En una buena proporción de ciudadanos prevalece la idea de la Fundación de la República Dominicana como la acción que Mella disparó el trabucazo, y todo quedó resuelto en esos momentos. Incluso al mencionar el vocablo «trabucazo» muchos piensan fue una especie de cañonazo, cuando en realidad se trató de un disparo con un fusil corto denominado trabuco. Lo ocurrido la noche del 27 de febrero de 1844 nunca podrá conocerse de modo minucioso, pero sí a rasgos generales. Participantes en la actividad y personalidades contemporáneas nos dejaron sus impresiones de aquel acontecimiento magno en los anales de la historia dominicana. Aspectos que a continuación pasamos a revisar, con la ayuda del legado de esos ciudadanos que conocieron de cerca tan solemne epopeya.
Los haitianos estaban de nuevo divididos desde finales de 1843, en sus eternas pugnas entre negros y mulatos. Era el lapso propicio para que estallará la insurrección en la parte del Este o dominicana.
Afrancesados y trinitarios decidieron concertar una alianza coyuntural, los primeros se apoderaron del control político del movimiento, los segundos lograron mantener el sostén ideológico, la formación de la República Dominicana y esto se tornará irreversible a partir del martes 27 de Febrero de 1844. Ya la fruta de la nueva nacionalidad estaba madura, aunque los afrancesados hicieron borrar el vocablo independencia para anteponer el de separación, que les brindaba una brecha para sus ulteriores maniobras apátridas. Los asistentes a la histórica convocatoria fueron denominados febrerista. El sesudo historiador Alcides García Lluberes definió este concepto:
“Febrerista es en puridad de verdad todo compatriota que contribuyó más o menos importantemente a la proclamación y consolidación de la Independencia Dominicana […]. (Alcides García Lluberes. Duarte y otros temas. Academia Dominicana de la Historia. Santo Domingo, 1971).
El cónsul francés Saint Denys, verdadero jefe de los afrancesados y testigo de las circunstancias que rodearon la efeméride, decía que: “El 27 en la noche fue día fijado para esta audaciosa tentativa. La noticia se extendió prontamente por toda la ciudad. Las autoridades estaban al acecho, la inquietud era general; esperábamos, sin embargo, que el orden no sería alterado”. (Correspondencia del cónsul de Francia en Santo Domingo , 1844-1846. Editada por Emilio Rodríguez Demorizi y traducida por Mu-Kien Adriana Sang. Santo Domingo, 1996).
Eusebio Puello, en su opúsculo Sucesos políticos de 1838-1845, destacó que el punto de encuentro: […] debía ser en los güatiportes detrás del matadero, o séase la Misericordia; fue al recogerse la luna que era como a media noche; para más seguridad del movimiento se habían conquistado los Sargtos. de la guardia del arsenal; de la Puerta de la fuerza y del Conde; en este último punto, estaba también el oficial llamado Martín Girón, los Sargtos. se llamaban Juan Díaz (el Indio) José del Carmen; y Juan Gros”. (editado por Emilio Rodríguez Demorizi en Documentos para la historia de la Republica Dominicana T. II. C. T. 1947).
Venida la noche los conjurados se fueron reuniendo en la Puerta de la Misericordia para partir hacia el Baluarte del Conde, pequeño cuartel a cargo de soldados criollos cuyo comandante de guardia, Martín Girón, estaba comprometido con los potenciales insurrectos.
Ramón Alonso Ravelo, febrerista, escribió unas memorias denominadas Apuntes para la historia (editadas por Ramón Lugo Lovatón en el Boletín del Archivo General de la Nación. Núm. 62. C. T. 1949) destacó que: […] ansiábamos por que llegara la noche. Cuando era las nueve ya había varios en la Misericordia; unos armados, y otros casi sin nada. Lo cierto es que había un gran entusiasmo”. Ravelo anotó que hasta niños como Calixto Mañaná acudieron a la convocatoria.
