La extrapolación a todo el territorio de la vida nacional de la narrativa palaciega y metropolitana del Estado, ejecutada por funcionarios, académicos, intelectuales y otros actores del sistema, constituye, la más de las veces, no sólo una manipulación informativa, sino que también conforma, esencialmente, un paradigma de la mentira para controlar la mente de la ciudadanía y, en consecuencia, apuntalar la vigencia y continuidad histórica de un régimen cimentado sobre el principio de las desigualdes sociales.

Tal es el caso, a propósito de las declaraciones que hiciera el escritor Rey Andújar, productor ejecutivo de la vigésima cuarta edición de la Feria del Libro, o “turismo literario”, cuando éste aseguró que dicho evento pretende contribuir “aún más a la dinamización de la actividad comercial en la Ciudad Colonial. Sobretodo, por los estragos que ha causado la pandemia del covid-19. Además, la “fiesta literaria”, de acuerdo al titular, y como una de las iniciativas del presente gobierno, a través del Ministerio de Cultura, se llevará a cabo, asimismo, “en procura de la reactivación económica del país, circunloquio de puro corte mercantilista.

Ahora bien, lo realmente preocupante de esta categoría discursiva, congénita a todo los estamentos de las instituciones gubernamentales, descansa sobre la base de extrapolar datos, hechos o eventos que, si bien pudieran suceder en un contexto determinado o cerrado, el Estado centralizador y los poderes fáticos interpretan y manipulan, intencionalmente, haciéndolos extensivos, a través de sus comisionados y voceros, a todo el conglomerado social y comunitario de la nación. Ello así, bajo el empeño, ostensible, de un aparente y generalizado progreso material o cultural, aunque cuestionable, del país. ¿Acaso la Ciudad Colonial comprende la totalidad de la patria? ¿No debió, en todo caso, destrabarse la centralización estatal, de manera que los escritores de las municipalidades fueran, formalmente, copartícipes en las actividades del evento?

Bien visto el punto, esta narrativa de la opulencia constituye una herramienta  aletargadora de la conciencia, en virtud de la extrapolación de un discurso, consuetudinario, asociado al “desarrollo” del país, pero, contradictoriamente, al margen del subdesarrollo de las municipalidades. ¿Dónde está, por ejemplo, el desarrollo integral del municipio de Piedra Blanca, provincia Monseñor Nouel? Máxime en una comunidad que, por concepto de los fondos mineros, debió tener, con los mejores estándares disponibles, un excelente hospital, un mercado público, una plaza de la cultura, una biblioteca pública y un instituto tecnológico, entre otros.

Precisamente, ¿Cómo podríamos celebrar nuestra permanente “fiesta literaria”, inclusiva y comunitaria, promoviendo la lectura, cuando el mismo Estado dominicano que la promueve a nivel nacional nos excluye localmente? De hecho,   aún después de casi dos años del Partido Revolucionario Moderno (PRM) en el poder, no sabemos absolutamente nada de los millonarios fondos mineros que por Ley nos pertenecen. Peor aún, cuando la pasada administración del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) se los adjudicó, como patrimonio personal, en franca actividad extractivista y mafiosa.

En ese mismo orden de ideas, si bien asistimos, específicamente, a una narrativa de extrapolación material, igualmente estamos expuestos, de manera concurrente,  a una narrativa de extrapolación histórica. En efecto, el escritor Rey Andújar pretende extrapolar a la humanidad total el legado cultural del casco histórico de Santo Domingo”, el cual la UNESCO lo declaró Patrimonio de la Humanidad. ¿Pero de cuál humanidad? En cierto modo sería la humanidad de los conquistadores, pero no la humanidad de los pueblos originarios. Nativos  a quienes las estatuas, monumentos, museos, fortalezas y conventos, de indudable e “importante valor histórico-cultural”, representan, simbolizan, encarnan, denotan, personifican, señalan, entrañan, equivalen, expresan, manifiestan, suponen, evidencian, importan e implican un legado de destrucción, desolación y genocidio.

Luis Ernesto Mejía en Acento.com.do