Desde los últimos decenios prolifera la producción de ensayos con orientación académica y periodística en los que, partiendo de los inicios del siglo XX, clasifican a la humanidad en unas diez generaciones. En este caso, el criterio para establecer una generación parte de los antecedentes, inicios y desarrollo de acontecimientos históricos de gran alcance, como las dos guerras mundiales, la conquista del espacio y la Era Digital. Se habla de las generaciones Silente, Grandiosa, Baby boom, X, Y, Z y Alfa, esta se asocia al Covid-19. En el orden señalado, para los especialistas, sus miembros son trabajadores y patriotas; conformistas y disciplinados; idealistas y rebeldes; independientes y adaptables; conscientes y conocedores de la tecnología; nativos digitales, independientes y emprendedores; adictos al mundo digital, sin el celular no viven. Curiosamente, a estas generaciones se les asigna un tiempo menor a lo que es una generación para la Estadística.
Entiendo que esta clasificación no tiene una aplicación estandarizada, que cada sociedad, por sus características particulares, le da su sello. Pongo el caso de los nacidos en Alemania entre 1950 y 1968, destruida por las guerras mundiales, y los nacidos en el mismo periodo durante las dictaduras de Trujillo, Batista (Cuba), Somoza (Nicaragua) o Pérez Jiménez (Venezuela), ¿ acaso son los mismos Baby boom? No lo creo, pues se impone lo particular se impone. Sin embargo, sin que cause extrañeza, muchos jóvenes sí lo creen y, a pesar de que los intereses de las últimas generaciones se complementan, hasta llegan a competir por quién puede y da más. Por último, llama la atención que los perfiles propuestos para cada generación se limiten a los intereses grupales, con tímida o nula proyección en el entorno social. Esta no es buena señal. Por eso, que lleguen las alertas al regazo familiar, afectado en ocasiones por el complejo de incomprendidos de los hijos que hacen valer la brecha generacional; y a los ministerios de Educación Preuniversitaria y Superior. Así sea.