Fotografías: Luis E. Acosta/Víctor García.
PEDERNALES, República Dominicana. El año en que fundaron las Pequeñas Ligas de Pedernales, 1972, y luego la afiliaron a la Oficina de Williansport, Pensilvania, los astros dominicanos en la Gran Carpa y en los cuatro equipos tradicionales del patio (Escogido, Licey, Estrellas y Águilas) desbordaban pasiones entre adultos y niños.
Juan Marichal, Manuel Mota, César Cedeño, César Gerónimo, Ricardo Carty, los hermanos Felipe, Mateo y Jesús Rojas Alou, entre otros, no salían de las bocas de los amantes de este deporte en esta comunidad del sudoeste fronterizo.
Sus postales aparecían como premio sorpresa hasta en los “chuflay” (dulces con una envoltura de cartulina en forma cilíndrica).
Los niños compraban los caramelos para asegurar imágenes de sus ídolos. En la primera oportunidad del día, con ellas jugaban al “tapaíto”. Ocultaban el nombre del pelotero con los dedos, para que el adversario lo adivinara, so pena de perder el producto. Eran celosos extremos de tales tarjetas en material rústico. Otros, la excepción, tenían el privilegio de recibirlas full color, con terminación de primera, de familiares en la capital o Estados Unidos
La fiebre era alta. No la bajaban las transmisiones radiofónicas intermitentes en las estelares voces de Billy Berroa, Félix Acosta Núñez, Lilín Díaz, Fidencio Garris, Papi Pimentel, Max Reynoso, Tomás Troncoso, Johnny Naranjo, Freddy Mondesí, Juan Nova Ramírez.
La primera emisora local, Radio Pedernales, había salido al aire en 1971. Un año después formalizaba su programación, pero estaba lejos de los deportes.
El primer televisor sería instalado antes de la inauguración del Barrio Miramar, en 1972, en la casa de Ariel Moreta, representante de la Curacao, y luego en la de Quique Fernández, donde adultos, jóvenes y niños se arremolinaban para tratar de descifrar los píxeles o puntitos dispersos en la pantalla con la ayuda de la narración que escuchaban por el audio.
EL CAMINO RECORRIDO
La pasión por el béisbol en Pedernales no comenzó, sin embargo, en los años setenta del siglo XX. Desde finales de los 40, los jóvenes lo practicaban con alto espíritu de competencia.
El play estaba ubicado desde el norte hacia el sureste del pueblo. El home, justo en la esquina de las calles 27 de Febrero y Duarte, al norte de la comarca.
Tras el paso del destructivo ciclón Katy, 1955, el gobierno del tirano Trujillo dispuso la construcción de 50 viviendas y la iglesia, a cargo del ingeniero Wascar Tejeda Pimentel, quien, poco antes, se había graduado en Connecticut y tenía una empresa de ingeniería recién instalada.
Las obras fueron terminadas en 1957. Los actos de inauguración de la creación de la provincia, celebrados en abril de 1958.
El viejo estadio fue movido hacia el lugar donde hoy están la cancha y la biblioteca, en la Duarte con Antonio Duvergé, hacia el sureste. Hoy, el complejo deportivo está ubicado más al sur del pueblo.
Miguel Pérez, 80 años, confirma que en aquella época la comunidad vivió un momento de efervescencia deportiva. Evoca el impacto que tuvo en la región “la tragedia de Río Verde” de 1948.
“Recuerdo que los que jugaban pelota, asiduamente, eran: Marión, Lulú, Nandó, Genaro, Manolo, Énide Sena, Negro Mimina, Milcíades Sena, Tiquito, el teniente dentista Marito, que era una excelente primera base, Miguel Collado, hijo de Aquilino (esposo de Bienvenida Trujillo) era buen pitcher, su hermano Antonio también jugaba…”
No olvida la artillería pesada del equipo de Alcoa, con el que competían los pedernalenses.
Pausado, siempre en voz baja, detalla:
“Esa compañía tenía un trabuco de equipo, unos peloteros de Montecristi que habían sido amateur. Tenían a un viejito que había sido pelotero profesional del Licey. Estaba Críspulo, muy bueno; también un zurdito, marino él, que era imbateable para la gente de Pedernales”.
