Al Revdo, Padre Dr. Isaac García de la Cruz, Rector de la UCNE

A Su Excelencia Reverendísima Monseñor Ramón Alfredo de la Cruz Baldera

Gran Canciller de la UCNE

Dr. Martín Ortega Then, Vicerrector Académico

Dr. Luis Elías Esmurdoc Rodríguez, Vicerrector de Desarrollo y Asuntos

Internacionales e Interinstitucionales

Dr. Freddy Martínez, Vicerrector Administrativo y Financiero

Dr. Juan Castillo Castillo, Vicerrector de Investigación y Post Grado

Decanos.

Lic. Abraham Abukarma Cabrera, compañero de Investidura

Invitados Especiales, Profesores, Estudiantes, Señoras y Señores:

 

Al iniciar estas palabras de agradecimiento a las autoridades de esta Universidad por este Doctorado Honoris Causa mención Humanidades, me sentí como en aquellos días febriles de la ilusión de una Alta Escuela Académica, netamente Nordestana, teniendo la extraña suerte de ser nominado Primer Rector, no quizás por haber sugerido el nombre, aprobado por el grupo de soñadores, sino por méritos más culturales que profesionales. Precisamente, aunque pensaba hablar de mis recuerdos aquí en San Francisco de Macorís y mis vínculos familiares, ya que Andrés Mora Díaz, mi abuelo paterno, hermano de Policarpio Mora, el tío Pulún,  héroe de la Restauración, que tiene un parque en la ciudad, era nativo de este solar del Jaya y quería hablar de mis recuerdos estudiantiles, profesionales y literarios; empero, decidí conversar de mis experiencias en el mundo de las letras, al que me debo, en un apretado resumen.

Tomo prestadas las palabras de una de las figuras sobresalientes de la tecnología moderna, no de un literato: De Steve Jobs (1955-2011) agradeciendo en un famoso discurso en su investidura de Doctor Honoris Causa de la Universidad de Stanford, algo que me gustaría repetirles, prologando mis palabras:

 

«A veces, la vida te da en la cabeza con un ladrillo. No perdáis la fe. Estoy convencido de que la única cosa que me mantuvo en marcha fue mi amor por lo que hacía. Tenéis que encontrar qué es lo que amáis. Y esto vale tanto para vuestro trabajo como para vuestros amantes. El trabajo va a llenar gran parte de vuestra vida, y la única forma de estar realmente satisfecho es hacer lo que consideréis un trabajo genial. Y la única forma de tener un trabajo genial, es amar lo que hagáis. Si aún no lo habéis encontrado, seguid buscando. No os conforméis. Como en todo lo que tiene que ver con el corazón, lo sabréis cuando lo hayáis encontrado. Y como en todas las relaciones geniales, las cosas mejoran y mejoran según pasan los años. Así que seguid buscando hasta que lo encontréis. No os conforméis». (https://mercadeoglobal.com/blog/textos-del-celebre-discurso-de-steve-jobs-en-la-universidad-de-stanford/)

 

Eso me recordó la pasión por la escritura, cuando en mi infancia escribía en la pizarra del aire, una frase de José Selgas (1822-1882) que aparecía en el cuaderno rayado de caligrafía, con una frase que ha sido norma en mi vida: Ante la duda, abstente. Aquello horrorizó a mis familiares, pensando que me estaba poniendo loco. Empero, eso no fue lo grave. Entre los libros que tenía mi madre había uno bellísimo por su impresión, hecha en España en 1926: La última copa del festín, de Colón Echavarría (1898-¿….?) uno de los más connotados poetas modernistas criollos, hoy totalmente olvidado. Me fascinó ese mundo fabuloso de dioses, diosas, lirios, cisnes… Yo que apenas había leído partes de la Biblia familiar, cosa rara entonces en hogares católicos, sobre todo la versión de Casiodoro de Reina (1520-1594), ignorando mi madre, que era católica fervorosa, que hubiera sido calvinista y luterano. De ella, mamá me hablaba de Jesús, cuando íbamos a caballo de Pimentel a Campeche Arriba donde era maestra de la Escuela Primaria Rural, que hoy lleva su nombre. De modo que soy del pueblo y del campo. Esos diez años de pureza, rodeado del cariño de esos campecheros, casi todos pobres, de los que escogí mis amigos y compañeros de toda la vida, hasta desembocar en mi novela La Luisa (2016). Ahí conocí la amistad pura de varones y hembras, que formaron la base cultural de mi vida. Sus ríos Cuaba, Maney y Maguá, donde nos bañábamos desnudos, los cacaotales sombríos donde encontrábamos naranjas, mangos y guineos maduros que entonces no se vendían, están en mis huesos y en mi vida.

