La universidad recoge la universalidad del conocimiento, el pensamiento como guía y motor de las ideas, la creatividad como proceso natural de los seres humanos.
Las universidades tienen el deber de investigar y más aún, la autónoma de Santo Domingo que se nutre de fondos públicos.
¿De qué sirve andar recordando los quinientos y tantos años de un centro de estudios si no se producen investigaciones serias, actualizadas y consistentes que coloquen a la universidad a la altura de su “linaje” de medio milenio de fundada?
Pero la UASD- y esto no es en modo alguno un ataque sino un intento, talvez inútil de asepsia y de colocarse el reloj de la historia en las manos- tiene deberes extraordinarios qué cumplir para con la sociedad dominicana, para con el continente, para con el mundo.
De modo que el cambio de autoridades tan llevado y traído, tan manoseado, como si fuera a producir algún cambio cualitativo importante recibe un relieve mediático potente. Pero esos mismos medios, cada vez más acríticos y sistémicos, atados como las lapas a los tiburones, deben consignar detalles, omisiones, pobreza formativa, pura rutina, politiquería y hasta cuestiones reñidas con la ática.
Y seguimos sin encontrarnos en ningún lugar del ranking de universidades que investigan.
Para esas mediciones ni siquiera existimos. Vergüenza!
Existe un procedimiento interno equivocado en las universidades en el sentido de que lo que sucede allí, sobre todo en la autónoma, se quede ahí dentro.
El pueblo tiene derecho a que se le informe de los pasos que se dan para que la universidad se comporte como una academia de primer orden y no necesariamente que va a haber cambios en su abundante burocracia.
Seguimos recreando el atraso social dominicano con crecimiento sin desarrollo, con centros de estudio frisados en la práctica, con fuegos de artificio que no llevan a ningún lugar digno y memorable.