La irrupción de la 4ta. Revolución Industrial actualmente en curso combina un mundo de oportunidades simultáneamente con un mundo de riesgos y peligros para cualquier población y cualquier nación.
El primer aldabonazo de lo que venía se dio en 1970 con la publicación de El shock del futuro, por Alvin y Heidi Toffler. No le prestamos atención.
Si ahora entendemos la situación y actuamos en consecuencia, orientaremos la acción pública y privada, todas las energías del país, a insertarnos, acoplarnos e integrarnos en el mundo digitalizado, informatizado, en revolución, que emerge y crea cambios disrruptivos y poderosos en la economía y la sociedad.
Si metemos, como el avestruz, la cabeza en el suelo y lo ignoramos, simplemente los cambios nos arrollarán y, no solo perderemos una oportunidad excepcional de progreso, sino que pagaremos el doloroso precio de ese descuido.
Nunca como hoy es tan vívida la frase: “Mi pueblo se pierde por falta de conocimiento”. Solo que también por indolencia y necedad de no actuar como la inteligencia indica, añado yo.
En un artículo anterior señalamos con claridad la mayor falencia de nuestra educación, tanto pública como privada: el no formar en estrategias de aprendizaje eficiente a nuestros estudiantes y lanzarlos contra el aprendizaje de contenidos (sin enseñarle cómo lograrlo), y sus tres lamentables consecuencias: que aprenden a ser deshonestos (el chivo y demás prácticas); la inseguridad y baja autoestima, al considerarse “brutos”, y el alto nivel de deserción escolar y universitaria.
¿Por qué, entonces, urge que no solo nuestros estudiantes, sino en general todos los dominicanos, aprendamos estrategias de aprendizaje eficiente?
Entramos en la era del conocimiento provisional y reemplazable
Las tecnologías y fuerzas que dan forma a la 4ta. Revolución Industrial en curso son portentosas y ellas van cuestionando muchas “verdades” y paradigmas que en todos los campos se tenían por inamovibles y ciertas.
Nos enfrentan a nuestros propios límites y pequeñez de mira.
La competencia entre países y economías es ardua y nuevas tecnologías van emergiendo y haciendo obsoletas otras de reciente adquisición.
Las carreras y profesiones tradicionales se ven desafiadas y muchos pronostican que decenas de profesiones (y por consiguiente, puestos de trabajo) serán descartados por inútiles.
¿Qué hacer con esa masa ingente de profesionales que, de un momento a otro, descubrirán que su profesión ya solo es un pergamino inútil en una pared?
La clave es el reskilling, la re-capacitación, el adecuarlo al mundo que llega. Cierto, habrá resistencia. La mentalidad ludista (que es consecuencia del miedo y la inseguridad frente al cambio), llamará a ignorar los avances y quedarnos rezagados.
Solo que, en la nueva economía del siglo 21, quien se rezaga se condena.
¿Qué pasará con los choferes en el mundo de los coches autónomos, por ejemplo? ¿Con la mano de obra reemplazada por los nuevos artilugios de la robótica? Esas son realidades que llegan a corto plazo y que no podemos ignorar irresponsablemente.
Y eso no concierne al gobierno de turno ni al Estado, concierne a todos, a toda la sociedad sin excepción.
Todas las personas tenemos un recurso inexplotado que necesitamos aprender a emplear
Como hemos afirmado en el artículo anterior, el mayor capital de una nación (y de la nuestra en particular), su mayor activo, son los cerebros de su población.
Ese activo ha sido, hasta el momento, más un pasivo, por la inconsciencia del rol que juega y de lo mucho que podría hacer por llevarnos a un estadio de progreso superior.
La capacidad de aprendizaje, generación de ideas, creatividad e innovación son invaluables recursos a fomentar y desarrollar.
Todos los cerebros, aún aquellos que, dada la cultura de promoción del alcoholismo impera en Rep. Dominicana (y ya sabemos el daño a las neuronas que el alcohol produce), se maltratan a diario, tienen un potencial altísimo (salvo las lamentables excepciones, por causas de deficiencias de nacimiento o por accidentes, enfermedades, etc.).
¿Qué necesitan las personas? Reempoderarse, descubrir su potencial, aprender a cómo adquirir, entender, asimilar e integrar, retener, recuperar a voluntad y aplicar conocimientos, habilidades y destrezas.
Eso es enseñable.
Si esas capacidades se aplican a las áreas de vocación, talento e interés que todas las personas, sin excepción, poseen, estimulándolas a brillar y destacarse,
encontrar su ikigai, para decirlo con un concepto japonés.
