La felicidad y el estado poético
¿La felicidad es lo mismo que el placer estético y el estado poético? ¿La poesía nos llevaría al nirvana hindú, al paraíso de los cristianos?
Quizá estas preguntas parezcan desaforadas. Ahí estaría el desafío, el tránsito a la reflexión… ¿No ha sido siempre una actitud moderna de humanos la explicación de todo por la vía racional? Siempre he pensado que esa actitud es buena, válida, contundente, aunque limitada. Cualquier conceptualización del sujeto, objeto, elemento o posibilidad, que la mente humana conciba de sí mismo y del universo, siempre podría soportar la condición del reduccionismo.
No habría razón biológica, química, física, ambiental, ni de otra naturaleza, para sostener en el tiempo el estado de “felicidad” ni el “placer estético”, por su versatilidad y naturaleza. De cierta manera, la felicidad está compuesta por varios tipos de placeres, es intensa y fugaz. El placer estético es “una satisfacción poética”, un tipo específico de placer que va desde lo leve y tierno a lo intenso, y tiene en común con la felicidad, la fugacidad. Tiene su morada en el yo y la conciencia. En cambio, el estado poético, es un tipo de placer leve, tierno, armónico, extenso en el tiempo y es superior al placer estético en todas sus dimensiones ontológicas. Es un estado de la supraconciencia. Se expresa en el equilibrio de las cosas, en el espacio y en el tiempo. Resulta de actos de relaciones micro y macrocósmica entre el individuo y el cosmos, con energía vital, intensa y continúa.
Immanuel Kant (1724-1804) sostenía que “la satisfacción poética” se trataba de una, de tipo contemplativo, que se obtiene a partir de las formas de las cosas y que era una finalidad sin fin. El placer estético es un tipo de satisfacción poética. En el estado poético, el placer es trascendente, es más duradero como ya hemos expresado. Es cuando, en cualquier cosa y momento, se descubre, se crea y se vive en poesía.
Alcanzar el estado poético podría ser el culmen de la poesía, la realización personal, en el sentido de la existencia material y espiritual. Nada de esto sucediera sin en el plano individual y cósmico no existieran las vibraciones.
La naturaleza de las vibraciones
Mandred O. Koeppel (1937-?) en su libro El universo te está ayudando para vivir mejor (2021)[1] trae una cita de Albert Einstein que dice: “toda la vida está hecha de vibraciones, la física cuántica también dice que todo es igual y vibra”. Partiendo de ese juicio, las vibraciones no solo son producidas por reacciones de la materia, que es un tipo de energía de densidad considerada débil, sino por otros tipos de fuentes. El entramado vibratorio se da por la producción de ondas mecánicas, electromagnéticas y gravitatorias. Por ejemplo, desde un individuo que está constituido por órganos, y sucesivamente, por tejidos, células, moléculas, átomos, partículas subatómicas; todas con cargas vibratorias o de movimiento según su dinámica atómica, aunque no sean considerados como materia y energía.
¿Cuáles fuentes producen las vibraciones que son capaces de construir el placer estético y el estado poético? Al escuchar un tipo de música, ¿todos la percibimos de la misma manera? Infiero que no. Nadie entra en un nivel de emisión de ondas electromagnéticas en su cerebro al mismo tiempo, por más especializada que fuera la melodía.
Todas las vibraciones y conexiones obedecen a la naturaleza de los estados de la materia y la energía. La complejidad de las percepciones y sensibilidades construyen la naturaleza de las vibraciones y conexiones. No es extraño que las ciencias de la educación y la psicología hayan demostrado que mientras más sentidos perceptivos se utilicen al mismo tiempo, mejores son los aprendizajes. Resultan ser más significativos. Si escucha un tipo de pieza musical y observa imágenes en TV de personas danzando y usted también danza al unísono, la experiencia para su disfrute y aprehensión es más efectiva al construir una memoria musical melódica de esa pieza, porque en el acto utiliza un mayor número de órganos perceptivos. Cada quien vibra en diferentes frecuencias y amplitudes, pudiendo verificarse un ejercicio creativo de producción de sinestesia, que en literatura es un tipo de metáfora especializada.
Dije sinestesia y su concepto lo encuentro bien interesante. La palabra sinestesia proviene del término griego aisthesis, percepción, y literalmente significa “percepción unida” (syn = “unido”, “junto”). O sea, percepciones juntas. El nivel de sensibilidad, con estados bioquímicos y eléctricos, cerebro-corporal en armonía, unido al estado de alerta, favorece las construcciones de imágenes metafóricas como la sinestesia. ¿Cómo así? Se produce una especie de transducción, que es la transformación de un tipo de señal sensorial en otra de distinta naturaleza, es como una señal eléctrica en el sistema nervioso o como se define en biología, que es el proceso mediante el cual las células convierten una señal o estímulo en una respuesta (para la poesía literaria, la sensación de placer estético o estado poético se realiza en la creación del lenguaje a nivel cerebral por medio de códigos lingüísticos).
