Empezó a caer una llovizna sobre Santo Domingo. Ninfa Olímpica Estrada Imbert, Emilia Pereyra y yo habíamos salido muy temprano desde Azua de Compostela con una misión que después cambiaría el sentido de las vidas de los miembros del grupo literario que acababa de ser fundado. Nos guarecimos bajo el alero de una casa próximo a una parada de taxis, pero la lluvia arreció. La tarde recién entraba por esas calles solitarias del sector donde suponíamos se encontraba la residencia de uno de los poetas más admirados en la República Dominicana: Pedro Mir.

Queríamos que fuera a dictar una charla en las fiestas patronales de Azua. Eso fue al principio de los 80s. Con eso bautizábamos la salida del Círculo de Estudios Literarios Azuano –CIELA-, que se encargaría de estudiar la literatura dominicana y universal, realizar talleres y encuentros para formar a los jóvenes en materia literaria.

Pasó un canillita pregonando el periódico “La Noticia” y decidimos comprar uno, cosa que nos sirviera para taparnos de la lluvia si fuera necesario. Así fue. Seguía la llovizna y no tuvimos más remedio que salir de la guarida.

Ninfa era la presidenta y la mayor en edad del grupo, profesora de Inglés en el Liceo Román Baldorioti de Castro, y respetada por todos. Como si fuera poco descendía de una familia honorable residente en Azua: la familia Estrada.

El periódico no fue suficiente para taparnos y mojamos en parte nuestra ropa. Al fin, llegamos a  la casa que nos habían indicado. Estaba cerrada y nos guarecimos en la entrada. Presionados porque nos mojábamos y a la vez ansiosos por saber si habíamos llegado al lugar correcto, tocamos a la puerta varias veces. Salió una joven, que su nombre lo asocié con el cielo, con lo celestial. Tiempo después pensé que debió ser Celeste, la hija del poeta. Por cierto pareció ser una joven de poco hablar. Al vernos mojados nos invitó a pasar y no tardamos en preguntarle por el poeta. Ella nos dijo que se encontraba en su biblioteca y percibimos por sus palabras que estaba ocupado y no le informaría de nuestra presencia. Le dijimos que éramos “escritores de Azua” y queríamos conversar con el poeta para invitarlo a dictar una conferencia. Ella nos pidió que esperáramos. Lo recuerdo de forma difusa, pero creo que debíamos subir por una escalera donde se encontraba la biblioteca.

Seguíamos parados en la sala de la residencia. La joven, después de conversar con su padre, nos invitó a que la siguieran. Así lo hicimos. Llegamos a un salón de estudios: libros, su escritorio, un mueble grande y creo que un par de sillas. Yo me conmoví al conocer personalmente a ese admirado poeta que tantas veces recitábamos sus versos en los grupos de poesía coreada en el liceo. Vinieron los saludos y las presentaciones. El poeta nos invitó a sentar y nosotros nos negamos porque teníamos las ropas algo mojadas. Pero él insistió y me parece que nos sentamos aunque la visita fue breve.

No perdimos tiempo en contarle que éramos miembros de un grupo literario en Azua que acababa de fundarse y queríamos que dictara una conferencia como forma de iniciarnos de manera pública en la sociedad. Al saber que éramos azuanos tuvo un derroche de elogios para el pueblo de Héctor J. Díaz que él tanto admiraba.

Aunque por su edad y las dificultades que presentaba dictar una charla en Azua, nos explicó que haría todo lo posible porque tenía muchos años que no iba a ese pueblo. Al fin se decidió, buscó un calendario y coordinamos para que fuera dentro del programa de las fiestas patronales.

Le preguntamos qué debíamos aportar para que él pudiera trasladarse desde Santo Domingo. Él nos dijo que nada, que él no cobraba por ese tiempo de actividad y lo hacía con mucho gusto.  Para nosotros eso constituyó un gran logro porque pensábamos que el poeta nos pediría una importante suma de dinero y otros gastos.

Los miembros de la comisión del CIELA que visitábamos a Pedro Mir nos llenamos de asombro y nos pusimos radiantes de contentos. Nos despedimos y preparamos toda la logística en la ciudad para ese gran día. Acordamos hacer una colecta para comprar la gasolina y para brindarle algo de comer. De verdad no teníamos confianza que el comité de fiestas  patronales nos ayudara con los gastos porque la tradición era que estos comités siempre quedaban muy mal con los patrocinios de las actividades, principalmente las culturales.

Pedro Mir, en una de sus cátedras magistrales en la UASD.

Llegó el gran día

El Club 19 de Marzo estaba abarrotado por personas entusiastas esperando las palabras del poeta. El maestro de ceremonia lo fue Rafael Guaroa D´Soto –Cuquito- y de inmediato Radio Azua entro en cadena para retransmitir la charla, autorizado por el poeta y locutor Julián Arístides Féliz Agramonte, propietario de la estación. Con la elocuencia de siempre Cuquito presentó a don Pedro Mir. Él agradeció a los jóvenes por la invitación y la iniciativa de formar un círculo literario y que fuera él quien le diera el primer espaldarazo para su iniciación como escritores.

Entre otros jóvenes nos encontrábamos, junto a Emilia Pereyra, Otto Oscar Milanese, Guaricelis Ramírez, Alfredo Navarro Campos, Pedro Pablo Pérez, Ninfa Estrada Imbert, Arístides Payano y Víctor Manuel Mejía (fallecido).

El tema de la conferencia era “La importancia de la Literatura en la Cultura de los Pueblos”, pero Mir combinó las palabras y dijo que se sentía más cómodo diciendo “La importancia de los pueblos, su cultura y luego su literatura”. De esa forma desarrolló el tema, evocando a uno de sus primeros poemas que le publicara  en un periódico el poeta azuano Héctor J. Díaz, y la entrañable alegría de volver a Azua después de tantos años de ausencia, principalmente producto del exilio en que vivió.

Fue una conferencia memorable. Habiéndose cumplido 40 años de ese acontecimiento recordamos las palabras del poeta Mir cuando dijo al público que “Estos jóvenes (refiriéndose a los miembros del círculo literario), serán los que representarán a nuestro país con sus producciones literarias”. Eso fue un gran espaldarazo.

Al finalizar el acto, la misma joven que nos acompañó en la comisión que visitara al poeta, Emilia Pereyra, a quien hoy todos conocemos como una de las grandes escritoras dominicanas, fue y le entregó un ramo de flores a nuestro invitado. Recuerdo las palabras de agradecimiento porque estaba al lado en la mesa directiva. El poeta dijo a Emilia con mucha galantería y a manera de broma, cosa que yo parafraseo: “Yo no sé qué prefiero, que usted me entregue estas flores o si las flores me entreguen la gracia de usted”.

 

 

El autor es escritor y educador
Domingo 2 de abril de 2023

 

Virgilio López Azuán en Acento.com.do