¿Y es tan urgente como decimos?
No es únicamente la necesidad de reskilling, para la cual ya estamos contra reloj, es también la necesidad de formar en pensamiento crítico a toda nuestra sociedad.
¿Por qué? El pensamiento crítico no se da, que yo sepa (y espero estar equivocado), en ninguna materia en nuestro país. Eso significa que dejamos al libre albedrío el que nuestros niños, jóvenes y profesionales sepan discernir.
¿Cuál es la consecuencia de eso? Tragedias y daños inconmensurables.
¿Han visto la cantidad de profesionales timados por esquemas de fraude que prometen villas y castillas? Eso sucede porque esos profesionales nunca fueron formados en pensamiento crítico y son ineptos para discernir la posibilidad de una información.
Igualmente, ¿han visto la cantidad de profesionales que amplifican y divulgan fake news, hoaxs y bulos al por mayor y al detalle?
Cuando veo a personas a las que estimo más prevenidas y juiciosas, colocar ese bulo de NO AUTORIZO, NO AUTORIZO, NO AUTORIZO y otros semejantes, me estremezco. Conste, no son semianalfabetos quienes lo hacen (aunque también hay semianalfabetos que incurran en el yerro), sino personas con un nivel de formación superior al promedio, pero incapaces de discernir una información, contrastarla, autentificarla, verificar sus fuentes, buscarle sus fundamentos.
Repiten acríticamente lo que recibieron, y endosan con su publicación una falsedad.
El asunto es que aprender a discernir, contrastar, verificar y fundamentar es urgente porque las nuevas tecnologías harán cada vez más difícil poder establecer la verdad de un video, audio o imagen.
Los programas de deep fakes, que copian y reproducen la imagen, voz y otras características, las aplicaciones que emplean inteligencia artificial, podrán mostrarnos una realidad inventada y vendérnosla como oro real, cuando no pasará de goldfilled.
Y muchos pueden tomar esa impostación como verdad y tomar decisiones en consecuencia, con resultados perjudiciales.
Imaginen que hackean un sistema de defensa y hacen creer que hay un ataque en curso con un potencial devastador y quien recibe la información es inepto para verificar, autentificar y contrastar esa información. ¿Se entiende o no?
Los nuevos analfabetos, según Toffler
Una de las frases más repetidas de Alvin Toffler, quien junto a su esposa Heidi Toffler, delinearon en una serie de libros espectaculares y extraordinarios, desde El shock del Futuro a La Tercera Ola, de El Cambio de Poder a La Revolución de la Riqueza y La Empresa Flexible, el futuro que se nos venía encima, es esta:
“Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no saben leer y escribir, sino aquellos que no puedan aprender, desaprender y reaprender”-
Eso fue escrito hace ya décadas. En 1970. Hace 54 años, en su libro El Shock del Futuro.
Fuimos advertidos, aunque no hicimos caso. (Por cierto, en el 2020 se puso en circulación After Shock, donde una serie de futurólogos daban continuidad al trabajo de los Toffler en una conmemoración de los 50 años de la edición de El Shock del Futuro)
Como el periodista y catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona, España, José Manuel Pérez Tornero, escribió en su artículo Los nuevos analfabetos, requerimos no solo habilitar en nuestros las competencias funcionales y técnicas, sino por igual las críticas y creativas que “… nos permitirán discernir si las funcionalidades que proporciona la tecnología coinciden o no con nuestros objetivos como seres humanos, y, en su caso, desarrollar caminos alternativos. Son las que nos ayudan a distinguir entre las informaciones o propuestas que resultan confiables y las que no; o sea, entre lo que nos puede parecer verdadero y lo que nos conduce al engaño. Las que nos permiten aventurarnos por mundos nuevos y nos ayudan a encontrar soluciones a problemas concretos.”
De ahí que, siguiendo con el razonamiento, que endoso, de Pérez Tornero: “Necesitamos pues, una escuela crítica y creativa, para distinguir entre lo que es digno de confianza y lo que no. Y lo que mereces ser imaginado y creado, y lo que no. Lo que significa: una escuela crítica también con el medio tecnológico en el que vivimos y que, en muchas ocasiones, no hemos elegido. Y, sobre todo, creativa para pensar en otras posibilidades.”
Los nuevos analfabetos estarán titulados, ornamentados con los grados y distinciones académicas, y no sabrán que lo son. Y eso es trágico.
¿Alguien, acaso, entiende la gravedad del asunto?
* Aquiles Julián es presidente del Centro PEN RD Internacional.