Para leer Un hombre discreto
La obra del título que figura más arriba es una revelación tardía, pero bien madurada, macerada en relecturas de años pacientes. Es oportuno destacar las ideas que constan aquí desde el principio, pues es la primera obra publicada por este autor, es obra en su oportuno sazón.
Gustavo Olivo ofrece en las páginas de esta colección de cuentos una selección de textos de diversos temas y orientaciones narrativas. Este esfuerzo hay que reconocerlo porque no todos los escritores cuentan con los recursos para incursionar en distintos temas con estilos disímiles.
Por la diversidad de temas emprendidos y consumados en esta colección, la lectura se convierte muy pronto en gozo, placer. No es una obra monotemática que permite al lector distraerse durante la lectura. Es más bien un desafío al intelecto del lector. Puede llegar a convertirse en una lectura cautivante, intrigante, desconcertante. Desconcertante, sí, de propósito.
Algunas historias de las que constan en este libro pueden desconcertar al lector que no sea avezado; pero hay que añadir de inmediato que hay material para todos los gustos. Algo que debe tener en cuenta quien se adentre en la lectura es estar preparado para “vivir” todo tipo de experiencias. Esto se alcanza cuando hay inmersión del lector en las circunstancias y acontecimientos descritos.
Algo que hay que destacar; la lectura de estas narraciones constituye un placer en la medida en que permite al lector adentrarse en el mundo de la narración, de la ficción que bordea la realidad a veces, y otras veces, se encumbra en lo fantástico. No puede negarse que es lectura cautivante, a veces se hace desafiante, pues se anda tras el desenlace. No puede olvidarse la advertencia de que la imaginación del lector durante el proceso de la lectura entra en etapas de suspenso, de cuestionamiento, tratando de anticiparse al desenlace.
En sus años mozos no solo leyó mucho y bien escogido, sino que consiguió discutir esas obras con sus compañeros. Estos son hallazgos y deducciones que han trascendido a la luz pública en presentaciones de la obra, hechas por amigos suyos de larga data.
Ojalá algunos de los lectores pudieran darse a la tarea de enfocar estos relatos desde otras perspectivas, diferentes a las que adoptó el autor. Al hacer este ejercicio se descubren nuevos horizontes en los relatos. Por el estilo de “que hubiese pasado si. . .”
Debe tenerse muy presente que los relatos cortos son para ser leídos sin interrupción. Es literatura para consumo intelectual de principio a fin, sin interrupción, aunque provechosa cuando es lenta. Se insta aquí a que quien emprenda esta lectura haga inmersión en la trama, hurgando en los intersticios para recrear su propia inventiva.
Algunos casos adaptados para la narración son sacados de las experiencias vividas por el autor. Es imposible evitar en algunos de los relatos que se cuele la realidad que comenzó como reseñas de hechos cotidianos que la pluma del escritor ha desenvuelto y trocado en obra de arte. En algunos casos se pueden percibir los recuerdos de infancia, de adolescencia y las experiencias ajenas contempladas desde la perspectiva del periodista. No puede olvidarse que el cuentista es un redactor que hila con una idea fija.
Se va a resistir la tentación de citar títulos de algunos de los cuentos o de copiar líneas definitorias del carácter de varias de las historias cortas, pues eso sería manifestar preferencia personales en lugar de incitar al deleite de la lectura de la obra.
Olivo Peña no es un escritor de ficciones de todos los días. Es un intelectual que ha practicado la literatura en sus ratos de ocio. Más que en ratos de ocio, durante períodos robados al sueño reparador. Como muchos otros escritores dominicanos de todas las épocas, Gustavo Olivo mantiene un oficio cercano a la narrativa de ficción.
Es bueno que se sepa. Más arriba se ha escrito “selección de relatos” porque el autor de Un hombre discreto escogió los relatos entre muchos otros que ha escrito en el trayecto de su vida. De allí que haya de ponderarse su creativa en literatura como fruto de madurez.
Este cuentista ha vivido dentro de la literatura. Ha sido un lector empedernido, primero de obras clásicas de la literatura española, salpicadas estas con las lecturas de la literatura universal sin olvidar los que pueden catalogarse como los clásicos narradores latinoamericanos. En sus años mozos no solo leyó mucho y bien escogido, sino que consiguió discutir esas obras con sus compañeros. Estos son hallazgos y deducciones que han trascendido a la luz pública en presentaciones de la obra, hechas por amigos suyos de larga data.
La creación literaria en una ínsula como la dominicana impone límites al manejo del lenguaje para que el producto final no termine en una caricatura, remedo o pintoresquismo. En los relatos que el lector tendrá la oportunidad de saborear en esta obra no hay exageraciones en el lenguaje, aunque sí puede considerarse de gran magnitud el poder creador del autor que lleva a lo fantástico en algunos relatos.
En el lenguaje de los personajes hay rasgos que no pueden esconderse, no solamente por el léxico empleado, sino por la estructuración del habla y la articulación lingüística, son símbolos. Esto, en los casos en que es posible detectarlo ha de tomarse en tanto otro valor más en la obra por su matiz dominicano.
Por este medio se lanza la provocación a que el lector encuentre el procedimiento de interacción entre los personajes, el de las situaciones en que desenvuelven sus acciones, pues en ocasiones son manipuladas de forma tal que el final de la historia desconcierta al lector. Esa es una vieja lección que Olivo Peña aprendió muy bien.
Algunos de los personajes, así como ciertas situaciones comparten características comunes que pertenecen a la realidad dominicana. Lo que ha hecho el autor es apropiarse de esta realidad para darla a conocer, para explotarla en beneficio de su creación. Claro, como son relatos cortos esta realidad puede tildarse de realidad relámpago que es innata a este tipo de narración. Es en estas donde se descubrirán mensajes ocultos que pudieron considerarse en otras épocas de índole subversivo. Esto se percibe en medio de la intensidad del relato, como resultado de los conflictos sociales esbozados como marco de referencia.
El interés en la lectura resulta incentivado porque en cada uno de estos relatos breves hay algo “escondido” que el lector busca desentrañar y que el autor trata de disfrazar o cuyo descubrimiento el autor pospone. En este ejercicio estriba en gran medida el valor de lo narrado.
Ojalá pueda el lector reparar en la asignación de nombres a algunos caracteres, pues ellos revelan parte del papel que se les asigna en el desarrollo de la historia. Esos apelativos pueden pendular de lo grotesco a lo metafórico, a lo sutil. Esos personajes encarnan en sí mismos una carga de pasado emocional.
Otro asunto sobresaliente en estas historias cortas es el empleo de los verbos, que unidos a las situaciones bien definidas imprimen fuerza dramática al relato en los casos requeridos; constituyen el meollo de las acciones rápidas que se suceden a la velocidad elegida por el autor. Claro, no siempre habrá celeridad, solo aquella necesaria de acuerdo con la presentación de los hechos.
Quien se embarque en la lectura deberá hacerlo con mentalidad receptiva; dispuesto a asimilar el impacto de los textos y complacerse con el éxito de una ficción bien lograda.