Los museos como expresión particular de la vida social, de los intereses de la gente, de ser salvaguarda de sus patrimonios y reproductores de valores, identidades y memoria social, su compromiso con la comunidad y la gente de su entorno social y públicos visitantes, se hace cada vez más determinante en la medida en que hoy se entiende a los museos como centros de dialogo, mediadores, espacios de encuentro y promotores de resolución de conflictos, desde su arbitraje cuasi neutro, como lugar de encuentro en que se ha convertido.
Esta nueva manera de concebir el museo, que vaya más allá de la conservación, estudio y puesta en valor de sus colecciones, compromete las gestiones de los museos con programas de inclusión, pues los grupos subalternos, desvalidos, limitados, excluidos o segregados por las razones que fueren, tienen derecho al acceso, disfrute, al placer contemplativo, visual e interactivo con estas colecciones a través de programas de trabajo y museográficos que permitan estos diálogos y encuentros.
Esas acciones se pueden desarrollar al amparo del principio que reza, si tú no vienes al museo, el museo va donde ti, política hoy muy en boga en algunos museos europeos, que dentro de esta nueva perspectiva, promueven la circulación de exposiciones concebidas bajo ese formato de itinerancia hacia esos grupos focales, que haga fácil el desplazamiento de las muestras en formatos variados, digital o físico, y pueda ser presenciada y disfrutada a públicos distintos.
Este programa de inclusión tiene diferentes sectores a impactar, en los casos nuestros es obligado trabajarlo por fase que posibiliten el cumplimiento y los alcances de esta manera de interactuar con los públicos de forma y manera que se extienda hacia estos sectores socialmente frágiles y que solo bajo esta dinámica, el museo les llega a sus comunidades o a sus realidades sociales.
Un programa de inclusión de los museos es más que focalizar temas convencionales de exclusión, pues existen otras formas sutiles de segregación de grupos que deben ser parte de un estudio o de alguna atención
En tal sentido, debemos operar bajo el principio, del cual el estado dominicano es signatario cuando hablamos de políticas públicas de inclusión, en el que se definen estrategias del sector público incluyentes a estos sectores subalternos, socialmente marginados, con limitaciones psicomotrices o de otro índole y de múltiples razones que van desde prejuicios raciales, sociales, de edad, de género, culturales, religiosos o de ciertas limitaciones o capacidades, como igualmente de quienes tienen derechos civiles restringidos.
Como vemos, esta iniciativa de inclusión desde los museos, no es estrictamente un compromiso innovador desde la museografía, sino un compromiso social del cual el estado dominicano es responsable de su aplicación y fortalecimiento y que cada dependencia gubernamental tiene el deber de promover dentro de unas prioridades y formatos previamente discutidos.
Por todo ello, los museos son entes sensibles de este programa de inclusión, pues la Carta Compromiso Ciudadano, obliga al estado igualmente a definir aperturas hacia toda la sociedad como parte de un derecho ciudadano a la cultura, de facilitar accesibilidad a los servicios y los beneficios que el estado ofrece para todos los ciudadanos en igualdad de condiciones.
En aquellos casos en que no son promovidas estas políticas, es deber de sus funcionarios iniciar los preparativos para el cumplimiento con este compromiso y dentro de las políticas públicas, introducir mecanismos, acciones, iniciativas, acordes con estos programas y ofertas laborales y de actividades que vayan dentro de esa visión integral, democrática, participativa, incluyente y con equidad, dirigida hacia todo sector que se sienta ser parte de una realidad social, cultural, racial, o de cualquier otra naturaleza de pertenencia.
Los museos, como espacios democráticos, deben auspiciar igualmente estas políticas como parte de un programa gradual de integración e inclusión hacia estos sectores no asiduos en el espacio del museo, y pueden priorizarse estos grupos frágiles con acciones puntuales, un programa de seguimiento, el diseño de una metodología de trabajo comunitario y de grupos sectoriales, que faciliten estos cumplimientos y compromisos sociales.
Hoy el museo es más que una visita a sus exposiciones, una simple convocatoria, es también un contacto con las comunidades de amortiguamiento que son sus vecinos inmediatos y crear redes de trabajo y de integración que los haga sentirse parte del museo.
Es también el museo, escenario para desarrollar programas para envejecientes, personas pensionadas, juntas de vecinos, jóvenes universitarios, artistas, gestores culturales y de otras actividades, así como, personas con algunas limitaciones sicomotrices o prisioneros dentro un programa que incluya la visita a las cárceles llevando una muestra itinerante de las colecciones (replicada) con explicaciones y que puedan interactuar con los destinatarios de la muestra.
Como vemos, un programa de inclusión de los museos es más que focalizar temas convencionales de exclusión, pues existen otras formas sutiles de segregación de grupos que deben ser parte de un estudio o de alguna atención, ya que cada museo tiene sus necesidades, sus escogencias y prioridades, las que son ya reiterativas, como las rampas o programas expositivos versátiles, y que resultan más frecuentes.
Con una buena programación, un previo diagnóstico de cada situación particular de los museos, incluyendo los no estatales, se podría hacer un plan piloto para impactar de forma conjunta estos públicos que son los mismos para estos museos asociados por territorios y temáticas, aplicando en cada caso, la inclusión que sea la de mayor urgencia.