Un siglo antes de que el nuevo gurú Byung-Chul Han hablara de la sociedad “del cansancio” y que Lyotard se refiriera al agotamiento de “los grandes relatos”, ya Nietzsche había hablado de “la muerte de Dios” y Max Weber había requintado con su teoría sobre la “rutinización del carisma”.

Cuando tu capacidad de reflexionarte a ti mismo no te conduce a una superación cotidiana de esas mediaciones imaginarias de un poder reductor del sujeto, te dejas llevar por la corriente, como los peces muertos.

Ciertamente esas mediaciones existen: imágenes de prestigio que deberías consolidar mediante algún posicionamiento social, ya sea vía capital, premios, puestos dirigenciales o ejecutivos, entre muchas otras estrategias.

Si no puedes “mejorar” tu auto, porque la realidad te lleva a quedarte con tu viejo Toyota; si tu casa es tu rompecabezas y no invitas a nadie porque te da vergüenza o te satura tener que compartir tus muebles y tu vino con tus amigos; si dejas amontonar los libros y prefieres completar alguna serie coreana y ver los finales de la NBA o de la Champions League; si sigues pensando que en tu escritorito de la oficina no podrás completar el último tomo de tus Obras completas, entonces te diré: teatro, lo tuyo es puro teatro, oh divino Tite Curet Alonso vía la Lupe.

Pero eso es lo que hay. Eso es lo que nos queda. Tal vez la guadaña se estará acercando y ya te estarás pensando la manera que te recordarán en medio de Pachelbel, “Knockin’ on Heaven´s Door” o el clásico Eric Clapton “Tears in Heaven”, si es que te mantienes en tu vocación de Peter Pan, y si eres un chin más exigente y clásico y cool, el “Always on my mind” de Elvis.

El cansancio, la rutina, la muerte, da lo mismo: lo que ves son cuerpos saturados a los que les cuesta mantener los músculos de la curiosidad intelectual, la consolidación de los afectos, el regodearse en esa cultura de la lástima y la orfandad que han sido el santo y seña del bueno dominicano para vivir, sobrevivir, enamorarse, llamar la atención, convertirse en lamparita de mesa o cuando no, en foco más potente que los inaugurales del Faro a Colón.