Quienes procedemos de la segunda etapa de la generación del 60, es decir, los poetas de posguerra, asumimos una estética, sobre todo en su primera etapa, íntimamente ligada a la problemática social de nuestra época: la Guerra Fría, que dividía el mundo en dos grandes bloques, la salida de una tiranía de más de treinta años, la ausencia de libertad y la constante pérdida de la soberanía, pero también escribimos poemas de amor y abordamos los temas que son tradicionales de la poesía, de las artes y de la música y que poco han cambiado en su contenido, naturalmente que sí en la forma. Parecía que se había acogido el llamado de que la poesía es un arma cargada de futuro, como diría el poeta español Gabriel Celaya. Después nos dimos cuenta de que la poesía y las artes en general, habían cambiado también con los tiempos y con nuevas sensibilidades para la generación del 80 y que en los 90 se había vuelto a la búsqueda más cercana a la cotidianidad y a las influencias de la literatura en otras lenguas. Y, en algún momento, nos preguntamos leyendo al gran crítico Julio Ortega en su brillante ensayo «El turno y la transición al iniciar un nuevo milenio», cuando nos decía: «¿Cómo leer la poesía que vendrá? Por alguna razón, no del todo evidente, la poesía es siempre un acto de fe. Se ha dicho que presupone su suspensión de la credibilidad y que abre un espacio alternativo […]. Pero aún si la voluntad de afincamiento nos exige muchas veces dirimir la disputa del presente, termina, no obstante, afirmando un presente proyectivo, reescrito desde la levedad del porvenir».
Al asumir la distinción de decir unas palabras en la puesta en circulación de la entrega doble a partir del arte de Sarah Amaro, donde lo escritural y lo visual comulgan, sé a lo que me expongo. En un momento en que definir las artes provenientes del nuevo mundo que conocemos y que sorprendió a gente de mi generación por el desarrollo extraordinario de las nuevas tecnologías y las infinitas posibilidades del decir, al penetrar con cuidado en la obra, me fui dando cuenta de que entraba en un terreno donde la creatividad es la visión que integra en un solo universo a los seres humanos como parte de un hábitat con la naturaleza en su más amplio sentido.
Los esquemas para poder entender el papel de la poesía en el mundo de hoy, resultan cada vez más alejados de los tradicionales dogmas en que fue encerrada por movimientos y escuelas. Se trató de anular toda estética que no estuviera acorde con los criterios que parecían haber descubierto la forma mágica dentro de una academia, una colina sacra o una tertulia. En otros casos era un poeta iluminado quien, aislado en una torre, dictaba la forma poética que consideraba única para poder logar la soñada inmortalidad.
Asusta a veces cómo el mercado parece arrinconar los libros de poemas. Si es posible hacerlo con los libros, con la poesía es imposible, pues ella está en los más diversos soportes y ha existido desde siempre. Una cosa es el poema, otra es la poesía y otra es el poeta. Autores fundacionales como Rubén Darío, José Martí, Gabriela Mistral o Sor Juana Inés de la Cruz, lucharon en sus posiciones para demostrar el papel esencial de las artes y la poesía en particular. Llegaron a hablar algunos de que el desarrollo de estas era más importante que la industria y que muchas cosas materiales, sin embargo, el sueño escrito de muchos de estos autores, lo vemos lejano con el triunfo en el mundo del liberalismo que hace que todo se vaya convirtiendo en mercancía. Pero he ahí una vez más el papel espiritual y reivindicador de lo esencial de la naturaleza humana a través de las diversas manifestaciones del arte.
Esta introducción a lo que agrego la interacción desde los inicios de la humanidad de las diversas manifestaciones artísticas, pues muchas veces nos hemos preguntado si lo encontrado en las cuevas de Altamira o en otros lugares emblemáticos en el mundo y que se forjaron en la prehistoria eran poemas ilustrados o expresiones pictóricas que integraban la palabra y el trazo artístico. Lo que sí estoy seguro es que esas manifestaciones son la mejor demostración de la capacidad humana de expresarse en símbolos y signos y que es sintetizada, muchas veces, por poetas que se acercan a la música o la pintura a través de sus obras. Pensemos en un ejemplo internacional: Apolinaire y sus caligramas, y en uno nacional: Pluralemas de Manuel Rueda. También hay autores que son, al mismo tiempo, poetas y pintores, logrando excelencia en ambos términos como es el caso de Rafael Alberti o alianzas entre poetas y pintores para producir una obra, ya sea un pintor motivado por una obra poética o un poeta a partir de una obra pictórica. En The lizard, Sarah Amaro nos hace recordar la vocación de fe que hemos tenido en las nuevas generaciones y en particular, en esa hermosa revolución en nuestro país y en el mundo donde la incorporación de la mujer, en el ámbito creativo, ha superado cuantitativamente las expresiones de Aída en «Una mujer está sola», o la presencia, casi excepcional en la generación del 60 de muy pocas mujeres creadoras, lanzadas a un mundo competitivo ya inserto en la globalización, que no es solo económica, sino también cultural y literaria.
El árbol del laurel que alguna vez me sostuvo
ahora es un abismo
desde el que caigo y grito.
Los muros de mi infancia,
escombros son
nada perdura
pero solo basta el recuerdo
pero así sea imposible
de las ruinas me levantaré
ahora soy el pincel
el mundo mi lienzo
los versos mi esencia.