José María Serra en sus muy importantes Apuntes para la historia de los trinitarios. Fundadores de la República Dominicana (Boletín del Archivo General de la Nación. Núms. 32-33. C. T. 1944), apuntaba que: […] se señaló el 27 de febrero a las 11 de la noche para proclamar el advenimiento de la República Dominicana”. Añadiendo en aquellos momentos:
“Creíamos que el número de los concurrentes sería mayor, pero desgraciadamente éramos muy pocos.- Comprometida la situación, dijo Mella, juguemos el todo por el todo; y disparó al aire su trabuco. Marchemos pues!”.
El cónsul francés Saint Denys, reportaba que los criollos:
[…] tenían una decisión inquebrantable; y como habían anunciado, la señal fue dada a las 11 de la noche por una descarga de mosquetería tirada al aire. Una media hora después la ciudad respondió con dos cañonazos tirados en señal de alarma. Cinco piezas de artillería cargadas de metralla fueron apuntadas al mismo tiempo en las calles que desembocaban en la plaza”.
El historiador haitiano Thomas Madiou, que vivió en la época, coincidió con la hora del inicio del estallido, cuando asentó en su Historia de Haití que los dominicanos: […] esperaban que sonaran las once para proceder”.
Ravelo estimo las 10.30 de la noche la hora escogida, aunque parece de mayor consenso las 11 p.m. cuando se hizo un disparo inicial, a cargo de Mella. Eusebio Puello ofreció una versión diferente en torno a las circunstancia que originó el tiro:
“Estando ya reuniéndose la gente detrás del matadero, Ramón Mella, no se que iba a hacer con su trabuco, y se le fue el tiro; y eso contrarió un poco el movimiento, pues lo convenido era tomar la puerta del Conde y destacar una fuerza que fuera a apoderarse de la puerta de la Fuerza y arsenal, pero al disparo de Mella se alborotaron los haitianos y se pusieron sobre las armas, y no hubo más remedio que apoderarnos del Conde y hacernos fuertes allí”.
(El historiador Lugo Lovatón, manifestó que el arma era una escopeta recargada, de las denominadas «cerbatanas» de aire comprimido, en vez de pólvora. Ramón Lugo Lovatón. Sánchez. Biblioteca Dominicana. C. T. 1947). Cayetano Armando Rodríguez en su obra Geografía de la isla de Santo Domingo, afirmó que Idelfonso Mella Brea, hijo del prócer, le confirmó que la escopeta quedó destruida en un incendio producido en su casa).
Accidental o no, el disparo de Mella fue el detonante; los insurgentes se agruparon en la Misericordia (detrás del Matadero) y avanzaron hacia el Baluarte del Conde, como estaba previamente convenido. Asaltar la fortaleza La Fuerza (Ozama) solo lo menciona Puello, sería una acción muy arriesgada, se concentraba allí el grueso de las tropas haitianas. Además el operativo consistió en controlar el área del baluarte y del puerto, dejando a los haitianos aislados en la fortaleza de La Fuerza. Ramón Alonso Ravelo, describió su relato de la hora cero del siguiente modo:
“Reunidos allí y ya como a la diez y media marchamos para el Conde todos los que allí había, con el propósito de separarnos de los haitianos. Así, en grupo, marchamos para el Conde, nos apoderamos de las armas que allí había. Era nuestro el oficial del puesto”.
El historiador nacional José Gabriel García, aunque era un adolescente, también conoció estos acontecimientos por su cercanía con la época; refirió en su Compendio de la historia de Santo Domingo que Manuel Jimenes (futuro presidente de la República) había logrado comprometer con el movimiento al teniente Martín Girón, jefe militar del Baluarte del Conde. García anotaba que tras la salida de la Misericordia:
“Al llegar los primeros grupos a la Puerta del Conde, trató de hacer armas contra ellos el sargento Juan Gros, que lo era de la guardia, pero contenido por el teniente Girón, se adueñaron del puesto sin un tiro, procediendo enseguida José Llaverías a abrir la puerta con una bayoneta, para dar entrada a la gente de la villa de San Carlos que conducía Eduardo Abreu […].
Varios se refieren al incidente al llegar al Baluarte del Conde cuando se produjo cierto forcejeo entre el sargento Gros y los rebeldes, el teniente Martín Girón, jefe del cuartel ordenó entregar el puesto a los insurrectos. Fue abierta la Puerta del Conde, que era cerrada en horas de la noche y llegaron los refuerzos provenientes del pueblo vecino de San Carlos, dirigidos por Eduardo Abreu (en el hoy barrio de San Carlos, el parque lleva su nombre, al igual que una calle). Tomás de la Concha recibió una herida accidental en una mano.
