Foto: Manuel Betances (Cronopio)

 Parque Duarte. Diciembre del 2003.  Era un doberman negro y brilloso, de cuyo   cuello colgaba un pequeño cráneo rojo de hueso y huecos rojos a manera de ojos, el calié de la Zona en esa noche prenochebuena.

Sus  fauces babeantes y  amenazantes,  de actitud eléctrica y ladrido sordo,  mordían el ruedo derecho del jean del  cooperante suizo que hace segundos  el recluta de  la DNCD, portador de la bestia,  le ordenaba   presentar sus documentos de identidad, la razón de su presencia  a esa hora  en la Zona (pregunta bien pendeja) y  de paso le solicitó , mientras el calié todavía muerde el ruedo, que vire  los bolsillos de su pantalón.  Tate manso, tá como nervioso , amigo,

Casi es medianoche en la esquina de la Duarte con Billini, por los  frentes del silente, discreto y arrogante Convento de los Dominicos.  La bulla se traga todo lo que se mueve.

En el centro de la plaza  retumba el estruendo de dos congas latosas  al estilo Camilo,  dos sonidos desagradables en intensidad y desafine a las latas medianas de salsa de tomate -hediondas a callejón, a humedad,  a cobre,  a óxido,  a pobreza repartida- con las que yo jugaba a bongosero en un patio  de Villa Consuelo.

A  la derecha,  la tradicional  explosión de gritos de falsa alegría feliz  de la fauna LGTB.

En el mismo trayecto de las conga secas y  desquiciantes  y  a los pies del  Patricio  No. 1,   la tropa de  mendigos y josiadores buena gente -en primera-  hacen su entrada épica  para  cobrar su peaje  para la  cena y lo que demande la noche. Pana, coño,  tengo hambre y mi mamá anoche me botó de la casa. Resuelve conmigo.

A la izquierda, el resto es la jipada progre, la  que  años después la llamarán popi  o wawawa, depende del origen económico y social.  La jipada embicada de birras – cannábica,  a huele lo que sea, la pandilla esnifera y fugaz, expulsando fuetazos de soledad, de   múltiples y diversos ausentismos,   la jipada con ganas de joder lo más que se pueda. Llamar la atención.   Toi aquí, cañazo, háganme caso.

La jipada ignora que un colega  de la noche, acabado de llegar de un cantón suizo y que pasa por el calvario de ser devorado por un perro antinarcótico.

-Gringo, dame 500 pesos.

No tener dinero . No cambiar dólares.

– ¿Dólares? pasa 50

– Sorry, yo no querer.   Carita de terror con posible línea amarrilla en los trasfondos de sus  pantalones que todavía  muerden con orgullo patriótico el azabache y corpulento doberman, un animal con  promisorio  futuro criminal y  de vocación a desgarres de horror  y quién sabe a  muertes a lo largo de puta vida canina.

¿ Cómo qué no? Camina, ¡Uté tá loco eee! Te vamo a invetigal.

Días antes de la captura imprevista del suizo,  el Zar de la Televisión, el Gordo de Toda la Semana, de Todos Los Meses, el Papá Pegón desde el Mediodía hasta La Noche, había  escupido rabias y centellas contra los " maricones y drogadictos" del Parque Duarte.

Nada,  que el aterrorizado cooperante  fue lanzado como un saco de yuca a la cama de una  camioneta azul y blanca con centellas y alarmas al aire. El suizo que vino a salvar a los nativos de sus desgraciadas carencias  cometió el delito de no saber que en la selva hay que pegar peajes, que así es que se camina, suizo de la mierda,  o si no te jodes, ¿comprende?