La extraordinaria escritora y periodista Mary Collins de Colado nos entrega en el libro titulado Pedrito Chichigua una historia encantadora, sensible e inspiradora.
La autora nos transporta a “los bateyes del Este donde, además de jugar pelota en cualquier solar vacío, en el camino o frente a sus casas, los niños disfrutan volar chichiguas”.
Cual poema, nos describe cómo en el batey* Higuamo, se veían a la distancia poblados de cientos de estos artefactos voladores… por encima de los ca averales”. Nos sigue contando de un anciano extranjero, a quien llamaban Tío Martín, quien amaba hacer y volar cometas para los muchachos, mientras ellos disfrutaban escucharlo contar historias, sentado en su “mecedora de guano**”.
Entre sus más aventajados discípulos en el arte de confeccionar cometas, estaba el niño Quique, quien le recriminaba cuando usaba palabras de su país de origen, el cual era España.
Algo que alegraba a los chicos eran las tardes frescas y soleadas, porque “el ánimo era festivo, y él se ponía dicharachero y alegre y los relatos se alargaban”. Pero los mejores días eran los viernes y los sábados, cuando el Tío Martín se explayaba narrando sus aventuras por el mundo y se inventaba otras tantas. Como aquella de “la cometa viajera que tenía una cuerda tan larga que se le escapó y se enganchó en el pico de la luna en cuarto creciente”.
Sin embargo, los chicos no se conformaban, pedían a gritos que les contara más, y era en esos momentos, cuando el viejo personaje se ponía melancólico. Aquí la trama toma otro giro y Mary Collins de Colado nos comienza a contar una historia dentro de la otra, hablándonos de Pedrito, “un niño alegre, de ojos grandes y mirada limpia y cristalina, como las gotas del rocío mañanero”.
Éste también amaba las cometas y se la pasaba diseñándolas, creándolas y volándolas con sus amigos. Pero dichos artefactos tenían algo en particular: en ellas escribía mensajes que llegaran alto, hasta alcanzar el cielo, donde estaba su progenitora.
Cuando llovía, el jovencito “correteaba por el campo, canturreaba y hablaba solo”, o más bien, con “su mamá, con las ondinas y con los elfos”. Mientras lo hacía, recordaba que hasta “Benjamín Franklin había volado su chichigua” durante una tormenta. Por ello, nada lo detenía, ni siquiera el peligro de ir de techo en techo, quedándose “como en un éxtasis”, contemplando las chichiguas.
La autora se vale de la imaginería poética para hacernos sentir dentro la trama como cuando nos describe “aquel atardecer, con un cielo como bóveda de cristal, limpio y transparente, el viento barriendo las nubes y el cielo metiéndose detrás de una especie de negrofestón***, con bordes de hilos de luz dorada”.
De esta manera, nos lleva, junto a los personajes, hacia un desenlace un tanto imaginable e inesperado al mismo tiempo, cantando junto al narrador, los versos:
“Pedrito se ha ido,
Con su pensamiento…
Junto a las chichiguas
Y viaja con ellas…”
Y sigue:
“Si el niño es feliz
Y si está contento,
Su chichigua sube…
Detrás de las nubes
Porque hay un ángel
Que tira de ellas”.
Mary Collins de Collado ofrece una narrativa colorida, sensible y estimulante, que muestra empatía con el joven lector. A su vez, nos confirma la riqueza y la belleza que hay en el arte de contar historias, práctica donde no existen barreras ni de edad, ni de cultura, ni de clase social, sino más bien, constituye un maravilloso canal para transmitir el amor por nuestras raíces, las buenas enseñanzas, los valores universales de la amistad, la familia y de la vida misma.
Pedrito Chichigua.
Collins de Colado, Mary. Ediciones CP. Santo Domingo. 2013.
*Batey: Zona ocupada por una comunidad trabajadora dedicada al cultivo de la caña de azúcar, en la región del Caribe.
**Guano: Especie de palma, de cuyas ramas se confeccionan objetos de uso doméstico.
***Negrofestón: Bordado en forma de punto u ondas que adorna el borde de una confección en tela, en este caso de color negro.