Junto a la transducción es importante conceptualizar sobre el término transmutación, el cual está relacionado con la alquimia, física y química. El pionero de la transmutación molecular lo fue Ernest Rutherford (1919) cuando realizó el experimento de un bombardeo de un átomo de nitrógeno con partículas alfa de alta velocidad. En aceleradores de partículas atómicas se realizan especies de transmutaciones, para alteración de núcleos atómicos. Un ejemplo de una transmutación es la alteración de protones en los átomos. La idea es que si un metal tiene tal número de protones, y otro tiene un número menor, se reducen los protones y se convertiría en el segundo metal. De ahí que los alquimistas, físicos y químicos tenían la idea de que un metal podría convertirse en otro, especialmente en oro, según la tradición. Las ideas de los alquimistas eran la aplicación de principios de métodos que llevaran a la materia imperfecta hacia un estado de perfección, incluso llegaron a penar en la obtención de la piedra filosofal.
Existe una especie de transmutación alquímica definida por creencias y prácticas espirituales u ocultistas, que sentaron sus bases en tradiciones ocultas de donde proviene el término de hermetismo, atribuido a Hermes Trismegisto, una deidad grecoegipcia, de carácter sincrético, y legendario alquimista, el cual influyó en movimientos ocultistas, gnósticos y teosóficos. La transmutación, desde algunos planos espirituales, ciertas creencias y religiones, es definida como ese cambio interior del individuo humano que se acerca a Dios y se aleja de lo dañino.
Además de transducción y transmutación, traemos el término transfiguración. Inmediatamente, el vocablo nos remite a los textos bíblicos relacionados con la revelación por medio del cambio de forma de la identidad de Dios en Jesucristo (Ver Lc 9:28-36, Mt 17:1-9 y Mc 9:2-8). Pongamos, como ejemplos, los versículos de Lucas 9:28-29. “Y aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar”. “Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido, blanco y resplandeciente”. Algunos utilizan el término transmutación de igual manera que transfiguración. O cuando refiere Mateo 17:1-9 (RVR 1960) que Jesús se “transfiguró” delante de Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Dice que su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.
Desde ciertas disciplinas, creencias, conocimientos, filosofías y conceptualizaciones, existirán diferentes explicaciones. La transfiguración de Jesús podría ser descrito como un fenómeno mágico, religioso, sobrenatural, mítico, místico, extraterrenal y científico. Cabe todo, o casi todo. Ahora, leamos la pregunta: ¿Esa transfiguración antes aludida de Jesús, ese rostro resplandeciente y esos vestidos de luz, son el resultado de una transmutación a partir de una intermediación de fotones?
Existe la teoría de que cuando Moisés, guiando al pueblo de Israel, por el asedio del faraón egipcio, fue a cruzar el mar Rojo, con su báculo (por obra de Dios), dividió el mar en dos, hizo tierra seca para que los israelitas pasaran. Por la acción del báculo (o de Dios). ¿Se generó en el agua una división de las moléculas del agua? Hay versiones que van mucho más lejos de un acto divino, sobre la división de las aguas en el mar Rojo, incluso una que dice que ese mar se dividió por una acción de una nave galáctica.
Las reacciones de nuestros lectores podrían ser, desde considerar lo anterior dicho, como algo absurdo, desborde de la imaginación, anticristianismo, confesión atea y otras. Esas serían percepciones conceptuales que podrían producir conclusiones desechables. Lo harían porque, precisamente, lo anteriormente expuesto no está probado y, si no lo está, no queda más remedio que la explicación de su origen divino. Aquí hay otro problema de la lógica científica: lo divino suele ser antítesis de la ciencia, porque se da por fe, por creencia, sin necesidad de explicación alguna. Sin embargo, contradictoriamente, hay científicos que cada vez acercan más la ciencia a un dios, o Dios.
Preguntarán mis lectores, ¿a qué vienen estos temas si estamos tratando de poesía, de su tránsito o culmen a lo posible? Recuerden, que el interés del presente texto no es asumir posiciones fácticas sobre el fenómeno estudiado, a pesar de que la poseemos, sujeta no solo a orillar sus esencias, sino penetrarla en caso de que exista, tampoco se descarta la posición de negarla al estilo existencialista en pos de explorar posibilidades. Si no llegamos a ninguna parte en el presente texto, al menos ganamos porque se puso en práctica el ejercicio del pensamiento. (CONTINUARÁ).
Domingo 5 de mayo de 2024
[1] Koeppel, M. O. (2021). El universo te está ayudando para vivir una vida mejor. Amazon Digital Services LLC – KDP Print US.
Virgilio López Azuán en Acento.com.do