También recibieron refuerzos de Pajarito (Villa Duarte) que cruzaron una barca (yola). José Gabriel García acotó que la barca se hizo atravesar varias veces el río Ozama para que los haitianos que observaban desde el área de la Fortaleza de La Fuerza (Ozama) que visualiza el río, pensaran que el número de tropas era mayor. Añadiendo que Carlos García e Hipólito Reyes fueron los encargados de trasladar a los comprometidos que procedían de Pajarito. Agregó se hicieron algunos disparos innecesarios en la Capitanía del puerto, que provocaron la muerte de uno de los marinos que estaba de servicio. Saint Denys también reporta esa muerte. María Baltazara con un fusil se destacó en esta zona y amaneció de servicio en el Fuerte del Angulo, hoy ubicado en la avenida del Puerto Francisco Caamaño. Baltazara era la madre de Juan Alejandro Acosta, que había sido responsabilizado del operativo militar en el puerto. José Gabriel García continuando lo relacionado con el río, puntualizó que: “Inmediatamente establecieron guardias en las puertas de la Atarazana y San Diego […].
José María Serra relató la importancia del operativo sorpresa y como estaba cubierta la retaguardia en los puntos exteriores de Haina y Santa Cruz (La Barquita):
“Podía decirse que el gobierno no había acuartelado la tropa, sino que estaba preso. Los puestos militares, Haina y Santa Cruz, los teníamos interceptados, y los cuerpos de guardia de la ciudad estaban desamparados unos, y otros ocupados por nosotros”.
Los haitianos quedaron limitados a la Fortaleza de La Fuerza. El historiador Ramón Lugo Lovatón haciendo un cotejo de los informes de todos los participantes en los ajetreos revolucionarios de esa noche, publicó un listado de 174 participantes.
José Gabriel García describió lo acontecido tras el control del Cuartel del Baluarte por los dominicanos:
[…] acto continuo fue desarrajado el almacén de pólvora, que estaba situado entre los baluartes del Conde y de La Concepción, y con los artilleros que había entre los pronunciados alistó al teniente Angel Perdomo las piezas de cañón que estaban montadas arriba del fuerte, se pusieron centinelas avanzadas en todas las direcciones, y se tomaron otras medidas que les permitieran mantenerse a la defensiva en caso de ser atacados, pues tan pronto como se percibieron del movimiento, corrieron las autoridades a La Fuerza y acuartelaron las tropas comenzando a tomar medidas para sofocar la insurrección”.
El Baluarte de la Concepción es la ruina que está antes del Cuartel de Bomberos. Sobre la activación de la artillería ubicada en esa zona, José María Serra acotó:
“Pusiéronse en un momento en servicio dos cañones: los demás encontráronse acusando el abandono en que tenían: ni siquiera se encontró estopa.- Hagamos tacos con escobitas, dijo Angel Perdomo y en un momento recogimos alrededor de la muralla toda la que pudimos necesitar”.
Controlada la situación en torno a los Baluartes del Conde y La Concepción, se realizó el acto de elevar en el Baluarte la bandera dominicana, los comentaristas citados no se refieren a este hecho. Sánchez en un manifiesto crucial el 20 de enero de 1861, cuando se disponía a regresar con las armas en las manos a combatir la proyectada anexión a España, advirtió le correspondió izar la bandera el 27 de Febrero, al manifestar que fue: […] el instrumento de que se valió la Providencia para enarbolar la primera bandera dominicana” (Emilio Rodríguez Demorizi. Acerca de Francisco del R. Sánchez. Academia Dominicana de la Historia. Santo Domingo, 1976).
Eusebio Puello indicó que su influyente hermano José Joaquín, previamente había recomendado se usara la bandera haitiana para evitar se confundiera el movimiento con una actividad procolombia, agregando: […] más uno de la reunión dijo: le pondremos una cruz blanca, y la ocurrencia fue aceptada”. La reunión se realizó el día 26 en la casa de Jacinto y Tomás de la Concha. La bandera no tenía escudo. La idea de la bandera es un tema polémico, se atribuye en primer orden a Duarte de acuerdo al juramento trinitario rescatado por Félix María Ruiz, Félix Mariano Lluberes (baecista) la asigna a Sánchez, se menciona a Juan Nepomuceno Ravelo y al banilejo José A. Billini.
