Portada del libro.

Pérez Guerra, Irene. Historia y lengua. La presencia canaria en Santo Domingo. El caso de Sabana de la Mar. Santo Domingo. Colección del Banco Central de la República Dominicana, 2022.

Numerosos autores dominicanos se han inclinado en el pasado a reflexionar acerca de la historia (diacronía), la naturaleza (sincronía), las proyecciones (evolución) o la fenomenología (descripción) de esa lengua a la que, a falta de otro nombre mejor, algunos autores llaman el español dominicano.

Poco menos de cien años median, no obstante, entre los primeros atisbos de un estudio sistemático de la historia, la morfología, la sintaxis y la semántica de eso a lo que Pedro Henríquez Ureña llamó “el español en Santo Domingo” o de los auspiciosos, aunque hasta cierto punto limitados trabajos de Carlos Larrazábal Blanco acerca de nuestros topónimos y antropónimos.

Ya a partir de la segunda mitad del siglo XX, hemos visto aparecer numerosas obras de gran interés científico producto del trabajo de autores dominicanos formados en las nuevas corrientes de la ciencia inaugurada por el ginebrino Ferdinand de Saussure. Entre muchos otros, merecen una mención especial investigadores como Maximiliano Arturo Jimenes Sabater, Orlando Alba, Rafael González Tirado y, más recientemente, María José Rincón.

A pesar de los importantes aportes de estos y muchos otros especialistas, huelga decir que el campo de la investigación lingüística no es precisamente el más desarrollado de nuestra tradición académica, hecho que adquiere proporciones de quiebra epistémica cuando se tiene en cuenta que, gracias a los desarrollos de la epistemología producidos a partir del último cuarto del siglo XX, en la actualidad, resulta imposible de concebir un enfoque de un aspecto cualquiera de los estudios lingüísticos que no tome en cuenta los contextos sociales, históricos, culturales, antropológicos, psicológicos e incluso políticos que determinan la manifestación de dicho aspecto.

Desde mi punto de vista, este déficit acumulado de la investigación lingüística dominicana guarda relación con aquella “venerable rutina” de la que hablaba Andrés Bello, o sea, el carácter repetitivo, ritualizado y prácticamente anticientífico que suele asumir el trabajo académico, aunque es cierto que este mal no solamente nos afecta a nosotros.

Un ejemplo de esto último es la manera en que, todavía en 1990, el dialectólogo español Manuel Alvar señalaba, en el capítulo “Significación de las Islas Canarias” de su libro titulado Norma lingüística sevillana y el español de América (1990), lo siguiente:

“En épocas antiguas, muchas gentes de las Islas pasaron a América, pero los lingüistas suelen ignorarlo. Se repite una y otra vez el único canario que cita Cuervo, o los dos, que entre 7,641 acertó a documentar Henríquez Ureña. Estos datos, en los grandísimos conocedores del español de América que fueron Cuervo y Henríquez Ureña, no han hecho sino nublar la visión” (64).

Erraba parcialmente  Alvar al realizar esta última acotación, pues, como hoy se sabe, tanto R.J. Cuervo como nuestro PHU fueron precisamente los primeros en reaccionar, a mediados de la década de 1920, contra la hipotética predominancia de los vocablos de origen andaluz en el español hablado de América.

Es cierto, no obstante, que esa idea, que en su momento había sido sustentada por Ramón Menéndez Pidal y su equipo, se había seguido repitiendo irreflexivamente, a pesar de las críticas que le habían formulado con sobrada razón PHU, quien, en su obra titulada Comienzos del español en América (posteriormente publicado bajo el título de Observaciones sobre el español en América), acometió, en palabras de Guillermo Guitarte: “la tarea de establecer la procedencia regional de los españoles que vinieron a América hasta fines del siglo XVI. Gracias a este trabajo se contó por primera vez con un fundamento sólido para discurrir sobre la base de la población hispánica de América” (Guitarte, G. 1959).

