Motivos para esta selección
Continuando con las celebraciones de mis noventa (90) años, aprovechando lo que me queda de lucidez y amor por la poesía y el deseo de que en el país se vuelva a recitar en las escuelas, en las redes sociales, en los periódicos y en los encuentros entre amigos y las tertulias literarias, he escogido para este periódico digital, modificando un poco mi columna Revelaciones para dar a conocer a las nuevas generaciones los poemas que sus padres o sus abuelos recitaban en las escuelas, o debieron recitarles.
Se trata en su mayoría de poemas románticos, siempre completos, en prosa o en verso, populares y clásicos, criollos y de cualquier parte del mundo, pero especialmente los que ellos recitaban y citaban fragmentos de memoria, los pocos de nuestras edades que están vivos.
Aunque trataría de evitar la repetición de los publicados en el Diario Libre, como El Poema de Hoy, a partir del 14 del pasado mes, al disponer de mayor espacio, trataremos de mostrar poemas diferentes de algunos de esos autores.
Por hoy, comenzaremos con el Dios Mayor de nuestra poesía. don José Joaquín Pérez, en un poema desconocido, pero que debe conocerse, sobre todo en estos días que nos acusan, ¡hasta escritores!, de prejuicios raciales, siendo, como somos, la gran mayoría de dominicanos de pura cepa, mulatos, orgullosos de nuestras estirpes europeas y africanas.
José Joaquín Pérez (1845-1900). Es una alta personalidad de la literatura dominicana, Ha sido reconocido históricamente como el poeta indigenista más grande del país por sus Fantasías indígenas.
Junto a Salomé Ureña de Henríquez (1850-1897) y Fernando Gastón Deligne (1861-1913) se les considera los Dioses Mayores de la poesía dominicana durante el siglo XIX.
Es sin duda uno de los más grandes poetas del romanticismo. Además de esos poemas, dejó versos criollistas y de protesta social y fue el autor del primer poema que exalta la raza negra en el poema que escogimos para esta selección.
Primer poema de la negritud escrito en nuestro país
A Etnaí
¿Qué si es bella Etnaí? No lo es acaso
el violado clavel, al que no igualan
el nítido jazmín, el blanco lirio,
y ni aún el mismo nardo le aventaja?
Y ¿quién es Etnaí? Joven oriunda
de las salvajes tribus africanas
nacida en el Maniel. Graciosa perla
que en belleza compite con la garza.
De abierto tulipán el tinte negro
su rostro de azabache esmalta,
y asoma tras la risa de sus labios
la cabeza orgullosa, ostenta altiva
bucles rizados por candente lava.
de ricas perlas, primorosa sarta.
Verdad que sus cabellos no se extienden
en luengos rizos por ebúrnea espalda;
En la curva turgente de su seno
los dos globos artísticos resaltan
cual en las negras sombras de la noche
las radiaciones de la Vía Láctea.
No es la bella Etnaí tímida corza,
humilde oveja, ni paloma mansa,
¡sino altiva leona de Numidia
y de Guinea indómita jirafa!
Se suele deleitar la joven india
oyendo el dulce susurrar del aura,
y la linda trigueña se enamora
del erguido penacho de la palma;
mientras que solo a mi Etnaí conmueven
el ciclón que los árboles desgaja,
el turbulento mar que brama airado
y el trueno que retumba en la montaña.
Y…¿me ama Etnaí? Cuando sus ojos
se fijan en los míos, cuando estalla
en súbita explosión su amor sublime…
¡a incógnita región vuela mi alma!
No contienen sus besos el almíbar
que en blanda cera las abejas labran,
sino el fluido eléctrico que enciende
del cráter de un volcán hirviente lava.
¿Comprendéis a Etnaí? No es la criolla
sierva del hombre y del amante esclava,
¡es la reina de Saba que domina
al más sabio de todos los mortales!