Contexto axiológico

Gonzalo Borges: Sin título.

El maestro cubano Gonzalo Borges es un pintor, dibujante y acuarelista genuino que le da preferencia en su obra a la naturaleza, resume lo mítico, lo humano y convierte la realidad en alucinación al utilizar en sus lienzos una técnica expresiva que es un volcán de colores que provoca auténticas emociones. Provisto como pocos de una imaginación apasionada y una factura cosmopolita, sus innegables aptitudes artísticas confirman su expresión propia, demostrando con ello que es capaz de crear en todos los estilos posibles dada su inquietud, su dominio de la técnica, su disciplina y por el hecho de conocer de manera objetiva y vital la materia compositiva. En sus pinturas, dibujos y acuarelas el historiador o crítico artístico encuentra diversos caminos de interpretación, lo que confirma un talento bien pulido. Es por tal razón que sus realizaciones son el resultado de una original y rigurosa maestría.

Gonzalo Borges es un referente de la pintura cubana en el nivel más alto por la calidad y modernidad de su obra. Su acción inspiradora denota la manera con que incorpora su mentalidad y alma en las realizaciones que ajustan planos de contornos y formas y  por la manera de motivar sus apuestas pictóricas, muchas de ellas temerarias, con el presentimiento que desarrolla en sus esquemas y sustancia espiritual.

Su arte está refrendado por la crítica y admirado por el público debido a la historia que narra. Así pues, sus magníficas composiciones pictóricas son una sinopsis, un corpus estético que enriquece las miradas por las cuales se filtra la visión esquemática de Gonzalo Borges al abordar el mundo desde la perspectiva de un fondo místico. Por lo tanto, en sus pinturas, dibujos y acuarelas, encontramos el objetivo mito-crítico con que el artista estructura estos estilos, tomando siempre en consideración la peculiaridad de sus técnicas depuradas, sus significados que hacen posible genuinas interpretaciones.

Es interesante hacer ver que la obra de este singular maestro de la pintura cubana establece en el marco de sus realizaciones no solo la combinación de símbolos míticos-místicos sino también episodios epocales donde deja la impronta de una conciencia de la realidad, es decir, de una inducción ideal, donde, normalmente, sobresalen sus formas estilizadas y una estricta arquitectura que se caracteriza por la magia, la conciencia, la poesía, sentido de ámbitos y planos, y una perspectiva mental.

La abstracción y el fondo mítico tienden a favorecer su obra partiendo del hecho de su fascinante onirismo que explora los motivos de sus pinturas, dibujos y acuarelas, desde la perspectiva de los motivos particulares. Es así como el simbolismo que las envuelve incendia las miradas del público porque su desarrollo además de estético se convierte en escénico o cinematográfico. De hecho, su lenguaje se convierte en un tipo de impresión subyugante, por la función óptica que en el arte de Gonzalo Borges es diferente a los demás pintores. Es por esa razón que el mismo tiene capital importancia en la historiografía de la plástica latinoamericana.

En efecto, en su arte se descubre la tradición cultural de su país natal, Cuba, y las distintas manifestaciones mitológicas que evocan un mundo de leyendas y tradiciones del Caribe, válidas para comprender las creencias mágico-religiosas heredadas del sincretismo de África, Francia y España. Esto se comprueba, por ejemplo, en sus obras Nostalgia del cazador, Gitana tropical en rojo, Guaguancó, Ashé, Cañeros, Aquarium, Tres cuarto menguante, Violinista tocando dentro de una embarcación, Cuartel de Habana Vieja, Balalú, El puente, Quinta sinfonía y Espasmos.

La magia de su arte contiene un componente estructural y estético especial por su personal iconografía, por el laberinto de ideas y símbolos que logra perpetuar en sus composiciones plásticas. Por ello sus pinturas, dibujos y acuarelas poseen elementos enigmáticos que las hacen innovadoras. En ese tenor, lo revolucionario tiene un peso enorme por el pensamiento cognitivo y representativo que, sin duda, refleja el resultado de sus descubrimientos técnicos. Pero hay algo más importante que destacar en su creación artística, y es la forma con que Gonzalo Borges descubre esta innovación a partir de un espejo donde puede ver reflejados todos los elementos pictóricos que aplica en su obra; las miradas visuales que encarnan sus visiones introspectivas, imaginarias y metafísicas.