Razones familiares o de acompañante me llevaron tanto a Macorís, como a la capital y Santiago en 1937, y justamente en las vacaciones de 1943, a papá lo nombraron Juez Alcalde en Padre Las Casas y allá las pasaba, hasta que en 1945 lo trasladaron a Altamira. De ahí a estudiar secundaria a Santiago, desde 1946, a San Francisco, hasta hacerme bachiller y de ahí a Santo Domingo a cursar el Derecho del 1951 al 56. Luego fui Fiscalizar y Juez de Paz en mi pueblo, Fiscalizador en Villa Altagracia y en Mao, Juez Instrucción del Distrito Judicial de  la Provincia Duarte, residente en ejercicio profesional desde 1973 hasta 1984, y desde esa fecha en Santo Domingo.

Tuve la suerte de vivir mi país desde el Cibao al Sur, al Norte montañés en las ciudades citadas. Además, después de haber viajado cada año por toda la geografía para mi columna de Turismo Literario, a partir de 1969, en diversos periódicos, en compañía de poetas y de amigos, buscando escritores para darlos a conocer o escucharlos decir sus letras, me hicieron conocer el país por dentro y por fuera. Sumado a eso las aventuras  internacionales.

 

La experiencia literaria

 

Siempre he sospechado que cuando sorpresivamente me otorgaron el Premio Nacional de Literatura el pasado año, no fue por mis afanes poéticos o narrativos, ni siquiera por la enorme cantidad de artículos o los contactos con tantos escritores, no fue por lo que era creación sino por mis trabajos de investigador literario. Por lo tanto, seguiré hablando de un personaje de quien menos lo hago, del tal Manuel Mora Serrano, el alter ego de Manolo Mora.

Como bien dijo Steve Jobs, que por eso escogí esas expresiones suyas, si he tenido un vicio desde la niñez, ha sido la literatura. He sido especie de don Juan en mi juventud, por años fui bebedor de café desde la cama a la noche y fumador que pensaba que sin un cigarrillo no podía escribir. A esos dos vicios los dejé de golpe en 1975. Si no lo hubiera hecho, no estaría con ustedes. Luego fue lo de los tragos. Debían ser sociales. Nunca pude beber solo. Compañía no me faltó desde que tuve edad para ello. También de golpe, lo dejé todo. Los ricos vinos sobre todo. Era famoso por la buena mesa cargada de grasas animales, pero todo lo fui dejando sin nostalgias y no me han  hecho falta. Lo que no podría, es vivir sin libros que leer, sin aparatos para escribir las páginas en blanco.

Esa ha sido la razón de mi vida. Quizás por eso estoy aquí. Gracias a esa pasión, que como él dijo, no se llama trabajo, que se fue construyendo poco a poco.

En síntesis: Publicar es lo que menos piensa el verdadero vicioso de las letras. Lo más importante, después de las lecturas escogidas, son esas páginas apasionadas, que en verso o en prosa, fuimos produciendo calladamente, sin esperanzas de que un día se convirtieran en libros.

Nací y crecí en una época donde todavía la cultura tenía un valor especial. En las escuelas era obligatorio recitar, saber poemas de memoria, medir versos, como parte de la enseñanza del idioma. A las personas cultas las denominaban “lumbreras”. Siempre cito la expresión en 1947, de un humilde lustrabotas en el parque de la Altagracia en Santiago, que al ver pasar un señor trajeado, como era usanza todavía en el país, me dijo con admiración y respeto: ¡Ese señor es un Poeta! Luego supe que era Benjamín Guzmán (¿….?), autor de 19 títulos, que nadie recuerda hoy; pero esa expresión me dio la idea de la importancia que en el pueblo llano tenía la literatura.

No por eso quise ser poeta, sino que afirmó mi vicio de hacer versos. De seguir haciéndolos: Románticos, modernistas; malos, por no decir malísimos, pero gustaban cuando los recitaba, porque era obligatorio recitar en las invitaciones a cenas o en los actos del Partido Dominicano, y en encuentros, hasta en la Iglesia Católica de Pimentel después de la segunda misa, se recitaba y cantaba por los años 50, y se ofrecían monólogos y diálogos. El colmo era, que hasta las mujeres de vida alegre tenían cuadernos con poemas. Las putas de entonces, leían.