Pérez cita un momento crucial en aquella época:
“También contrataban a un zurdo de Barahona, de nombre Paleta Medrano, que era famoso en el sur. Tenía una curva bestial, aunque ya estaba medio viejo en los 50…
A la selección de Santiago que viajó en el avión y, de regreso, 1948, se cayó en Río Verde, por Yamasá, Medrano le ganó el juego de la tarde, aunque perdió el de la mañana. En esa selección que murió en el accidente, había peloteros de la talla de Enrique Lantigua, Bombo Ramos… Esa selección había ido a Nicaragua donde ganó la corona”.
Más adelante, Pedernales tuvo grandes talentos: Alemán Peña, Teófilo Estévez, Eduardo Gómez (Eduardito Yara), Luis Cacó, Luis “Cambiao”, Mon Méndez, Bené Heredia, Mon Méndez, Miguel de la Cruz, Frank Dotel, Manolo Mercedes, Fernelis Dotel, Luis Mejía, Juan Moreta, Chichí Pérez Heredia…
Aún resuenan las competencias entre Bravos y Bizarros.
INSPIRANDO LA EXPANSIÓN
Nadie lo recuerda. Seco, taciturno, nunca inclinado a visibilizarse ni siquiera para recordar sus méritos. Aun así, Lalo Maldonado representa el inicio de las pequeñas ligas en este pueblo. Fue el primer entrenador. En un primer tramo, de manera personal; luego, al servicio del proyecto de la Alcoa Exploration Company, que tenía la franquicia de las Pequeñas Ligas.
A inicios de los 70 ya los muchachos del vecindario se agolpaban en su casa de la calle Libertad para recibir sus orientaciones y articular equipos en medio de todas las precariedades. Faltaban útiles, pero sobraba voluntad de aprender. A diario iban: Randal, Bartolo, Alito, Mon, Maxim, Isidoro, Nene…
“Bartolo y yo fuimos como hijos de Lalo. Vimos a los hijos de Lalo nacer. A todos los hijos de Lalo los vimos nacer. Lalo siempre nos mantuvo a nosotros como sus hijos. Los primeros pasos que dimos como deportistas, los dimos con Lalo. Es una realidad. Imagínate: Yo vivo en la Mella, Bartolo en la Juan López y Lao en la Libertad, vecinos los tres”, refiere orgulloso, Randall.
Isidoro Dotel vivía en la Mella. Cuenta que aquella época le marcó para siempre.
“Nosotros jugábamos en el play que ahora es de softball; era una sabana que uno tenía que limpiar, muchos árboles en el outfielder. Orientados por Lalo, jugábamos con guantes viejos, bates rotos que clavábamos con puntillas y los forrábamos con tape (teipi), como si fuese esparadrapo. Lo mismo hacíamos con las pelotas cuando los forros no aguantaban. Y una gorra nada más porque no teníamos nada qué ponernos. Los hijos de los que trabajaban en Cabo Rojo y jugaban allá, se burlaban de uno. Recuerdo que estabas tú, estaba Nene, tu hermano, Máxim, Alito, Mon, Ráison Muñoz, Randall. Recuerdo que ustedes cogían la lona de la casa de Onilda y hacían mascotas. No olvido el momento en que Lalo hablaba con alguien y le pedía que hicieran un encuentro en el que yo, el flaco derecho, lanzaría, si no le ponía a un zurdo, que era Nene”.
Desde Baní, donde ahora vive, Lalo opina con su voz seca, sin rodeos:
“Fíjate, siempre hay que comenzar por un punto. Y ser honesto. Primero era Jacobo, que trabajaba en Cabo Rojo, en el laboratorio de Química. Era un señor de Neyba. Entonces, sacaron a Jacobo y entré yo. Eran dos equipos. Y Héctor Cruz, que estaba en la oficina de la Fundación, donde está ahora la cooperativa (en la Libertad), ayudó mucho… Entonces, Héctor y yo abogamos frente a Víctor para que se formaran dos equipos con muchachos que no fueran hijos de alcoeros. Entonces, se formó Alúmina y Aragonita con los muchachos del pueblo. Yo me quedé con Pequeñas Ligas hasta que ustedes fueron a Puerto Ricco (Randhall, Alfredito y tú). Yo salí en el 1975. De ahí en adelante entró Cucún. El orden es el siguiente: Jacobo, con los dos equipos de Alcoa; yo, con la expansión en Pedernales (cuatros equipos), y luego, Cucún. Tengo una fotografía donde está Cáceres entregando los uniformes de la extensión: un verde y un amarillo. Randall y tú eran mis preferidos. No salían de allá de mi casa; también iba Alito, hijo del difundo Amador, Santos, hijo de Mignolia.
