No hay muchas formas o procedimientos para dar con la clave de producir lo que para los escritores es una conquista que les garantiza trascendencia, reconocimiento social, galardones y otras ventajas: una gran novela.
Pedro Vergés, luego de haber publicado e impactado con Solo cenizas hallarás (Bolero, 1980) el ámbito literario iberoamericano al punto de lograr dos galardones internacionales: Premio de la Crítica de narrativa castellana y el Premio Internacional Blasco Ibáñez
Vergés como narrador de altísimo vuelo expresivo, regresa ahora, 42 años más tarde con Yo ya estaré lejos (Premios Feria del Libro Eduardo León Jimenes,2023), de 735 páginas, que atemorizan al lector “express” de estos tiempos pero que al que ama la lectura sustancial, rica en ficciones y respeto al oficio de escribir, le hacen gala de buen uso del tiempo.
Ese galardón literario, creado a sugerencia del nunca olvidado Enriquillo Sánchez con respaldo de José Rafael Lantigua, ahora, en su vigésima sexta entrega, ratifica su perfil identificado con el eje que conforman la literatura y la historia y sin dudas que sus jurados tuvieron conciencia y responsabilidad al otorgarlo, dejando de lado las condiciones informales en los infinitos pasillos de los mentideros literarios y valorando la pieza como acto creativo de las letras.
Vergés no es, personalmente, monedita de oro. Varios factores y características lo alejan de ser aceptado por todo el mundo: su aspecto de rudo jefe militar medieval, su muy sujeta a evaluaciones diversas valoraciones, su pertenencia al cuadro de ejecutivos ministeriales de gobiernos pasados.
Esa cotidianidad, creada a partir de los hechos, dotada de condición de personaje de naturaleza propia y definida, es una de las grandes proezas del narrador.
El valor de esta novela no radica en haber ganado el Premio Eduardo León Jimenes/Feria del Libro, ni en plantear la proeza de producir 735 páginas de buena literatura histórica. Se trata de más que eso: la crónica de la constancia y el compromiso atemporal del autor, de producir el texto trascendente y en el tiempo necesario así sean cuatro décadas.
Un fallo narrativo es la no aparición del “Yo” que proclama el título, logrado con tanto sentido del ritmo y la musicalidad como la obra antecesora de Vergés. El ente narrativo es impersonal y la galería de personajes descritos, son presentados desde la distancia de la otra orilla descriptiva.
Solo, que sea resultado de una paciente investigación, luego de una cuidadosa gestión de la data para reconvertirla en insumos de una narrativa literaria que recrea, más que un lenguaje dominicano de época, la atmósfera subyacente en los de una gestión a fondo de la data histórica que labora a partir de un expositivo narrativo compaginando con la paciencia de orfebre que construye su gran obra, entre los hallazgos de la data y los perfiles de ficción que con que construye sus personajes: Ñen, Margot, Los Ruiz, Javier, Papo… personajes sustanciales, pero insertados en un perfil social de opresión, que los hacen sentir vivos, en desarrollo de sus procesos de angustias, incertidumbres, persecución y las gamas diversas de la represión, presentados a partir del perfil de la cotidianidad asfixiante de este periodo de dictadura.
Esa cotidianidad, creada a partir de los hechos, dotada de condición de personaje de naturaleza propia y definida, es una de las grandes proezas del narrador.
Dicen los parlamentos de mercadeo, que "Yo ya estaré lejos, de Pedro Vergés (autor de la aclamada Solo cenizas hallarás), nos sumerge en la Ciudad Trujillo de los años 50 y realiza una descarnada disección de la época a través de un conjunto de personajes avasallados física y moralmente". Pero eso es mercadeo y su propósito declarado de promover.
Lo que no nos relata el mercadeo de la obra, es su principal logro: plasmar con precisión, detalle y elegancia narrativa, el ambiente sicológico opresivo, la cotidianidad marcada por los signos de una dictadura, que se enmarca en una comunidad con sus silencios, sus dramas angustiantes y sus métodos de terror.
Tomar la data historia y elevarla a capítulos que reviven el pasado, como acontece con las transmisiones de la satrapía, para dará a conocer el balance de guerrilleros caídos en combate en 1959, con el paso interior con que fue vivido el proceso:
“!Muerto! Dos sílabas tan solo. Era cuanto decía, con una contundencia impresionante, el segundo de los dos locutores que daban la noticia, una palabra sobrecogedora que iba golpeando muros, retumbando en toda la ciudad (puertas de par en par, radios sintonizados en la misma estación) como un sapo panzudo, saltarín y sangrante que nadie hallaba el modo de quitarse de encima”.
La lectura recobra el ambiente del periodo 1950 a 1960, que es un periodo que literariamente se ha rastreado como pocas veces con la exposición de sus variables: la labor constructivista y de estructuras del estado (que incluye la fundación de La Voz Dominicana el 1 de agosto de 1952, el general José Arismendy –Petán- Trujillo Molina la primera estación de radio y televisión oficial en República Dominicana, a un nivel que la pregunta se plantea por defecto: ¿ Esto es historia en la literatura o literatura en la historia?
Si tiene algún reparo de apreciación personal con el novelista, déjelo de lado y acérquese a la obra evitando las referencias personales con el resultado de un creador, consciente de la importancia de respetar su oficio.
Como persona, Vergés puede seguir siendo como es. Como autor, solo queda agradecerle el ejercicio de constancia y calidad narrativa.