Vivimos, como otros tiempos de la historia, un momento difícil a nivel de los conflictos internacionales y su impacto inmediato sobre la economía mundial y de seguro, en las precarias economías de muchos países que no gozan de un colchón financiero que les permita resistir los embates de precios y la carestía de alimentos e insumos que provienen de determinados centros de producción mundial.
Quizás este mismo artículo escrito antes de 1914, que terminó con la declaración de la Primera Guerra Mundial que costó más de 17 millones de muertos y desajustó la economía del mundo, podría ser preludio de lo que se gestaba en los centros de poder de ese momento. Tal vez, si este artículo hubiera dado su aparición antes de 1939, cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, también hubiera tenido la misma vigencia que la anterior de 1914.
Este artículo aparece hoy en julio del 2022, tiene las mismas razones de las anteriores circunstancias, claro, con sus diferencias y con protagonistas diferentes y justificaciones igualmente diferentes, pero insisto en pensar que las razones de fondo, las causas estructurales de estos hechos que desarreglan de manera gravitante el curso de la historia, son las mismas, con el perdón de sus abogados y argumentistas, que solo defienden intereses económicos y políticos, por eso este escrito habla de geopolítica, que no es más que el posicionamiento en el escenario del mundo, de la política y la economía de un país o conjunto de países.
A cada generación de esta historia que apenas cuenta algo más 100 años desde 1914, le ha tocado, no solo sobrevivir, sino participar en esta recomposición del poder político-económico y poner sus muertos, que, por cierto, no son los auspiciadores que se sacrifican, son sus pueblos, sus gentes y muchos inocentes que se los lleva el vendaval irracional de la guerra, con temor a equivocarme, este período de la historia, ha sacrificado más 80 millones de personas en estas guerras hasta la actualidad.
No auguro catástrofes producto de la situación actual, la de 1939 a 1945, costó más de 50 millones de muertos, pérdidas incalculables material y económica, y una gran herida a la humanidad. Luego la Guerra Fría se encargó por más de cinco décadas, de darle continuidad en el tiempo y que prolongó sus razones, las del poder económico y político mundial. Entre ambas guerras y en menos de 60 años, perdimos más de 70 millones de seres humanos, sin sumar los otros costos.
Hoy vivimos tiempos de guerra de nuevo, austeridad, sacrificios y lucha de nuevo por el control y la hegemonía de unos contra otros de los poderes del mundo. Las razones siguen siendo por demanda de cuotas de poder, recomponer los centros de hegemonía que luego de cada conflagración quedan con nuevos liderazgos mundiales, económicos y políticos.
Hablamos hoy de un nuevo orden mundial que desplazaría a quienes han estado al frente de la economía y la política mundial, los Estados Unidos y sus aliados de la Unión Europea. El costo lo pagaremos los pueblos, envueltos o no, en esta recomposición de poder.
No sé si resultará tan fácil las predicciones de reordenar el poder mundial desde otros centros de la geopolítica mundial, y que no sea pagando la humanidad un precio alto, no ellos, los líderes mundiales, los pueblos, los desconocidos, los ignorados, los de a pie, y los utilizados en estas luchas de poder como escudos, cuya confrontación solo termina cambiando los líderes y los países involucrados.
Después que suceden los hechos, todo se reorienta a partir del interés y la imposición de quien queda finalmente al frente de esa lucha una vez terminen los combates y las batallas, algunas muy dolorosas como vemos hoy entre Rusia y Ucrania, otras menos dolorosas como serían la de naturaleza económicas y políticas, la de procedencia bélicas, siempre serán sangrientas, y de alto costo para la humanidad.
No se trata de estar cansados del poder norteamericano, y favorecer a otro centro de poder que, como todo poder político, social, económico, militar e ideológico, vendrá con sus fórmulas para poner al mundo de rodillas a sus intereses y estrategias de control, pues no se trata de ordenamientos místico, que tampoco dejan de ser violentos, sino político y económico.
Reflexionando sobre el modelo de la globalización, podría resultar interesante redefinir sus alcances, pero me pregunto, si la economía ya es un tejido tan bien sellado, que es interdependiente, podría generarse, ante una ruptura de su sistema, un gran desconcierto o tal vez beneficios de su grieta, pero no deja de ser una especulación futurista de la historia y el devenir, como ejercicio intelectual.
Lo cierto es que vivimos momentos cruciales para la humanidad, al que añadiría el cambio climático y sus efectos en el equilibrio ecológico, productivo y climático que, podría ser una variable que influya en los planes de un nuevo orden mundial, pues cada vez son más recurrentes sus advertencias y menos consideradas sus amenazas.
En mi asiento, y observando lo hechos, me veo fuera de esas luchas, pero al mismo tiempo siendo un instrumento de ella. Pensar el futuro hoy deja dudas, brumas y preocupaciones, podría ser que, ante los riesgos, el poder mundial se recomponga sin grandes heridas, pues la fragilidad de un poder absoluto es cada vez más evidente, por tanto, esperemos, sin grandes expectativas, que nos trae en lo inmediato, como esperanza esta lucha de poder que amenaza la paz mundial.