Noveno día del mes del teatro. Por suerte, novenarios para teatristas en marzo, hasta ahora no ha habido. Esperemos continuar la buena racha y gracia de estar todos vivos.
Tragedia y comedia, risa y llanto, vida y muerte. Dualidades inseparables, siempre presentes como paradojas meta-teatrales que van más allá del espacio-tiempo del acontecimiento teatral. Porque pensar o vivir de cerca la muerte nos hace estar presentes, más vivos. ¿Y qué reúne más vida y muerte a la vez que el teatro? ¿Acudimos entonces?
Así, años atrás, el poeta, dramaturgo, director y actor más internacional de Moca, Gerardo Mercedes, El Cuervo, coqueteó involuntariamente con la muerte. Ahora, cual renacido, vivito y coleando da declaraciones en torno a la cuestión de ¿por qué teatro?
«En primer lugar, porque me ha enseñado a conocer mi humanidad y a partir de ahí acercarme y conocer las complejas posibilidades y limitaciones del otro, de los otros. Entender y entenderme desde mi propia historia, que puedo verla reflejada en cualquier hombre o mujer sin importar frontera, condición social, creencia religiosa, política o cualquier otro tipo de limitante.
En segundo lugar, porque es un arte hijo de la historia y como tal, me ha enseñado a comprender los procesos sociales y sus personajes y contextualizarlos. Porque me ha enseñado a analizar y comprender mejor los personajes que impactan o atomizan el tiempo que me toca vivir.
En tercer lugar, porque alimenta como ningún otro arte el ser niño sin ningún temor, el juego lúdico desde la honestidad rotunda y mi propia esencia. Me permite mostrar las partes más nobles y oscuras de mi ser hombre y su condición creadora. Me permite ser muchos otros seres, crear ventanas para ingresar a la realidad, al tiempo que puedo generar una realidad soñada o paralela. Porque me hace cada vez más humano.»
Fin del mensaje. Pero el graznido del Cuervo continuará por largo rato en el eco de las bambalinas, mientras siga la senda a su inevitable metamorfosis teatral.