Frente a la nueva ola de adeptos que se suscriben a la idea de sabotear la próxima Feria Internacional del Libro de Santo Domingo 2023, creo preciso que también se sumen voces que contraargumenten e insten a la reflexión.
Entiendo que las causas que abrazan los firmantes del llamado a boicot pueden calificarse como justas o nobles.
Entiendo el sagrado derecho de la protesta y la urgencia de enmendar lo que se juzga incorrecto.
Entiendo el flamante anhelo de reivindicación que alienta su lucha.
Ahora, pienso que obstruir el desarrollo de uno de los eventos culturales más importantes de República Dominicana puede ser tan dañino e injusto como las razones que se denuncian.
Creo que los que llaman a boicotear la Feria Internacional del Libro no son plenamente conscientes de lo que significa esta fiesta del libro en un país plagado de analfabetismo, carestía y vulgaridad.
¿Cómo impedir que se celebre el instrumento que suscita el desarrollo de espíritus críticos y edificantes?
¿Cómo privar a un pueblo de esa fiesta que le acerca a la orfebrería de las letras y su poder?
Creo firmemente que la Feria Internacional del Libro no es el escenario para manifestar las demandas (que pueden ser loables, que pueden ser buenas) del colectivo denunciante. Hay otros contextos, otros caminos; otras maneras que pueden ser más incisivas y determinantes. ¿Por qué no apostarse frente a las entidades responsables de aquello que señalan? ¿Por qué no colegir en desarrollar o dar continuidad a proyectos que busquen soluciones definitivas a sus exigencias? ¿Por qué no rebelarse con literatura?
No deben pagar las personas ceñidas por ámbitos de corrupción y marginalidad que solo llegan conocer el libro a través de este evento.
No deben pagar quienes celebramos con recitales, presentaciones y decenas de actividades (que se organizan con abnegación, sacrificio y esmero) la magia de la lectura y la escritura.
No debe pagar el tan difícil y escaso mercado del libro, que en este país siempre ha estado relegado a las sombras, y que puede florecer con fuerza en este espacio; mercado que, dicho sea de paso, supone un auténtico acto de valentía el intentar sacar adelante.
En definitiva, creo que la XXV Feria Internacional del Libro de Santo Domingo 2023 no debe ser una víctima más de la cultura de la cancelación, tan en boga en esta época de posturas condenatorias y radicales, porque dicha cultura atenta contra todo aquello que representa el libro, que es arte y sabiduría; pero, sobre todo (y lo más hermoso), libertad de expresión.