Amaneceres líricos

Mañana estival

 

 

¡Oh,  carne flaca y tentadora!

Deslígate, materia, cuerpo ruin, y consiente, piadoso alguna vez, que el alma erre sosegada en el éter purísimo de esta apacible mañanita veraniega.

¿Alma, padeces?…

Es verano. Vaguea a tu capricho, sueña… sueña; imprégnate de toda esta fragancia que respira la naturaleza en vigorosa plenitud de vida: adormécete con el suave rumor que la eclosión  los brotes i el abrir de los capullos echa sobre las alas del viento fresco i tibio.

Es la hora, alma. Prepara tu bagaje en estos días estivos en que el calor canicular martiriza la carne, i como en mística maceración la abeja del pecado.

Es verano, alma, sueña… sueña; en el otoño amarillean las hojas, en la sangre despierta el Sátiro que aletargó el estío, i la primera racha invernal, con el deshojamiento de las flores desgrana su perversa carcajada la Voluptuosidad i celebra su triunfo sobre el sueño la materia miserable.

Cielo azul… viento rumoroso… vaga el ambiente como un recuerdo de la Primavera, que trasciende a Mayo florecido… i esta clarísima diafanidad solar…

Cuánta alegría, ¡oh, naturaleza de los trópicos!

La parvada de avecillas pasa cuchicheadora, pintoresca i voluble bajo el oro del sol sobre el esmalte verde la campiña incitante, i va manchando en su intranquilo vuelo con el iris de sus alas la impasibilidad el cielo intensamente azul.

Por entre los breñales el hilo de la fuente rasgando las raíces, como si fuesen cuerdas, murmura su leve melodía i corre fresco i cristalino.

Entre la fronda el ruiseñor, mientras la hembra incuba, canta junto al nido sus trinos armoniosos, i en la última rama, en la copita enhiesta, la cigarra chilla.

A la distancia se escucha el  balido de la oveja atada en el aprisco en tanto que el travieso corderillo trisca gozoso, entusiasmado por el desparpajo de la claridad.

¡Cómo se dilata el espíritu!

Sube el sol; sube el sol.

Cuando esté en el zenit, enervada la tierra padecerá un letargo, un sopor.

Es verano.

Cuerpo, adormécete; deslígate, materia pecaminosa; alma, prepara el bagaje glorioso del ensueño, i difúndete en la espiritualidad tempranera de esta mañana solar que es como una bendición de Dios.

Sueña, alma, sueña…

(La Cuna de América No 84 agosto 9 1908)

 

Juan Salvador Durán (1885-1930), era hijo del Dr. Manuel Durán Bracho, venezolano, y de Altagracia de la Concha; fue periodista, creador de la Página Sociales y Personales del Listín Diario, utilizando su seudónimo de Jacinto Silvestre o el de Gerineldos para algunos trabajos literarios. Fue Secretario de la Embajada Dominicana en Venezuela (1913). Iniciando, como dijimos, sus colaboraciones líricas con unos prosemas líricos utilizando la i latina y no la eye, como se estilaba entonces