POLIZÓN EN LA GUAGUA
La transnacional estadounidense Alcoa Exploration Company, que, desde finales de los 50, explotaba los yacimientos de bauxita y caliza de esta provincia, avanzaba hacia el logro de sus objetivos.
Al muelle de Cabo Rojo, barcos gigantes venían; barcos zarpaban atestados de toneladas de la materia prima del aluminio. La demanda del metal en el mundo era alta. La empresa era la principal fuente de empleo de la provincia. El movimiento económico lucía vibrante.
En el perímetro había un hotel, un cine, un balneario y un play con iluminación para disfrute exclusivo de los ejecutivos. Mucha gente del pueblo soñaba con acceder a aquella zona prohibida, el otro mundo, el de la Alcoa y su gente.
Hijos de los empleados de la compañía que desearan bañarse en la playa, ir al cine y mirar los juegos de los adultos, con autorización previa podían viajar hasta allá en el autobús amarillo de 56 pasajeros que transportaba a los empleados de Pedernales de tres turnos de ocho horas cada día.
Como parte de las estrategias de la empresa gringa, formaron dos grupos de niños hijos de “alcoredos”, que llamaron Aluminio y Bauxita, para que jugaran béisbol en su play.
Las críticas en la comunidad eran recurrentes. Los conflictos entre niños y jóvenes hijos de alcoreros y “los demás” subían de intensidad. Crecía el menosprecio de unos respecto de los otros. La población estaba dividida. El descontento brotaba en cualquier lugar.
Danielito Peña, nieto de la legendaria doña Mema, recuerda la gran ansiedad que le provocaba el deseo de ir a jugar béisbol con los demás, pero sin derecho.
“Mi padre ya no estaba en la compañía porque había regresado a la Marina de Guerra, y el primer requisito para ir a practicar a Cabo Rojo era ser hijo de empleado. Yo no calificaba. Yo sólo era sobrino de Alemán, que sí era empleado. Pero, como el béisbol era mi vicio, Lálin Grullón, que sí era hijo de empleado, y yo, nos las ingeniamos. La guagua salía a la una. Él y yo nos parábamos en la primera parada frente a Cayán (Santo Domingo con 27). Como el chófer Apuleyo no sabía el requisito, solo había que mostrarle el pase… Entonces, Lálin subía primero y se iba para atrás, hacia el último asiento de la guagua, y me entregaba el pase por la ventana. Entonces, yo subía como si nada”.
No olvida sus peripecias por jugar con los de su edad.
“La primera vez, Víctor García me preguntó cómo llegué. Le respondí que me subí y el chófer no se dio cuenta. La segunda vez, me volvió a preguntar, y le contesté que le dije al chófer que iba porque iban a meter en las prácticas. Insistí hasta que Víctor se dio por vencido y me aceptó. Fui el único que no era hijo de empleado”.
Cuando llegó la expansión a cuatro equipos e inauguraron el primer torneo en Pedernales, Danielito fue el cátcher estelar del equipo azul, el Aluminio.
UN RECLAMO ACOGIDO
Víctor García Álvarez, encargado de Comunicación y del Laboratorio de Química de la empresa estadounidense, había establecido una relación cercana con los pedernalenses.
Explica que planteó a los altos ejecutivo de la compañía la pertinencia del desarrollo de las pequeñas ligas en el pueblo de Pedernales, porque “la presión era grande”. Pero, según él, le rechazaron la propuesta.
“En 1973 yo era un orgulloso pedernalense por adopción volitiva, y sus problemas me importaban mucho. Le pedí a Alcoa que me ayudara y me contestaron que eso no estaba en sus planes. Entonces vine a la capital y recabé apoyo de varios cronistas deportivos, entre ellos Fernandito González Tirado, quien me ayudó muchísimo con una pequeña campaña de recolección de tiles… Al ver el apoyo, la compañía se interesó”.
No titubea al situar el origen, pese a sus 84 cumplidos.
“Lalo fue el primer entrenador de Pequeñas Ligas… También estuvo Jacobo y vino Cucún. De eso hace 47 años. Fue un éxito en todos los sentidos porque la idea fue formar mejores ciudadanos. Nuestros egresados eran y son mejores individuos (médicos, ingenieros, periodistas, abogados). Qué mejor ejemplo que el tuyo” .
