En el diccionario de la RAE se establece que pasante es el participio activo de pasar. Por esta derivación, y por asuntos culturales particulares, dicho término puede ser utilizado con varios significados, directos y a la inversa. En el primer caso, los expertos definen al pasante como el estudiante acogido por una empresa al terminar o estar finalizando su plan de estudio. Esto significa el paso de las aulas al contacto directo con la profesión. Esta especie de debut como profesional es la mejor oportunidad para la consolidación de los saberes logrados; por eso debe ser el escenario máximo del proceso enseñanza aprendizaje que concluye. El pasante no es un empleado, a pesar del pago mínimo que recibe en ciertos casos. El tiempo limitado de la pasantía, como le llaman a esta fase, es el espacio exquisito para el aprendizaje significativo, para acumular experiencias y, cuando se realiza en el exterior, es una oportunidad para el intercambio, el crecimiento y la aventura.
Lo del pasante a la inversa surge de mis andares académicos, y en defensa de los que ocupan un espacio en las filas de los jubilados. En muchos casos, estos conservan los talentos pulidos y compartidos durante la acumulación de las cuotas de la “Inseguridad Social”, lo cual cuestiona la idea de que al jubilarte ya no tienes qué dar. También es un alerta para que ciertas instituciones habiliten espacios que prolonguen su utilidad. Hablo de pasante a la inversa porque el jubilado no buscaría experiencia, ya la tiene; no va por dinero, sería honorífico; en lugar de ir por saberes, compartiría los suyos con la apuesta al crecimiento de la juventud. Además, su tiempo, flexible y manejable, estaría a disposición de diferentes entidades. Aprovechemos este capital humano de tan alto precio, no sigamos perdiéndolo. Que se aparten las diferencias y se superen las limitaciones en procura de que, en calidad de pasantes, los jubilados que quieran y puedan sean acogidos como conductores de visitas guiadas, talleristas, expositores, charlistas, lectores invitados, tutores académicos y empresariales… Que las universidades y las entidades culturales del país lancen la primera piedra. Cuando esto suceda, por favor, no dejen de reservarme un espacio.