Es miembro de la última promoción del taller; en este momento cultiva la poesía desde sus perspectivas existenciales, donde sobresalen el dolor y el amor. Sus manos han tenido que batirse entre el tintero de sus heridas: «La tinta de mis dedos / ya no va más». Cada quien lo hace a su manera, pero la angustia o la incertidumbre es muy personal, como lo infiere en su poema Mamá, dame tu voz… Ante la muerte de ella, apenas quiere escuchar de nuevo su voz, aunque sea en su recuerdo. Estos breves poemas son tan sencillos como su autor.

Mamá, dame tu voz[1]

La tinta de mis dedos

ya no va más.

Hiel de letras presagiando

las sombras y sus fraseos

llamando suspiros.

Mis dedos

dibujarán siluetas

difusas y fugaces.

Llovizna sin truenos

en el amanecer sin rostro.

Ella brilla en la luz

de mis recuerdos.

Flor frondosa que adorna mi corazón

lleno de reproches y repleto de amor.

Cuánto daría por escucharte

en los ojos detenidos del tiempo:

Mamá, dame tu voz…

La ventana

 

Ella ponía al descubierto

mis secretos más callados.

El beso y la caricia furtiva

en sus verdades menos sonoras

de sus mentiras.

Su voz en el cuello

insinuaba al chantaje

del morbo cuando chillona

abría mi ventana.

Risa y llanto

Llenando el silencio

de risa y llanto

como pétalo de flor ajeno al rosal.

Brilló la navaja en el alma frívola.

La luna

Luna transita

heridas y recuerdos.

Mirando su flujo

en el ocaso ansioso

de la sombría sangre de sus venas.

 

FRANCISCO ANTONIO CHEVALIER ARROYO

Nació en el año 1973 en Santiago de los Caballeros, República Dominicana. Su familia es originaria de la provincia Espaillat, Moca. Es estudiante de ciencias sociales en el recinto Santiago de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). En el año 2015 se unió al Taller Literario Virgilio Díaz Grullón, donde ha tenido la oportunidad de conocer el mundo literario a través de los programas de estudio realizados en el mismo. Su frase preferida es: «El que sabe escuchar aprende más».

 

 

[1] Chevalir, F. (2021). Mamá, dame tu voz… y La ventana. Voz Literaria, pág.42.