Acuarela

 

Mayo florece en los cálices sonoros de los cardosantos y en los sépalos estriados de los jazmines. Ayer vi correr desenfrenado un toro tras una vaca joven. Me sacó de la grave meditación en que me hallaba un alegre relincho de mi viejo caballo. Un verde tapiz de grama alfombra la pradera. Los cajuiles comienzan a cuajar sus frutos. Los rapaces se encaraman en los mangos y apedrean los pomares. El cielo está de fiesta. El sol asemeja una lluvia de oro. Los ríos se lanzan impetuosos y rebosan los márgenes. Las palmeras brillan como si hubieran recibido un brillo de azogue. Los perros ladran a la luna todas las madrugadas. Por el tibio lecho de arena donde me sentaba a leer todas las tardes en compañía de una risotera muchacha de los alrededores corre un manso arroyo de agua cristalina. Las mujeres lavan en las cañadas las ropas del uso mientras lloran sus pequeñuelos y chisporrotea a corta distancia la leña húmeda. De las latas negras por el hollín salen bocanadas de humo blanco. Una moñuda cloquea con estrépito. En las vegas se inclinan los peones a quebrar el tabaco y el sudor de sus frentes moja los brotes. Dos mulos se solazan en el polvo. Los cerdos se hartan con el aroma recién madurado. Sobre los tabacuelos sonríen las parásitas de corolas moradas. Una bandada de palomas levanta el vuelo audaz. Por el entretejido de las empalizadas asoman las enredaderas sus flores azules como lirios acuáticos. El amor se expande sobre los senos de las niñas. En un corazón germina el odio. Tres ruiseñores prorrumpen en una balada sentimental. La ausencia me produce un dolor físico.

(Letras No 118 junio 29 1919)

 

Domingo Moreno Jimenes. De un personaje tan conocido como D. Moreno Jimenes (1894-1986), como firmaba, no es mucho lo que debamos decir. Sin embargo, precisamos, que el 1916 fue un año inolvidable por muchas razones, no solo por la Invasión Militar Norteamericana llamada eufemísticamente Ocupación, sino por ser el de la muerte de Rubén Darío, fecha que históricamente se ofrece como la frontera del modernismo; aunque aquí, y en muchas otras partes, como señala José Miguel Oviedo, hubo fanáticos de ese movimiento que jamás abjuraron.

Precisamente, ese año, un joven melancólico llamado D. Moreno Jimenes hizo algo que no tenía parangones: Sin haber publicado ni un solo verso en la prensa, editó dos libros poéticos. No cualesquiera: Promesa, mis primeras notas, con 61 poemas, y Duelos y vuelos, con 78. Sin embargo, revisando estos, apenas cinco o seis son de temática criollista, aunque siempre le han acusado de ser el más de los más.

Aunque, ciertamente, una colección de poemas criollistas no podía estar completa sin una muestra suya.

Curiosamente hemos escogido el poema en prosa más criollista, que es realmente, como lo titula simplemente: Acuarela. A pesar de su indudable belleza, y de ser un poema en prosa que no puede faltar en una antología que se respete. No pasó desapercibido, Vigil Díaz (1881-19619), fue motivado para escribir sus Sonetos Bárbaros, el primero de  los aparecidos en La Cuna de América, está dedicado a Moreno. Aunque en el libro no lo incluye entre los sonetos ni se lo dedica, sino a otra persona.