Dicho esto, cabe destacar, no obstante, el tacto con que Alvar salió nuevamente al encuentro de aquella vieja hipótesis relativa al supuesto andalucismo para sugerir que muchos de los vocablos usualmente tenidos por andalucismos llegaron hasta nosotros luego de haber sido adaptados en las Islas Canarias y, desde ellas, trasplantados al Nuevo Mundo (63). En efecto, el propósito del dialectólogo español no era otro que el de señalar lo que en esa época constituía una nueva ruta de investigación relativa al estudio de los vínculos existentes entre la lengua hablada en el Caribe y el español de las Islas Canarias.

Irene Pérez Guerra.

Exactamente nueve años después de la publicación de este libro de Alvar, la investigadora dominicana Irene Pérez Guerra demostró de manera contundente el valor científico  de la investigación como el medio más expedito para apartarse de los senderos trillados al dar a la imprenta la primera edición de su obra titulada Historia y lengua. La presencia canaria en Santo Domingo. El caso de Sabana de la Mar. Dos décadas después, es decir, justo en el recién finalizado año de 2022, acaba de aparecer la segunda edición de esta obra en la Colección del Banco Central de la República Dominicana.

Como queda sugerido en su título, se trata de una obra que puede leerse de dos maneras. Por una parte, se trata de un excelente trabajo de reconstrucción arqueológica a través de una enjundiosa cantidad de citas y referencias documentales relativas a ese proceso histórico que comienza en 1760 con la fundación de aquella comunidad lingüística homogénea que fue en sus inicios Sabana de la Mar, cuyos integrantes eran en su totalidad de origen canario y que, según la autora, mantuvo esa característica hasta 1880 y de modo mayoritario hasta 1960. A este aspecto la autora dedica los capítulos 3, 4 y 5 de su libro.

Por otra parte, esta obra puede leerse como un pormenorizado estudio léxico-semántico establecido a partir de la identificación de rasgos locales que puedan servir de punto de partida para la reconstrucción de la interrelación entre el dialecto canario y la modalidad lingüística isleña de Sabana de la Mar (252).

La autora dedica el capítulo 6 de su libro a explicitar las líneas generales del marco teórico que empleó para compilar el vasto corpus de términos que analiza siguiendo el método de observación participante propuesto por el sociolingüista estadounidense W. Labov y luego consagra el contenido de los capítulos 7, 8 y 9 de su obra al análisis de casos.

En la última parte de la obra figura la sección titulada “Anexos”, la cual está dividida en dos grandes bloques. En el primer bloque figuran (anexos A, B, C y D), una lista temática de documentos de archivo acerca del poblamiento canario en Santo Domingo, en su gran mayoría disponibles en el Archivo General de Indias; una lista de documentos relativos al proyecto francés de ocupar la isla de Santo Domingo (anexo E), y varias listas onomásticas de las familias de origen canario cuya presencia en La Española quedó documentada de manera oficial en los archivos coloniales (anexos F, G y H).

En el segundo bloque, la autora reunió las fotocopias de los documentos de archivo relativos al poblamiento canario en Santo Domingo, para un total de seis documentos manuscritos establecidos en distintos momentos del siglo XVIII.

Esta obra de la Dra. Irene Pérez Guerra constituye un excelente ejemplo de aplicación de los métodos de la sociolingüística al estudio de las variaciones dialectales producto de la permanencia en el tiempo de una comunidad lingüística de hablantes canarios en esa porción del territorio dominicano que es Sabana de la Mar. Aparte de esto, el esfuerzo puntual, consistente y certero desplegado por la Dra. Pérez en aras de explicitar y documentar el proceso de poblamiento y constitución histórica de esa comunidad lingüística inscribe su trabajo en la intersección entre la lingüística, la historia y la antropología cultural.

Si bien es cierto que tanto por su intención como por su dimensión gnoseológica este libro de la Dra. Pérez Guerra encuentra su público ad hoc entre los integrantes de la comunidad académica, nadie debe dudar que pueda suscitar el interés de cualquier lector entusiasta debido a su gran claridad expositiva, la cual constituye un testimonio irrefutable de la encomiable pasión con que a todas luces la autora busca dar a entender un conocimiento que asume y administra como suyo, a sabiendas de que su más alto destino es pasar a ser de todos los dominicanos.

 

Manuel García Cartagena en Acento.com.do