Marzo teatral, día 16. El teatro es oficio y también profesión. En su proceso formativo como artesano escénico, el aprendiz teatral requiere instrucción. Un maestro como guía inicial, referencial.
Con sus luces y sus sombras, los maestros siempre rondan. Vivos o muertos hay que saber preguntarles y escucharlos, y ser pacientes. Entonces, con la enseñanza oportuna, cuando menos lo esperas ahí están, incluso en un mensaje de WhatsApp.
«Hola Canek, creo que esta es la respuesta que puedo dar a tu pregunta: ¿Por qué teatro?
Porque el Teatro me permite entrenar:
Mi Cuerpo: Su energía, el control de su peso, el compromiso de la columna vertebral, su equilibrio, la fragmentación, su nivel de precisión, descolonizarlo.
La Resistencia física tanto como mi voluntad de permanecer en el oficio de manera creativa
Mi Mente: la capacidad de concentración, de memoria, la capacidad de análisis y de abstracción
Mis fibras y mi diapasón emocional.
Mi capacidad de asombro.
El don de la empatía.
Las herramientas para investigar.
El beber de la cultura popular y el legado de nuestros ancestros, abrazando y resignificando todos los colores de la piel.
El pensamiento divergente.
Mi músculo de la imaginación.
Mi capacidad para abrazar creativamente el miedo.
El amigarse con el error.
Mi capacidad de simbolizar.
El goce estético.
El humor seductor y desafiante.
Mi capacidad de juego, de fingimiento y de simulación.
Mi capacidad de encarnar la palabra.
El buscar mi verdad escénica.
La capacidad de crear las metáforas más auténticas.
El hambre de belleza.
El coraje.
El saberme parte de la naturaleza.
El amor por mí mismo.
El ser mejor persona: reconociendo tanto mis virtudes como mis defectos de carácter.
La capacidad de inspirar a los demás (colegas y espectadores).
El amor a un oficio milenario que en esta sociedad es denigrado.
La serenidad en la certeza de que no habrá jamás perfección, pero sí progreso.»ca
Gracias profesor Claudio Rivera, por seguir enseñándonos a caminar sobre el agua y, gozosos, disfrutar el chapuzón del teatro.