I-Relato y realidad. ¿Por qué hacemos relatos?
La palabra para nombrar y la palabra para contar pueden conformar un mismo trazo mediante el salto de la palabra descriptiva a la palabra gramaticalizada. Se gramaticaliza la realidad. La palabra funciona para fijar una interpretación del ente; sin embargo, es mediante su gramaticalización, más precisamente desde su estatuto sintáctico, que permite relatar. Y es el relato el fin primero y último de la palabra. Las palabras debieron ser coordinadas para contener y definir la realidad. Ahora bien, ¿qué es la realidad? En un microrrelato localizado en Juan 18:37-38, Jesús esboza su propia realidad ontológica:
37 Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. 38 Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad? Y cuando hubo dicho esto, salió otra vez a los judíos, y les dijo: Yo no hallo en él ningún delito.
Lamentablemente los evangelios no recogen la respuesta de Jesús. Es posible que haya guardado silencio. Hubiese sido estratégicamente interesante la contesta de Dios a través de su hijo, que asimismo era Dios, sobre el concepto de la verdad. Debido al contexto, sospecho que a lo mejor hubiese sido válido para una comprehensión de la realidad.
La realidad, esa que se presenta en el relato, desborda la competencia mimetizante e imaginativa del usuario de los lenguajes humanos, sean naturales o computacionales. Octavio Paz, en una conferencia de 1942, presenta la complejidad de lo real: “La realidad –todo lo que somos, todo lo que nos envuelve, nos sostiene y, simultáneamente, nos devora y alimenta– es más rica y cambiante, más viva, que los sistemas que pretenden contenerla” (Paz, 1982, p. 95).
En Árbol adentro (1987), un poemario en el que resulta determinante la relación de lo real con la palabra, Paz dibuja la complejidad que resulta de la componenda entre escritura y realidad en su poema “Hermandad”. Esos versos están dedicados a Claudio Ptolomeo, quien redujo su sistema analítico a la lógica de un método de cálculo y no a descubrir la realidad:
Soy hombre: duro poco
y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba:
las estrellas escriben.
Sin entender comprendo:
también soy escritura
y en este mismo instante
alguien me deletrea. (Paz, 1987, p. 37)
Debido a la imperiosa necesidad de que la vida permanezca en el relato y en virtud de la complejidad de la realidad, que se hace inaprehensible, existe la multiplicidad de la historia. En esta sopa de dominó se validan conceptos como intertextualidad, multivocidad o pluralidad, con elegantes definiciones que en el fondo procuran justificar el hecho de que resulta imposible la construcción de un solo relato que contenga la realidad. Por esta razón puede existir una cantidad infinita de relatos entroncados en una única manifestación de la realidad.
II-Mulata de la Lincoln Avenue, de Luis R. Santos
Tomando como base los planteamientos anteriores, los observaremos en una experiencia concreta. El libro Mulata de la Lincoln Avenue, de Luis R. Santos, reúne trece cuentos que provienen, la mayoría, de publicaciones anteriores. Estos relatos se comunican mediante cinco elementos comunes al universo narrativo que los contiene: la mujer como sujeto determinante; el hombre como sujeto determinado por la acción femenina; la ciudad como espacio de interrelación de los narradores; la búsqueda del progreso material, y el viaje como intermedio para esa realización material.
En este libro el sustrato de la realidad deviene en relatos donde la vitalidad se expresa desde sus manifestaciones sórdidas. Esta característica, la de transpolar al relato las expresiones sucias de la realidad, son comunes a la narrativa de Luis R. Santos. Por ejemplo, la encontramos desde su novela Memorias de un hombre solo (2001), edificada sobre la baja cotidianidad de los juegos de azar, pasando por sus cuentos y otras narraciones largas, hasta Sinfonía de las cacerolas (2021), que recrea un relato de una experiencia de la corrupción gubernamental dominicana.
Los cuentos de Mulata de la Lincoln Avenue a menudo coquetean con la mujer en su versión estética y moral de femme fatale. Cuando no, la feminidad es la detonante de la fábula. En el cuento “El otro círculo”, que abre el volumen, una voz femenina traza el trayecto que recorre el narrador principal, para comunicarlo con una noción gótica de la realidad. “Días de carnaval” se construye como un grito de venganza contra el padre, desternillado desde la feminidad constreñida en los códigos masculinos. En “Los ojos de mi madre” las decisiones y actitudes de la figura materna gravitan en la vida del personaje central y determinan su destino. “La extraña asesina” recoge la fábula de una doctora que asesina a su marido sin haber tenido ningún motivo aparente. “La invasora” recoge un relato entre mujeres en el que desde el plano psicológico la sirvienta desarrolla un poder que le permite asumir los beneficios del rol de su jefa. “Esta no es tu patria” es un relato construido a partir de la masculinidad, pero en la que gravitan las marcas del primer amor y el viejo rastro de la madre en la memoria del hombre. El cuento “El gran abuelo” se desarrolla desde el punto de vista de un personaje femenino que ha sido formado ideológicamente con las historias del abuelo en torno al genocidio trujillista contra los haitianos en 1937; el destino hará que la narradora invierta el sentido de su historia personal, condenando a su abuelo al fracaso. La mujer queda enredada en las trampas del sino en el cuento “La vida está del otro lado”, en el que la fatalidad del marido marca su destino y compromete su maternidad. En “El cocinero de las piernas hermosas” se presenta a un personaje central masculino que desarrolla todas las habilidades culinarias regularmente atribuidas como roles a la feminidad, para servir a una extraña solterona que al final determina, debido a su inseguridad erótica, por provocar el fracaso del hombre.
