Lo que quiero

 

Que nadie me conozca y que nadie me quiera,

que nadie se preocupe de mi triste destino,

quiero ser incansable y eterno peregrino

que camina sin rumbo porque nadie le espera.

 

Que no sepan mi vida ni yo sepa la ajena

que ignore todo el mundo si soy triste o dichoso.

Quiero ser una gota en un mar tempestuoso

o en inmenso desierto un granito de arena.

 

Caminar mundo adentro, solo, con mis dolores,

nómada, sin amigos, sin hogar y sin anhelos,

que mi hogar sea el camino y mi techo sea el cielo,

y mi lecho las hojas de algún árbol sin flores.

 

Cuando ya tenga polvo de todos los caminos,

cuando ya esté cansado de luchar con mi suerte,

me lanzare en la noche sin luna de la muerte

de donde no regresan jamás los peregrinos.

 

Y morir una tarde, cuando el sol triste alumbre

descendiendo un camino o ascendiendo una cumbre

pero donde no haya quien me pueda enterrar.

 

Que mis restos ya polvo los disipen los vientos,

para que cuando ella sienta remordimientos,

no se encuentre mi tumba ni me pueda rezar.

 

Héctor J. Díaz, nació en Azua de Compostela, República Dominicana, en 1910 y murió en New York en 1950. Publicó varios libros, entre ellos Lirios Negros, Flores y lágrimas, poesías y canciones; Ritmos íntimos, que fue prologada en 1936 por Franklin Mieses Burgos; Plenitud: versos para una mujer sola; Versos para una noche. Luego se han hecho selecciones de sus libros que han culminado con Lo que quiero, antología poética hecha por el poeta William Mejía para la Feria Internacional del libro de 2010. Es, sin duda alguna, el poeta por antonomasia para las masas nacionales, aunque la élite literaria le ha negado un nicho en el parnaso nacional, ha conservado el fervor popular y sus poemas son recitados a menudo en los ambientes bohemios del país.