El advenimiento de las vanguardias artísticas fue una de las causas que provocaron el nacimiento del caudillismo literario. Vino, entre otros factores, gracias al cansancio que provocó la literatura tradicional. Desde tiempos inmemoriales, la vieja retórica filológica había impuesto su estética basada en el cumplimiento de las normas gramaticales. De manera que la poesía del siglo XIX fundamentó estética en el neoclasicismo, que había adoptado los postulados de la antigua retórica clásica del continente europeo. Los caudillos, quienes actuaron atraídos por el interés y el afán renovador procuraron así, una literatura basada en dos cuestiones fundamentales: El cansancio y la innovación.

Si echamos un vistazo a los señalamientos anteriores, en República Dominicana, el Postumismo enarboló los nuevos valores literarios, rechazando la retórica antigua y optando por el versolibrismo: Una bandera nueva en la creación de nuestra lirica, dejando atrás la rima y los antiguos requerimientos que exigía la clasicidad. A partir de ahí se podría decir que se inició de manera formal la vanguardia poética dominicana. Los postumistas con Domingo Moreno Jimenes a la cabeza y Andrés Avelino reformularon así, todo un discurso que renovó el quehacer literario nacional.

Con este acontecimiento, el caudillismo literario funcionó entonces, como un sistema que vendía a sus lectores la idea de que su literatura era la panacea y los escritores debían entender que ninguna otra forma de escribir y de pensar les facilitaba a los lectores la condición estética y el bienestar espiritual como esta. “Por lo cual toda poesía que no se asemejara a los genios tutelares del momento, no era considerada importante”. O sea, según la estética caudillista, instalada en todas sus formas y estamentos, vino para aclimatar el panorama literario nacional y para salvar la vida espiritual de los lectores. También se quería demostrar que ningún mecanismo literario funcionaba mejor en el gusto de los lectores, gracias a la novedad y a la inauguración de una nueva sensibilidad poética, nunca antes vista. Por lo tanto, se prevé, que en el fondo, el caudillismo practicaba la ideología del mesianismo literario.

Indudablemente que el caudillismo es un fenómeno existente en las sociedades con poco desarrollo económico y con un bajo nivel educativo. Para la época de gestación y surgimiento del caudillismo literario, era muy escasa la inversión en educación por parte del Estado Dominicano.

Estamos hablando de que a finales del siglo XIX y principios del XX, era apenas, menos del 1% del PBI. Escasamente existían librerías en el país, por no decir ningunas. La falta de oportunidades educativas, la ausencia de políticas culturales definidas, junto a las dificultades editoriales de la época hicier0n surgir a quienes tenían la oportunidad de adelantar sus inquietudes intelectuales.  Abrirse paso intelectualmente en una nación pobre, en términos económicos y en términos espirituales, contribuyó además, con el surgimiento de algunos líderes caudillistas quienes abrieron el libre camino a los nuevos caciques literarios

Los lectores y escritores dominicanos, al no tener oportunidades para leer las novedades extranjeras, estaban escasamente informados, lo que constituía a la vez un atraso en la formación intelectual, por causa de la mínima importación de libros, lo que implicaba el desconocimiento de la vanguardia de moda, Por parte de los escritores. Esta oportunidad solo era posible para los que esporádicamente podían  viajar fuera del país a estudiar en universidades extranjeras, o los que, independientemente de los motivos,  tenían que exiliarse de manera voluntaria, o forzosamente debían optar por el exilio político como le sucedió a Juan Bosch, Pedro Mir y Marrero Aristy.

Aunque el caudillismo literario despierta a la palestra con ciertos rasgos de primitivismo social y de criollismo silvestre, también puede ser visto como un sistema de ideas a cuyos servicios muchos escritores, poetas y literatos se asociaban con la finalidad de agenciarse cierto prestigio intelectual, para lo cual preferían alinearse con un movimiento que propugnara por imponer una poética diferente. De hecho, casi todas las vanguardias poéticas dominicanas, específicamente en la poesía, han actuado, movida por un espíritu parricida. Con la intensión de desaparecer y borrar del mapa literario a una generación anterior, para imponer la suya, olvidando que en la calidad de una literatura no intervienen factores foráneos sino, factores internos en consonancia con la formación intelectual y la educación del escritor.

