‘Oh, los estadounidenses negros, no son más que ‘liberales blancos’. También hacemos un llamado a Carl Rowan, director de la Agencia de Información de los Estados Unidos y un hombre negro, cuyo trabajo es explicar estas atrocidades, para que renuncie a su cargo en protesta por nuestras políticas de guerra.”
El editorial concluye con una interrogante como forma de cuestionar el silencio ante la guerra, y a la misma vez, como un gesto de agitación y concientización dirigido a las tropas afroamericanas:
“¿Y por qué los soldados negros deberían luchar contra los vietnamitas cuando son los estadounidenses quienes no les permiten caminar por las calles de Mississippi como una persona con la protección completa de la ley que corresponde a cualquier ser humano?”.
Agradezco al equipo de SNCC Digital Gateway, JSTOR e Independent Voices por haber puesto a disposición del público el periodico The Movement y la revista Black Dialogue.