TIEMPO DE LAS PEQUEÑAS LIGAS
En la primavera de 1973, fue inaugurado el torneo entre los equipos Aluminio (azules), Bauxita (rojos), Alúmina (rojo) y Aragonita (amarillos), en la categoría de 9 a 12 años.
La temporada fue desarrollada en el play de softball, paralelo al de béisbol de adultos. Hacia el este, justo detrás del “play de los grandes”, la Alcoa construiría luego, en terrenos de su propiedad (área donde operó su campamento en los años sesenta), un estado exclusivo para pequeñas ligas, siguiendo parámetros internacionales. En 1975 el astro de Grandes Ligas, Hank Aaron, asistiría a sus terrenos para presenciar la inauguración de un torneo.
En una apretada competencia, Alúmina ganaría el campeonato. El manager y jugador Bartolo Pérez (Tony) también resultó campeón bate y slogger (bases alcanzadas por hit conectado).
Los certificados de premiación están fechados el 15 de julio de 1973 y firmados por el presidente de la liga, Víctor García, y el gerente general de Alcoa, Patrick N. Hughson, quien los entregaría durante la ceremonia de inauguración del siguiente torneo. Dados los objetivos de Pequeñas Ligas, al activo Randall Fernández, manager de Aragonita, se le expidió un certificado de campeón bate porque había quedado en segundo lugar rozando al primero.
En agosto de 1973, Randall Fernández, Alfredito Féliz y Bartolo Pérez (Tony Pérez) participaron con la selección nacional encabezada por los Piratas de Vivo en la Serie Latinoamericana de Pequeñas Ligas, celebrada en el estadio Summit Hill, de San Juan, Puerto Rico. Durante toda la jornada, los tres pedernalenses cubrieron los jardines por el equipo dominicano, aunque no eran sus bases habituales.
Compitieron México, Venezuela, Aruba, Puerto Rico, Panamá y República Dominicana.
CUCÚN EN LA ESCENA
Julio Alfredo Pérez (Cucún) llegó al play a mediados de los años setenta, y jamás ha podido salir. De la mano de Víctor García, aprendió a lanzar en softball y de paso se ha quedado como entrenador de las Pequeñas Ligas. Pero nunca ha dejado su viejo oficio de pintor de “brocha gorda”, su principal fuente ingreso, aunque una dolencia en sus rodillas lo tiene contra la pared.
Con su estilo campechano, recuerda a Lalo.
“Él ayudaba a Víctor y se ligó a él. Cuando surgió lo de Pequeñas Ligas, él se ligó y ayudaba en los primeros pasos. También ayudaba un señor de Vicente Noble, que trabajaba en el laboratorio con Víctor R. García, llamado Jacobo Gómez. Luego comencé yo… Y Lalo, que trabajaba allá y estaba aquí con los muchachos… La presión vino cuando aquí vieron que los hijos de los alcoeros iban a practicar a Cabo Rojo, y los de aquí no tenían dónde… Mi relación con Víctor comienza en 1975, en Cabo Rojo”.
Y explica: “Para esa fecha, la Alcoa tenía un play de softball en Cabo Rojo, con luces y todo. Entonces, de aquí se iban en la guagua de las seis de la tarde a jugar softball allá con ellos. El único día que no se jugaba era los jueves, porque los alcoeros lo tenían libre y cogían para acá, para Pedernales… Los primeros movimientos míos en Pequeñas Ligas es cuando yo conozco a Víctor García en el play… Yo había jugado pelota de calle, en la Juan López, con Cesarín, Navín… no igual que un play, pero jugábamos… Aquí los que jugaban realmente eran los Marión, los Tiquito, Arturo de La India, Eliardo, Milcíades Sena (buen cátcher), Énide, Manolo Barraco, que ya jugaba, Chichí Madera, Maldonado, el papá de Munano y Cuchi; Marión era una estrella… Esa gente jugaba mucha pelota… Lo que uno hacía era salí para la calle y privá en ellos… Pero lo más grande han sido las pequeñas ligas”.
Cucún ha cumplido 71 años. Tiene contraindicado permanecer mucho de pie, pero debe sobrevivir. Y sentado no puede. Sigue pintando y entrenando muchachos.