Cuando hacía mis primeros balbuceos en el mundo literario leí obras que me impresionaron y después fueron moldeando mis conocimientos los cuales me permiten hacer estas abstracciones. No olvido los libros de autores nacionales y extranjeros, clásicos y modernos,  leídos en las aulas del liceo Román Baldorioti Castro, de Azua, muchas veces burlando las clases de los profesores. Aprovechaba para cubrir libros con mi mascota y leerlo sin que me llamaran la atención y me pusieran mala nota. Así las cosas.

 

De esos momentos traigo unos versos que nunca olvido: “Umbrío por la pena casi bruno / porque la pena tizna cuando estalla / donde yo no me hallo no se halla / hombre más apenado que ninguno”. Salieron de una de las plumas más luminosas, de una de las conciencias más preclaras de la España bajo la dictadura de Francisco Franco. Me refiero a Miguel Hernández. Y siempre he querido referirme a ese sentimiento que llamamos pena, a esa aflicción que padece el ser humano y que es capaz de lacerar con hondo dolor el cuerpo, la mente y el espíritu. Además, abordaremos el concepto de tristeza desde diferentes formas de expresión.

La humanidad ha pasado por períodos de tristezas que han impactado en la conciencia de todos a través de la historia. Nadie olvidará jamás los estragos dejados por las hambrunas, las epidemias, las guerras, los holocaustos y los fenómenos naturales que han diezmado a importantes sectores de la población. Se recuerda con aflicción el azote de la lepra, la tuberculosis, la peste bubónica, el holocausto Nazi, los tsunamis, los poderosos terremotos, los volcanes, los ciclones, el lanzamiento de las bombas atómicas, las hambres colectivas de África y América, los crímenes de Zabra y Chatila, los padecimientos provocados por las guerras mundiales, la infinita confrontación en los Balcanes, el ataque a las Torres Gemelas, el SIDA, la Covid -19,  solo por referir algunos casos que han asestado golpes profundos, provocando sentimientos de tristeza y dolor a amplios sectores de humanos.

Parece que nadie puede escapar de la tristeza, la pena y el dolor. Sólo aquellos con conductas de alta infestación en la formación de su conciencia podrían ser insensibles. 

La complejidad de la tristeza

 Los poetas, principalmente los románticos y los líricos no románticos, utilizan en sus poemas la palabra tristeza, más que pena, tanto que toman la tragedia como elemento vital de sus composiciones.

Bien, si hacemos un periplo por la poesía lírica, especialmente la romántica, encontraremos que cientos de poetas desparramaron sus versos con cargas emotivas de pena, tristeza y soledad. Los gritos de dolor llenaron páginas y libros, estantes y bibliotecas, y todavía se siguen llenando. Nadie dejará nunca de expresar sus tristezas a través del arte. Parece que se liberan tensiones, y que el poeta sufre grandes descargas emocionales cuando se expresa artísticamente. Es más, algunos aseguran que solo hacen arte en estados de tristeza y depresión, porque es muy difícil de hacer arte en estados de alegría y felicidad.

Parece contradictorio, los grandes poemas, cargados de alegría y optimismo, que han dejado mensajes poderosos de plenitud han sido escritos por personas afectadas por profundas tristezas. Algunos de ellos han acudido a finales trágicos como forma de acabar con su vida en la tierra. No olvido los versos de Violeta Parra “Gracias a la vida, que me ha dado tanto”, mensaje que toca los bordes sublimes de la gratitud, que tiene un fondo cuasi místico y devocional. Más bien salieron de la conciencia mediante un fervor que pasma, que conmueve y nos frisa, a la orilla de la vida. Ya sabemos que tanto Violeta Parra y Alfonsina Storni murieron por suicidio. Ellas dejaron un fardo de tristezas y penas en sus versos que no caben en estas cuartillas.

 Miguel Hernández y la pena 

Pero volvamos a Miguel Hernández, el oriolano, que supo sintetizar la pena con versos en destellos, con esas chispas fugaces, para dar a la poesía española una excelente radiografía del sufrimiento causado por la pena: “Cardos y penas llevo por corona, / cardos y penas siembran sus leopardos / y no me dejan bueno hueso alguno”. No son simples penas, a ellas les han nacido leopardos feroces, capaces de devorar, de comerse los huesos, después de rasgar la carne. Como se ve, es la metáfora del dolor, el desgarrador dolor por la aflicción.

Debemos recordar que Miguel Hernández murió a los treinta y dos años en una cárcel de Alicante, víctima de la dictadura del generalísimo Francisco Franco. En sus poemas dejó la impronta de su vida con versos humanos, lacerantes, que jamás nadie pudo abreviar con tanto acierto ese sentimiento. Nadie ha podido hacer una hipérbole como esta: “No hay extensión más grande que mi herida, / lloro mi desventura y sus conjuntos”. Ni develar su aflicción con la poesía que congela, que nos pone contra la pared de tanto asombro, y nos atraviesa el alma con cuchillos de palabras que no les caben más expresiones en sus honduras: “Tanto dolor se agrupa en mi costado / que por doler me duele hasta el aliento”.

El poeta Miguel Hernández pudo sintetizar el dolor causado por la tristeza, quizás como César Vallejo que su poesía no es más que la esencia del dolor humano; que sus versos van a las calles lacerantes del corazón. Es como si no existieran las palabras ni las maneras de colocarlas en el verso para definir la pena con tanto acierto. Es como si detrás de ese dolor ya no existiera más dolor, ni otras maneras de decirlo. Se ha dicho con palabras aquello que no se puede decir con palabras, porque alcanzaron el metalenguaje.

Nadie viene al mundo sin penas, ni tristeza; pero el dramatismo de ese sentimiento no lo sienten todos de igual modo. Hay quienes no se ven en situaciones de pensarla y de sentirla, pero otros si, como Pablo Neruda, que nos dejó: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche. / Pensar que no la tengo. / Sentir que la he perdido”, que además de estar triste, expresa que se siente así porque ha perdido al ser amado. Nos da una información muy importante, cerca de ahí, ronda la soledad. Tristeza y soledad de enamorado.

El autor es escritor y educador
Domingo 6 de noviembre de 2022

Virgilio López Azuán en Acento.com.do