Este es el último libro que publica Eloy Tejera. Un libro, de entrada, que sorpresa nos guarda. Para iniciar, se trata de una mixtura de género: narrativa, ensayo, así como otros subgéneros que salpican estos dos primarios. En él se abordan variados temas o asuntos, sin embargo, adquieren trascendencia estos tres: la realidad dominicana y, sobre esta, una reflexión de la lengua, segundo asunto, y tercero, el ejerció de la escritura que contempla literatura.  El conjunto y las individualidades, levantado desde la experiencia, considera esta, a su vez, como lo vivido, desgajado por los sentidos. Lo leído se sostiene por el ejercicio mismo de Eloy como periodista y como escritor de textos imaginarios.

Señalo de umbral, que este libro fluye, andan las líneas, los párrafos, el texto entero sobre una sintaxis coherente, limpia, sin tropiezos ociosos, procurando siempre hacer honor a lo que hace y predica: la búsqueda de una comunicación viable hacia los distintos lectores que caminen en una específica dirección. Obsérvese el desplazamiento de las palabras, cómo se anillan para precisar esta declaración de su propia escritura:

"El escritor, lo que busco de ser, trabaja con palabras y debe conservar la misma sencillez y el mismo cuidado de aquel que amasa el pan. Escribo la palabra ´´llueve´´ y trato de sentir el peso de la misma." (Pág.81)

La normal sintaxis en la que predomina el orden de las oraciones que enhebran el párrafo, aquí se asienta y se siente y la declaración de principio de la mecánica de su escribir, la captamos con el menor esfuerzo atencional:      

"A veces tengo la sensación de que cada tecla que doy es un empujón más hacia el olvido." Pag.23

Eloy Tejera.

Este libro ancla en un asunto dominante de su vida, y de tantos, y que se desgaja en otros temas o asuntos colindantes o paralelos: la escritura desde la muy personal experiencia. Y subraya, en los mismos inicios del escrito, un hecho lingüístico que, generalmente, se salta, que consiste en la relación espacio de vivir y el uso del lenguaje, esto es, la relación que existe entre la patria y el lenguaje, y para ello acude a una ejemplificación muy propia; la vida que le correspondió a sus años de estadía en la ciudad de Nueva York. Y pudo ahí comprobar, a fuego vivo, que entre lengua y país existe una relación intrínseca. Relación inviolable, pues es de naturaleza el vínculo. Así lo consigna:

"Durante toda mi estadía en la ciudad de Nueva York nunca pasé un día sin que sintiese esa extraña náusea de sentirme fuera de sitio, extranjero, que no pertenecía allí, y que nunca pertenecería."

Suerte de entender esta verdad. Se escribe partiendo desde su espacio vital. Este espacio pertenece al preciso sitio donde se nace, es decir, se restringe, se lleva a lo mínimo, se detiene en ese escaso lugar donde se hizo el primer grito y donde se enunció el primer sonido. Esta es una conexión ineludible que se lleva por siempre, no como un estigma, sino como una gracia: ser siempre de donde se es.

El mismo escritor, Eloy Tejera, lo declara en el siguiente escrito:

"Para escribir con cierta holgura se necesita esa savia que solo proporciona la patria en su sentido más hondo. Y esta idea la reitera con esta expresión: alejarse de la patria es perderse en la lengua ajena."

Estas reflexiones, que hace Eloy Tejera, ponen en evidencia una escena, una realidad lingüística que emerge exactamente de lo más íntimo de la tierra, que es el ritmo, el tono de un país. Cuando se vive fuera de su país, el otro advierte en uno una particularidad del ritmo, una curva melódica: la conformación de los acentos que va acentuando esa realidad lingüística que todos llevamos por haber nacido en este sitio, y vivimos inmersos en él.  Nos damos cuenta que hay un ritmo, un tono que le corresponde a los habitantes de todos los sitios ante una realidad fonética morfológica y, en este texto de Eloy, queda atenuada en la cotidianidad, cuando vivió fuera del país y lo expresa de manera muy certera.

Y termino esta nota, la que cubre muchos pormenores del tema central, la escritura, comentando el primer párrafo de Querida escritura:

"Miro el sintetizador que compré en New Jersey y que hace semanas no toco, Está desconectado, por la música, que mal improviso, no ha invadido el aire. Sucede así cuando no escribo, que un tipo de sonido no aterriza en la página. La casa ha empezado a ser invadida por el silencio, se han ido a la cama quienes habitan conmigo, y una sensación extraña me acorrala al escuchar varios perros ladrar a los lejos y el sonido de los neumáticos desplazarse por el asfalto, llevándose el ruido y dejando atrás una bella tranquilidad." (Pág.3)

Aquí impera la narración desde un ángulo de primera persona singular, que remite al yo del autor, quien asume el protagonismo de su escrito desde yo y desde sus experiencias, prevaleciendo lo biográfico por encima de las otras referencias expositivas y de las argumentaciones teóricas. Es lo vivido, lo experimentado, lo sufrido y gozado a la vez, el yo henchido de vida y oficio, pero desde la palabra, desde el lenguaje vital de la vida humana y de la escritura, espacio donde ese yo, Eloy Tejera, se hace pleno, realmente humano.

José Enrique García en Acento.com.do