Hasta que un día inolvidable, en 1956, de pronto comencé a conocer lo que realmente era la poesía. Estaba a orillas del Cuaba en La Estancia, cuando escribí algo que era diferente, siendo publicado en el Suplemento Literario de El Caribe, por recomendación de Franklin Mieses Burgos (1907-1976), porque editar en la capital estaba vedado a los escritores de provincias. He aquí ese poema:

 

El camino de las sombras

 

Yo hablo del río que es una culebra flaca / escamada de verde  escurriéndose entre las barrancas. / Hablo de este mismo río creciéndole la barba en la montaña / y emprendiendo resuelto su camino de sombras. // Hablo de estos árboles que hacen equilibrio en las barrancas / con los músculos desnudos de sus raíces. // Hablo de estos pájaros que llegan a los árboles / y se quedan cantando para nadie en el campo. // Hablo de los frutos que joroban las matas / tan solo para que el hombre las degüelle risueño. / Hablo de las cosas que florecen y cantan / y se quedan con sus cantos y sus flores / olvidados y lejanos en sus sitios de siempre. // Las hormigas hacen un palacio de un ruiseñor muerto. / Alguna saldrá florecida de cantos de su garganta. // Jamás pensaremos en la agonía de los peces / que se arriman al fondo para volverse piedras. / Ni en los pájaros que mueren con las alas abiertas / para que el viento los convierta en nubes. / / No pensaremos que los árboles mueren / y se quedan de pie con sus esqueletos desnudos. / Pasaremos por los campos, por los ríos y las montañas / sordos, ciegos, e impíos; miserables y odiosos.

 

De modo que me bautizaron poeta. Sin embargo, mi pasión que dio frutos, fue el de las creaciones ajenas.

Estudiando la obra de Domingo Moreno Jimenes para dar unas conferencias, encontré y pude tener todos sus libros. Leyéndolos me di cuenta de que en sus Obras poéticas, 1975, faltaron muchos poemas de sus dos primeros libros, que le habían hecho críticas injustas. y no solo eso, sino que me preocupé por conocer más sobre nuestras vanguardias y comencé a leer viejas revistas en totalidad, incluyendo las sociales y fui encontrando cosas para rebatir a lumbreras como Max Henríquez Ureña, Pedro René Contín Aybar y Manuel Rueda, sobre la realidad histórica hasta que pude publicar en este siglo parte de esos esfuerzos.

Por no alargar innecesariamente mis palabras, vamos a presentar como  Memoria Académica  que resume esa lucha contra esa turba letrada, este resumen que he titulado Modernismo y vanguardia en República Dominicana en el siglo XIX y principios del XX, recién salido de la imprenta, como una manera de corresponder a esta Alta Casa de Estudios, que una vez fue mi tronchado sueño académico, este honor.

Oferta especial

Esta Alma Mater que en su ADN constitutivo, algo tiene de mí, señalando que ofrezco para ediciones futuras, uno cualquiera de los títulos terminados: Siempre habrá poesía romántica, antología de poemas clásicos y populares de diferentes países; El criollismo en Santo Domingo a principios del siglo XX,  diagramados listos para edición; la segunda edición de Modernismo y criollismo en Santo Domingo a fines del siglo XIX, corregida y aumentada, en Word. La versión completa de los Antecedentes de las vanguardias y una segunda edición de Modernismo y Vedrinismo primeras vanguardias dominicanas, en los cuales trabajo. Si me queda vida, deseo terminar la Historia de la Literatura Dominicana y Americana que sustituya el Español 6 de Disesa; una Antología del modernismo en Santo Domingo antes de 1930, una edición de Goeíza del Ángel Plácido de 444 páginas  con solo el punto y seguido sustituyendo comas, puntos y comas, en las pausas, los dos puntos y los signos admirativos e interrogativos. Eliminándose la conjunción ye, la adversativa pero, la palabra porque, compuesta por la preposición por y el pronombre relativo que y el sustantivo porqué, salvo en las citas de otros autores. Una Antología del Postumismo, aparte de la ambición de una de poetas del Cibao, otra de San Francisco de Macorís, una del Nordeste y una de Pimentel. Aunque quizás no tenga vida para tanto.

Finalmente, en especial para estudiantes y profesores, a los jóvenes que se inician en el mundo de las letras, estos consejos: Si algo les apasiona, y sienten cuando lo laboran, que no les cansa, sin importar los beneficios que se deriven de ello, y les apasiona estudiar e investigar, y se mantienen felices haciéndolo, no importa que no les hagan caso, que los llamen locos u obstinados, porque como bien dijo Steve Jobs: «Como en todas las relaciones geniales, las cosas mejoran y mejoran según pasan los años. Así que seguid buscando hasta que lo encontréis. No os conforméis».

San Francisco de Macorís, 17 de diciembre, 2022