Más que un poema, se trata de una poética que explica en sus tres últimos versos todo este esplendente mundo creativo en el cual Sarah nos introduce. Repito: Ahora soy el pincel / el mundo mi lienzo, / los versos mi esencia. El carácter cósmico, la visión que supera lo local para introducirnos en el mundo, hace que se convierta en el pincel como totalidad y los versos como la sustancia que llama esencia, convirtiendo su decir en una concepción que ronda lo filosófico.
Café se desborda por las calles
levantando mujeres de tres brazos
cocinan, trabajan y crían.
En otra parte de este mismo poema:
El músico toma el slang
crea melodías
que el pueblo danza
el artista pasa hambre si no se adapta a los estándares
su miseria se refleja en las negras criaturas que pinta y al final después de pasar por la moneda, la política, los estudiantes nos dice todos estamos al borde de la locura
en esta sociedad con discordante estructura donde lo esencial parece extraño
deseo pertenecer no encajar
y no, no es lo mismo.
Ahora nos encontramos con un texto visceralmente social que ronda lo político, pero no visto ni estructurado desde ámbitos panfletarios, sino de una realidad con una visión de lo que sigue aconteciendo en el mundo posmoderno a pesar de las ideas de progreso que esbozó en su momento Salomé Ureña en su obra esencial. Lo que demuestra que lo fundamental no es lo que se dice sino cómo se dice y cómo entretejer las palabras para darnos un resultado donde el arte en su conjunto salga triunfador.
Yo también me levanté de las ruinas
soy quien hace crecer las ramas en la noche
el terror del insecto
el que huye de las aves
era un pobre invertebrado
hasta que conocer el arte me hizo humano
Fui dibujado con carbón sobre una roca
la creadora me dio nombre
ahora vivo en sus letras.
A veces visito la ciudad de cristal
y convivo con sus sombras
todo depende de lo que ella escriba.
Divago en la sociedad al bode de la locura
donde los ríos son café.
Navego en lienzos digitales
ella me pinta dentro de portales.
Pero de vez en vez me encuentro en la nada
flotando sobre redes vacías.
Es cuando entiendo que mi creadora duerme
mas sin poesía no ha creación.
Entonces la espanto en sus sueños
y la visito
de sus ojos soy el esplendor
el mismo arte que le exige ser creado.
La trasformación de la voz poética en este texto adquiere un gran sentido de originalidad y una reflexión final que, por su validez, repito: el mismo arte que le exige ser creado. La visión entonces del quehacer artístico es sometida a un proceso de autorreflexión cuya validez es ampliamente significativa constatándose lo que ha sido en su vertiente esencial el arte creador, ya sea en la poesía o en otra de sus manifestaciones.
El amplio mundo de la creación puede cambiar de forma, pero nunca se detiene, incluso, puede volver al pasado para renovar sus raíces y proyectarla hacia el futuro, por eso, autores en diversas etapas han ido a buscar a las fuentes de lo antiguo para crear nuevos espacios y otros han negado todo lo antiguo creyendo que con eso inventan nuevos senderos y quizás lo que han hecho es reinventar. Escritores y escritoras de las generaciones del 80 a nuestro país volvieron sus ojos en los inicios hacia la poesía sorprendida para reemprender desde ese nivel sus nuevas apuestas literarias. Pero una generación posterior buscará su camino en la cotidianidad, pero de una forma distinta a como lo hizo la generación del 60, es más, buscaron en la generación bit norteamericana, algunas de sus fuentes y eso es más que válido, pues si nos insertamos, es un ejemplo todavía más claro en el campo de la narrativa, los autores del boom identificados con las concepciones revolucionarias y socialistas, encontraron el verdadero camino de la renovación, no la novela de la tierra latinoamericana, sin en autores norteamericanos como William Faulkner, principalmente, además de John Dos Pasos y dieron una mirada a Virginia Woolf, a Kafka, a los existencialistas franceses y en algún caso al Ulises de James Joyce. Por eso, la libertad que proclamó el poeta dominicano Domingo Moreno Jimenes, en su creación que rompía con moldes formales y con esencias conteniditas, valida la búsqueda constante de cada autor a nivel individual para encontrar su camino.
Sarah Amaro nos dice:
Se escuchó un trueno
la luz llegó antes que el sonido
si el señor lagarto no hubiese estado de por medio
un relámpago estrellaría sobre mí
recibió mi suerte y su figura se desmembró
Tomé su cabeza y lloré en las costas de Plutón
los peces con patas guardaron su silencio alrededor
¿Quién me despertará en las noches de verano?
¿Quién me asustará en sueños?
¿Quién navegará en las canvas y pulirá mi camino?
Súbitamente el reptil empezó a pestañar
y en mis manos su cuerpo volvió a crecer
odas las rocas rotaron alrededor de él
entonces entendí que no importa cuán lejos esté
el señor lagarto siempre volverá a visitarme
no importa si lo destruyen
porque volverá a regenerarse
Mientras haya un verso vivo
hasta el fin de los siglos
el reptil volverá.
Nuestra autora sintetizó, en dos artes, una sola dirección creativa: su alumbramiento contribuye a mi entusiasmo por la creación artística de las más recientes generaciones literarias dominicanas. Su conexión con el mundo es una ventaja pero también un riesgo. Sarah lo ha podido resolver sintetizando lo más simple, cotidiano y próximo con lo que se respira en un mundo complejo y globalizado. Su nacimiento creativo debe ser celebrado como un triunfo del lenguaje en sus vertientes escritural y en la visual. Saludo su llegada cargada de un decir y un hacer que continúa una traición que viene de lo universal, de lo nacional y de una impronta familiar cargada de autenticidad en el arte y en la vida.