De acuerdo con este modelo, el poder del caudillismo consiste en su capacidad para crear fantasías en la mente de los lectores, que a su vez atraigan adhesiones. Así mismo la fuerza del escritor caudillista depende también de una dinámica personal. De manera que las “cualidades personales” del líder caudillista, en cierta medida son determinantes para que se mantenga vigente la hegemonía literaria.

En la República Dominicana, el surgimiento del fenómeno caudillista tiene que ver en parte con el problema del bajo nivel educativo que teníamos para entonces. Así como “el poder de los caudillos – a decir de Moya Pons—vino a depender de su habilidad para genera rentas y distribuirlas entre sus seguidores” por causa de la baja pobreza del país. En el plano intelectual, solo los que tenían buena educación, acceso a libros y bibliotecas, podían erigirse como caudillos o caciques literarios, a causa de los privilegios que implicaba poseer mejores condiciones sociales. Fíjese, como el caudillismo es hijo legítimo de posiciones sociales determinantes: Una es de orden material y la otra de orden espiritual.

Si observamos bien este panorama, no hay masas caudillistas, lo que hay es escasos individuos con condiciones de liderazgo. Las masas siguen al caudillo para procurar ventajas y oportunidades intelectuales, en este caso. En cambio, el caudillo lo conquista para demostrar su condición mesiánica y extender sus redes. De manera que en nuestro país, el sistema caudillista en la literatura funcionó por mucho tiempo como un sistema de ideas en cuyo escenario los escritores y poetas abrevaban para desarrollar “políticas estéticas”, con las que podían optar por adquirir su “ciudadanía literaria”.

Visto así, el caudillismo literario se presenta como un orden ideológico prospectivo y dialéctico que se opone a toda aptitud conformista, pues en el fondo, le interesa demostrar que, ser escritor “caudillista” significa tener ideas acabadas como fin último de toda verdad estética.

A partir de la segunda mitad del siglo XIX, vemos que en América Latina la emancipación política, generó a su vez la emancipación literaria y cultural. Esto significa que con la evolución política, evolucionó también el pensamiento del hombre. Por consiguiente, con el surgimiento del modernismo que ideó y encabezó el nicaragüense Rubén Darío, –quien unifica por primera vez el alma dispersa del hombre hispanoamericano– la cultura latinoamericana tomó un giro favorable hacia la conformación de una identidad sólida. Con este acontecimiento también surgió todo un conjunto de ideas y teorías literarias que dieron impulso a debates y opiniones diversas entre escritores, críticos y poetas de toda laya, hecho que dio al traste con la definitiva independencia literaria y con ella la independencia estética del espíritu latinoamericano, que luego abrió el camino a las nuevas vanguardias y a los nuevos caudillos literarios.

Como el caudillismo literario también es un fenómeno que sucede en las literaturas de otras latitudes, ¿Quién puede negar que en los últimos cuarenta años del siglo XX Pablo Neruda, César Vallejo y Octavio Paz hayan sido los caudillos de la poesía en Hispanoamérica? Asimismo, es innegable que Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, García Márquez y Julio Cortázar tuvieran por mucho tiempo la hegemonía literaria de la Nueva Novela Latinoamericana. De manera que sin importar el orden o la herencia histórica, el caudillismo literario es representativo de poder intelectual y el poder de pensamiento de una literatura y de una época. Como ningún escritor quiere parecerse a otro, y “no quiere que su estilo se confunda con el de otros”, yo veo en estos escritores y poetas una aptitud de rebeldía y un interés liberador ante las ataduras mentales que creó en el pasado el colonialismo cultural.

 

Eugenio Camacho en Acento.com.do