Luego de visitar hace una semana el Museo Casa de Cervantes en Valladolid, residencia donde Miguel de Cervantes y Saavedra (1547-1616) prologó “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha” (1605), busqué la versión audible de la novela.
Era un buen momento para comenzar una lectura que adeudo a mi espíritu desde el bachillerato, cuando las maestras de literatura nos insistían que completásemos.
Entonces, me conformaba con la adaptación del director de comedias y romances Arthur Hiller, “El Hombre de la Mancha” (1972), protagonizada por Peter O’Toole, Sophia Loren y James Cocco, vista con mi poncho morado en el cine Triple. Teníamos en casa el elepé de la película, por lo que cantar la banda sonora en inglés de la novela más célebre de la lengua española me parecía suficiente en la adolescencia.
Con el tiempo y las lecciones universitarias de literatura con el Mtro. Pedro Vergés basadas en “Las Meditaciones del Quijote” (1914) de José Ortega y Gasset, asumí mi deber omiso, pero reenvié su lectura indefinidamente hasta la presente visita a España, la orilla de nuestra lengua materna, y en consecuencia, de un modo de pensar y sentir.
En mis recorridos a pie por los corrales de oficio o callejuelas villasoletanas, por los que acaso el Manco de Lepanto se cruzaría con alguna idea para su narración, finalmente, comienzo la tarea fijada por mis maestras del bachillerato.
No hago sentada su lectura sino que preferí andarla. Acompaño a don Quijote con mis audífonos por calles, carreteras, trenes, paseos a pie, vuelos y senderos por los que el hombre y mujer de hoy desafían el tedio escuchando podcasts, invención del siglo XXI, que como la creación literaria de Cervantes, favorece la simultaneidad de voces.
La historia de un hombre de años dorados que, de tanto leer novelas caballerescas, perdió la cabeza sin que nadie pudiese persuadirlo de emprender su propia aventura, acompaña la personal y reciente: hace un mes inicié el Poncho Morado Podcast, un brazo de Poncho Morado Films, la aventura ilusoria que emprendí de tanto ver películas.
Llevo seis episodios producidos y avanzo en la Parte I de la novela. Cual Quijote cuando se encontró al dueño de la venta que confundió con un castillo, pedí a Giulio Pelliccione Noboa un espacio en Gepiano Studios. Mi sobrino, como el buen vendutero de la primera parada del caballero andante, me ha seguido la corriente. Sabe que solo soy una abogada y probablemente no entiendo bien cómo funcionan los podcasts. No obstante, alimenta mi ilusión sin contradecirme, aunque evitando, con algunas directrices técnicas, que me meta en líos durante la programación.
Ya me peleé con mis primeros antagonistas: el gagueo, el miedo escénico y unas arengas más largas que las de don Quijote. En similares roles a los del cura Pedro Pérez y el barbero maese Nicolás, amigos del protagonista de la novela, que visitan su casa luego de la primera golpiza, tras bastidores un par de amigos, Bebeto García y Pedro Pablo Yermenos, mandan consejos por el WhatsApp, para encaminar la empresa de comunicación social y ayudarme a vencer los demonios de la radiodifusión.
En el espacio de una hora semanal, los invitados van apareciendo en la empresa aventurera. Creo servirles una merienda compartida con una agenda cultural, y ellos traen su humanidad.
De acuerdo a mi quijotada, esto es, la misión de Poncho Morado Podcast iremos demarcando los elementos culturales que configurarán los ejes temáticos de interés del programa. El cine, la literatura, así como la inclusión, son de los hasta ahora incorporados, sin que la lista resulte limitativa.
Sin embargo, la andanza dictará el curso de las hazañas, o como dice don Quijote, iré descubriendo las necesidades de los menesterosos, en su caso, la justicia; en el mío, el reencuentro de una sociedad dividida en tribus de pensamiento.
He conquistado no a una, sino a dos nobles escuderas: Isabella del Villar Peña, abogada y admitida maestrante en políticas sociales; y, Franchesca Placeres Castillo, a punto de graduarse de la licenciatura en comunicación audiovisual.
El podcast de la productora fílmica mexicana La Corriente del Golfo, un espacio sobrio que procura servir de vehículo de transformación social, me sirve de modelo de actuación (Enlace).
Don Quijote fue resoluto gracias a la pasión por el autor de novelas caballerescas de su preferencia, Feliciano de Silva. Si le despierta la curiosidad, entre a ver quiénes son los productores de La Corriente del Golfo Films, que me inspiraron a mí a salir detrás de una utopía.
No obstante, el sentido del humor en la obra literaria inmortal que acompaña mis pasos, así como la preferencia del público dominicano por podcasts de contenido humorístico, me sugieren repensar esa sobriedad.
Carlos Sánchez con su podcast “A Sigún” y Jean Carlos (el Panda) Villanueva Feria con “Cuéntale al Podcast” saben lo mismo que supo Cervantes: la gente sale a los caminos de las conversaciones preferiblemente a reírse.
Recorro las páginas de El Quijote y me convenzo que si he de servir, al menos, una pequeña merienda cultural, esta debe abrir el apetito que nos saque siquiera por un rato del tribalismo social que nos mantiene a cada grupo por su lado.
Es por lo que el plato de merienda servido debe acompañarse de un fino y cohesionado sentido del humor sin menoscabar calidad y enfoque. Avisto molinos de viento, puesto que hacer reír a la gente, al tiempo de ofrecer contenidos de valor, lo supo hacer Cervantes, pero no tengo idea si lo sabría yo.
Esa empresa me saca de mis roles tradicionales con una armadura maltrecha que si no protege el corazón, por lo menos protege la corazonada. Mi Rocinante es un plataforma sencilla con un micrófono que recoge voces distintas a las mías y la propia, esto es, que oye una conversación, una polifonía con aspiraciones cervantinas.
La sobrina de don Quijote que lo cuida se acusa a sí misma por no alertar a tiempo a otros de la sinrazón de su tío. Temprano los domingos, cuando salen los nuevos episodios de Poncho Morado Podcast, salgo a caminar con quien a mí me cuida, él me oye en Spotify, yo, a su lado, a Cervantes.
Confieso que esa es la única opinión que me importa. Tengo a mi Dulcinea del Toboso, que como Aldonza Lorenzo, es la única voz que no oímos en la obra maestra de la polifonía, pero es la que habita en el corazón del caballero andante.
Gracias Jarouska Cocco, Yeli Martínez, Blanca Venegas, José Enrique Rodríguez, Diego Infante y los antes mencionados, productor Giulio Pelliccione y las co-anfitrionas Isabella del Villar y Franchesca Placeres, por el primer mes de andanzas.
Los libros que leía don Quijote, autores del daño a su cabeza, terminaron abrazados al fuego en un corral. Antes de que el tiempo borre los archivos electrónicos donde reposan los episodios de Poncho Morado Podcast, espero que algunos abracen sus ideas, y luego, como todo lo que ha de pasar: ¡Al corral con ellos!