Los dos modelos de escudo de armas confeccionados en ese año no se integraron a la bandera, esta como la definió Eusebio Puello sin los colores azules y rojos alternados. (las constituciones de Santana de 1844 y 1854 solo se referían al pabellón mercante sin escudo, de igual modo la de 1858 en Moca. Es la de 1865 cuando Cabral que se incluye en la bandera el escudo de armas, con la conceptualización de pabellón de guerra). La bandera del Baluarte se confeccionó a cargo de Concepción Bona y María Trinidad Sánchez, esta última estaba presente en el lugar de los hechos.
José María Serra explicaba que mientras se empeñaban en organizar la defensa en el área que se habían atrincherado:
“Ocupados de todos estos trabajos estábamos cuando se presentó una ronda de a caballo. Era el hijo del general haitiano Riviere. Al echarle el quien vive? y mandarle el centinela hacer alto! volvió riendas, descargó su pistola sobre la avanzada y partió a escape. Poco después tres tiros de alarma se oyeron en el cuartel, que fueron repetidos por otros tres en nuestro fuerte, en donde sin cesar cada momento acrecía el número de los que venían para responder al santo llamamiento de la patria”.
Ramón Alonso Ravelo, en su opúsculo también menciona este episodio:
“Posesionados ya del Baluarte, a eso de las doce se presentó el General del Distrito, en compañía de Adolfo Nouel y de otros personajes. Al reconocerlo le hicieron fuego, saliendo estos a escape en sus caballos y se fueron a La Fuerza. Apoco rato tiraron los haitianos tres cañonazos y tocaron generala, señales de alarma. Esto intimidó un poco a la gente y algunos se fueron y otros vinieron después de los tiros. […]
El historiador Ramón Lugo Lovatón quien estudio de modo minucioso este tema, sintetizaba la correlación de fuerzas después de los movimientos militares en la noche del 27 de Febrero:
“En la madrugada, el estado de la revolución era el siguiente: dominaba en los fuertes más importantes, la Aduana, la Oficina del Puerto, el Polvorín del Oeste, Pajarito, San Carlos y poblaciones más cercanas. “El Gobierno, como dice García, estaba reducido a La Fuerza”.
Ravelo recogiendo relatos de los adversarios, que obviamente se obtuvieron luego, resaltaba que el gobernador haitiano Henri Etienne Desgrotte:
“Al oír los tiros en el Conde, Desgrotte mandó a llamar al Coronel Santillán, jefe de la Artillería. Este dijo a Desgrotte que esperara al día para ver que pabellón enarbolaban en el Conde. Al amanecer se subió el coronel al Homenaje con los anteojos y bajó inmediatamente diciendo al General: “Yo no tiro contra esa bandera”, pues habíamos puesto la misma bandera, circunstancia que motivó el estarse quieto”.
Eusebio Puello también nos presenta un relato semejante de ese instante. En la fortaleza quedaban soldados dominicanos que estaban bajo la jurisdicción directa de los haitianos, pero que tras la negociación se integraron a la causa nacional. Desde lo alto de la Torre del Homenaje en la Fortaleza de La Fuerza, es posible que de día tendrían visibilidad hasta el Baluarte Del Conde, la mayoría de las viviendas eran de un nivel. Ravelo concuerda con la versión que atribuye la bandera utilizada fue similar a la haitiana, pero diseñada con una cruz blanca que posiblemente el coronel Juan Santillana no pudo distinguir bien desde lejos con los anteojos.
Con este incidente cerraban las actividades de la noche gloriosa y se iniciaba un compás de espera hasta el amanecer. Los haitianos estaban aislados en la fortaleza de La Fuerza a la espera de una negociación. Como estampó a guisa de colofón ante la historia José María Serra: “Jamás una noche de los trópicos ha parecido más bella que la que iniciaba una época de esplendor tras de tanto tiempo de calamidades y tristeza”.