Relmú, reina de los pinares, publicada en 1888 por el político y diplomático argentino Estanislao Zeballos (1854-1923), es la última novela de una trilogía en la que se da cuenta de conquista del desierto argentino durante las luchas posteriores a la independencia. Los hechos narrados ocurren entre 1847 y 1850, en la provincia de San Luis, en el departamento de Juan Martín de Pueyrredón, cuando unitarios y federales, éstos comandados por el general Rosas, se disputaban el poder en su avanzada por el territorio, demarcando los límites y reduciendo a las poblaciones indígenas, o pactando con ellas.

El político y diplomático argentino Estanislao Zeballos (1854-1923).

Relmú es una joven, blanca o mestiza, cautiva salvada después de una fuga heroica, tema recurrente en la literatura argentina, no sólo en la novela y la crónica, sino también en poesía. Pensemos en La cautiva (1837), de Esteban Echeverría, donde María se enfrenta con valor a los indígenas para salvar a su amado. Asimismo, podemos citar la crónica Aventuras y desgracias de la señora Libarona en el Gran Chaco (1840-1841) cuyo palpitante relato da cuenta de las sangrientas luchas acaecidas en la zona del Chaco, donde el esposo es torturado y desterrado. La provincia inhóspita está amenazada por los adversarios políticos y por indios que saqueaban los ranchos, asesinaban a sus habitantes y raptaban Metáfora de la nación argentina, el tema de la cautiva encarna la lucha entre la civilización, el poder blanco, y la barbarie, representada en el indígena que se resiste a ser sometido (la oposición entre civilización y barbarie es un tópico del pensamiento argentino). Este género de relatos suele denominarse “Literatura de frontera” y es muy importante en toda la historia de la literatura americana, lo mismo en español, que en inglés o en francés.

En esta novela Zeballos nos arrastra a una travesía a lo largo del territorio de los indios renqueles, un agreste, enmarañado y pantanoso desierto. En todas las direcciones acechan el hambre y el frío, además del tigre que se abalanza sobre los caballos para devorarlos. Por este desierto galopan el joven criollo Liberato, escribano del gran cacique Painé, y su compañera Panchita. Ésta es una mujer valiente y audaz ante el peligro, dispuesta a sacrificarse por el hombre que ama.

La novela Relmú es un bello relato de frases breves, precisas y diáfanas que da cuenta de la aventura humana en su intento por abarcar y dominar la naturaleza. Sin saber hacia dónde se dirigen, los protagonistas siguen las huellas marcadas en la arena y en el barro no muy seguros de la orientación, siguiendo el curso de algún río, hasta que divisan las cimas de los Andes. Si durante el día desfallecen de hambre, pasan las noches en vela aterrorizados por las leyendas indígenas sobre cautivos a quienes los genios del mal cubren de neblina su horizonte y les arrojan puñados de ceniza con objeto de impedirles encontrar el camino: “En la selva nos sonríe la vida, y en la selva nos amenaza la muerte”, comenta el narrador.

Durante la avanzada hacia los valles, los personajes tropiezan con un tropel de indios que seguían al coronel Baigorría, personaje histórico que convivió con los indígenas, y que los guían hasta el campamento donde espera un militar. Pero aquí se les impide continuar el camino hacia su casa. El joven Liberato debe unirse a la campaña del desierto. Panchita, por su parte es retenida en el puesto de mando. Cuando Liberato regresa a buscarla, descubre que el rancho está vacío y se han llevado a todas las mujeres.

Después de una temporada conviviendo entre los indios, en la que asiste a sus rituales y celebraciones, acude a los festejos que siguen a la boda de un poderoso cacique. Éste presume de haber rescatado a una hermosa mujer enferma en un campamento abandonado, que hablaba la lengua araucana y a quien han decidido llamar Relmú. Liberato se sorprende y muere al reconocer a Panchita en aquella misteriosa novia, a quien los indios toman por Reina de los pinares, un espíritu bueno caído de los cielos. Así la cautiva pasa a ser reverenciada por los indios, mientras el hombre blanco debe desaparecer.

No deja de ser paradójico que un impulsor de la campaña del desierto, como lo fue Estanislao Zeballos, optara por este final. Los dos cautivos, prófugos de los indios, que han conseguido sobrevivir a numerosas penalidades, no logran su deseo de regresar al hogar familiar, no alcanzan a disfrutar del amor de la madre añorada. La nación ideal que perseguía la campaña, aquélla libre de indígenas con la que soñaban tantos criollos, no llega por lo tanto a construirse en esta novela tan interesante como olvidada.

Consuelo Triviño Anzola en Acento.com.do

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