De los trece relatos que componen el libro, nos detendremos un momento en una cala de cuatro cuentos: “Tienes que matar al perro”, “María Kodama y yo”, “Mulata de la Lincoln Avenue” y “El chequeador de cartera”. De esta manera observaremos con más detalles cómo funcionan en los relatos de este compendio los criterios antropológicos y funcionales que hemos visto al inicio, así como la forma en que los aspectos temáticos se ponen de manifiesto en el transcurso de sus fábulas.
“Tienes que matar al perro” (1998)
Esta es una historia triste y de marcas escatológicas, movida por el dictamen de una mujer. El sujeto central es un hombre que guarda una profunda relación de cariño por su mascota, un perro mañoso que realiza todas sus necesidades fisiológicas en el interior del apartamento. La esposa, harta de las suciedades del animal, le impone al marido la tarea de matar al perro. La ejecución de este mandato se torna compleja, debido al vínculo afectivo que existe entre el hombre y el animal. El final, sumamente sorprendente, enfrenta al receptor con el personaje de la mujer, quien se dispone a intensificar sus exigencias sin tener una idea del desenlace trágico que ha provocado su imposición.
“María Kodama y yo” (2008)
Este cuento fue galardonado en el Premio Juan Bosch 2007 de Funglode. La fábula se centra en el intento de relación entre un aspirante a escritor, admirador de Jorge Luis Borges, y su viuda María Kodama. Aquí el autor se expone, talvez de manera inocente, a la posibilidad de que la viuda lo demande; no por trazarla como personaje de cierta coquetería, sino por el simple hecho de utilizar el nombre de Borges. En fin, el sujeto masculino organiza un ambicioso plan para conquistar a Kodama. Sin embargo, su proyecto fracasa con una simple decisión de la viuda, que termina por llevarlo a la locura.
Hay una parte de este cuento en que el autor, conscientemente comulgando con un criterio de Borges, aborda el vínculo entre relato y realidad:
La historia que pretendo contarles tuvo su origen en Miami, lugar en donde vivo; o tal vez se originó en otro lugar y en tiempos lejanos; lo que sí puedo aseverar y dar testimonio es de que la historia ocurrió; o pudo haber ocurrido. (Santos, 2022, p. 84)
“Mulata de la Lincoln Avenue” (2012)
“Mulata de la Lincoln Avenue” es un cuento que cumple la función de mise en abîme en el libro. Para Lucien Dällenbach (1977) la mise en abîme es cualquier espejo interno que refleje toda la historia por reduplicación simple, repetida o engañosa. Esta categoría, tomada de la heráldica por André Gide (1948), marca una narración que contiene los elementos más comunes al conjunto de un grupo de relatos reunidos en un mismo volumen. En este cuento aparecen los elementos comunes al universo narrativo del libro: la mujer como sujeto determinante, el hombre como sujeto determinado, la ciudad como espacio de interrelación, la búsqueda la realización material y el viaje como intermedio de esa realización. Este relato recoge la historia de una mujer que se prostituye en los bares de la avenida Lincoln en busca de un príncipe azul que le permita alcanzar el triunfo económico mediante un viaje al extranjero. El resultado será un contraste en que el sueño se torna una pesadilla.
“El chequeador de cartera” (2022)
“El chequeador de cartera”, inédito hasta el momento de la publicación de este libro, es un relato en que el humor juega un papel esencial. La fábula se construye en torno a tres elementos: los propietarios de una casa, que son una pareja de popis desalmados, un sirviente dominicano que planifica un robo y una sirvienta haitiana que determinará el giro de tuerca de la historia. Este relato recuerda que el lobo es el lobo del hombre, y que los hombres parecen conformar la única manada en la que los miembros se traicionan regularmente entre sí sin importar su vínculo vertical u horizontal.
III. Relato y vida
En suma, la antología personal Mulata de la Lincoln Avenue, de Luis R. Santos, presenta un conjunto de cuentos en que el relato extrae y cristaliza episodios de la vida. En su estructura se resalta la economía textual, ya que no se desperdician cadenas lingüísticas en aspectos ajenos al trazado del esqueleto del relato. Tampoco se desarrollan personajes y componentes que no cumplan un rol esencial en el esquema narrativo. En su decantación, estos cuentos nos muestran un reflejo de la dominicanidad que se desplaza en la búsqueda del progreso material, determinada -en esta ocasión- por los detonantes establecidos por los personajes femeninos. Este conjunto de textos invita a aproximarnos a la forma en que la realidad y el relato se vinculan de manera dinámica, para que la vitalidad sea transportada más allá de la experiencia temporal en la que establece su fugaz instante de realización.
Referencias
Dällenbach, L. (1977). Le récit spéculaire: Essai sur la mise en abyme, Du Seuil.
Gide, A. (1948). Journal 1889-1939. Gallimard.
Paz, O. (1982). Las peras del olmo. Seix Barral.
Paz, O. (1987). Árbol adentro. Seix Barral.
Santos, L. R. (2022). Mulata de la Lincoln Avenue. Amargord.