Escuché la resonancia de los ecos y en todo instante estuvimos atentos a percibir cierta afinidad en los pasos curtidos por el lodo. Paraula per paraula, el registro de la voz se aproximaba más y más a mi tono de voz como si se tratara de un familiar cercano o tal vez lejano. De hecho, y lo digo con toda la franqueza del mundo, ¿cómo asegurarse del origen y pertenencia de esa voz?

Aplausos, gritos de dolor y rabia, risas, canturreos, carcajadas, aullidos, quejas, sollozos, silbidos. Todo eso y mucho más se escucha en el Darién en ruta al Río Grande.

Marta

“Escuché la voz y en su interior el recuento de un sueño.”

Luis

“En el sueño, vi mareas altas y fuertes vientos. Vi ranas estirando con sus lenguas los ojos de un tirano de viejo cuño.”

Aneudys

“Y en una, me sorprendió escuchar el susurro de una voz hermosa en mis oídos; era el registro de la hora y el día en que el mundo se acabaría: escrito está en el antiguo calendario colgado en mi pared.”

Rosaluz

“Obviamente la tierra y la gente estaban sucumbiendo por igual. En pocas horas la tierra se llenaría de flores disecadas por el olvido.”

Asif

“Obligados a trasladarnos a las alturas de la región norte de nuestras tierras, adherimos en secreto a los ideales difundidos por la resistencia.”

Betilde

“Durante muchos días y noches caminé sola por tierras amargas, hostiles. Caminé y caminé sin parar y al final me encontré tan sola como en un principio.”

Natalie

“Nuestra tarea principal consistía en escribir panfletos y al oscurecer hacer pintadas en las paredes de la ciudad en ruinas con la sola esperanza de que cualquier tarea que pusiéramos en marcha beneficiaria la lucha en contra de los músculos tiránicos que se encargaban de tejer las redes opresivas alrededor de nuestras vidas.”

Taiba

“Nuestras amistades, parientes y vecinos ya habían huido a las montañas.”

Diana

“Recuerdo lo que pasó. En el sueño, vi soldados rubios acompañados de cómplices silenciosos desarraigando árboles y hogares en las tierras del Este.”

Omar

“Por primera vez pude ver mis manos en un sueño.”

Manuel

“Tenía miedo. Miedo de mi propia voz.”

Dougie

“A la edad de quince años continuamos combatiendo al régimen desde nuestras principales barricadas, posiciones y frentes de batalla.”

Chantin

“En el sueño, la voz buscaba refugio detrás de un espejo invisible.”

Aneudy

“¡Ecolecuá!”

Imani

“Obligados a trasladarnos a las tierras altas del Norte, nos involucramos con los postulados secretos diseminados por la resistencia. Nuestra tarea principal consistía en distribuir panfletos mimeografiados y en hacer pintadas en las murallas de la ciudad en ruinas con la esperanza de que cualquier trabajo que pusiéramos en marcha avanzaba la lucha en contra del ejército  muscular y tiránico que tejía redes opresivas alrededor de nuestras vidas.”

Betilde

“En Maracaibo dormíamos a la intemperie. Una noche vinieron a punta de pistola y se robaron todas nuestras pertenencias.”

Rosaluz

“Mi papá quiere que yo sea doctora pero yo quiero ser escritora.”

Dougie

“La espada mutilaba mi lengua materna por el simple hecho de insistir en ser oída, vista y escuchada. Al día siguiente, mis palabras denotaban constancia: me sentí valiente e intrépida  como la brisa. Era la voz de otro ser.”

Acá en el Darién, entre los espejos invisibles del horror y de la muerte, la vida se hace más llevadera en dulce compañía. Cada veinte kilómetros en el camino hay un puesto de trueque donde se pueden conseguir muchas cosas útiles y de valor: mandrágoras, hojas de betel, semillas para los huertos, libros, canela, sal, víveres y frutas (yuca, maracuyá), lápices, maracas, flautas, tambores, kif, diccionarios impresos y hechos a mano, lentes, calcetines y zapatos, sandalias, cremitas para la piel, hoodies y ponchos, gofio, cucharas, mapas, tinta, vetiver, cocos de agua, bastones, naipes, golosinas, hilos y agujas, canicas, relojes, cortauñas, pelotas y garras de metal para escalar árboles, juguetes, bufandas, turbantes y papel.