Buscaban el mar. Al parecer lo llevaban buscando desde siempre.
Bajo el polvo. Entre los viejos cascarones del olvido. Pero el mar nunca aparecía.
Empeñaban en ello la mayor parte de su tiempo.
Giraban en torno todo el día. Pero ¿por qué lo buscaban? Por todo. Por nada. En realidad, no lo sabían.
(Alejandro González Luna, poeta dominicano)
Mar Caribe. Un tren descarrilado. Una vida. ¿Casualidades? Nada avisa tu energía desparramada.
Pasear en el Peugeot 505 por el Malecón. Sacar la cabeza por la ventana. Respirar tu aire yodado, de cloaca centenaria, de almendros recién florecidos. Nunca supimos de la Luna sobre el Jaragua. Amamos otras lunas menos rígidas y marciales.
Carnaval. Correr detrás de la comparsa , desde el Obelisco Macho hasta la Feria. Sudados y felices. Nada importaba , solo la felicidad de no ser nadie. Beber a pico e botella.
Carnavales derretidos en la locura y alcohol ara no ser políticamente correctos, esa farsa descomunal del siglo XXI. Lo correcto no tiene normas, tampoco interesa , solo es un código que seguir, otro de nuestros disfraces, lo terrible de no sucumbir, y, si, el Gran Hermano, vigila y vigila. Lo políticamente correcto es lo que ordena la supervivencia, la fragilidad, la desgracia y la fortuna de ser mortales.
Melissa durmiendo una siesta al lado del Fuerte San Jerónimo, rodeada de pescadores deseando sus piernas de nácar, entre varas y mallas de pescar Rodeada de la hediondez de los pescados famélicos y tristes al mediodía. Nunca supimos cómo podía dormir ante tanta pestes y ron compartido.
El suicidio del Pequeño Omar
El suicidio del Pequeño Omar. Un disparo en la sien frente al Obelisco Hembra. Una muerte por desollar un amor desnudo y desalentado. El Pequeño Omar, diletante y escurridizo Pequeño Omar. Lo recuerdo bajar la Doctor Delgado con su pipa robada en el Mercado Modelo. Su chaleco de colores, sin afeitar casi siempre. Su porte de intelectual del siglo, de un Rolando Barthes cualquiera y tan solo era mucha espuma. Odiaba su origen de la 30 de marzo con San Martín. Solo pudo llegar hasta el Obelisco Hembra y pegarse un tiro. El Mar Caribe acogió su decisión en silencio.