El maestro cubano ha sabido reflejar en su obra la dimensión universal de lo humano y la belleza, destacando el origen y punto de partida de esta; profundizando en su experiencia individual con tal de que el público se detenga a escudriñar los misterios que esta encierra y, naturalmente, la importancia representativa de la perspectiva ontológica que la sostiene desde el punto de vista de su percepción psicológica a partir de sus símbolos mitológicos y de su noción de la realidad. Por tanto, en ella, el mito representa una categoría explícita y específica, dando vida a la historia y a las diferentes culturas del hombre. Juicio cierto es que su creación artística se afirma en los hechos que hablan por sí solos del poder de las creencias primitivas y contemporáneas, constituyendo de esta manera la estructura analítica de una mentalidad social dominante, de suerte que la antropogeografía le otorga de manera particular aspectos discernibles a sus pinturas, dibujos y acuarelas, y  están supeditados a la exploración que se pierde en la sensación alegórica.

En sus bodegones, Gonzalo Borges sitúa la luz, el color y lo gestual en espacios que resaltan la magia de sus composiciones

De igual modo, pinta la luminosidad de sus bodegones y logra de manera admirable que esta luminosidad se funda en la atmósfera y en las superficies, sea cual sea el tema elegido, y de esa manera la naturaleza muerta adquiere una verdadera animación por la forma exquisita con que pinta la luz, los objetos y los detalles de la realidad. Inquietud que se destaca al plasmar un conjunto de elementos como el caso de un florero, unas frutas tropicales colocadas en la mesa,   la luz que ilumina una habitación desde diferentes ángulos.

Sus bodegones son auténticas visiones de la realidad exterior. Es como si, en cada bodegón,  el  artista se propusiera atrapar la luz que impregna de alegoría todo el tinglado de la composición. Por esa razón, logra una simbiosis entre hiperrealismo y realismo al estilo de la tradición de la pintura alemana porque no somete sus realizaciones a las técnicas del academicismo sino a las emociones interiores y exteriores, logrando una intemporalidad fruto de los valores existenciales. Porque la naturaleza muerta está conectada a elementos vivos de la naturaleza, es, en definitiva, la pasión por atrapar la luz, y en ese vuelo de la imaginación, lo factural, la libertad artística, los pliegues que cubren una mesa, ya sean planos o texturales, desarrollan valores plásticos maravillosos.

Sus acuarelas son la expresión de una visualidad indescifrable

A partir de pinceladas integradas, Gonzalo Borges consigue unos bodegones y unas acuarelas que definen la fenomenología del ensueño, de la ilusión especulativa aun cuando las manchas sean logradas con distintos tonos, donde la tinta sobre el papel destaca un mundo de escenas fugaces, lo cierto es que el dibujo también tiene una nomenclatura sutil, pero también las atrevidas aguadas en su teatralidad rítmica.

En este orden, sus bodegones y acuarelas se colocan en su obra en la línea de las vanguardias aun cuando el maestro cubano estudió las técnicas de los clásicos y contemporáneos en la Academia San Alejandro y su origen y desarrollo en occidente. La acuarela es, por tanto, una de las composiciones más difíciles en la obra de Gonzalo Borges. Sin embargo, el maestro cubano logra, al igual que en su dibujo arquitectónico, por las definiciones fuertes de las formas volumétricas, dar a la iluminación y a los colores formas e imágenes sorprendentes; en sus realizaciones consigue todo tipo de variaciones cromáticas o de aguadas, de tintado, porque se concentra en la diversidad de elementos dentro de la unidad compositiva.

En sus acuarelas, los ritmos de líneas diagonales se relacionan con el espacio y van de un extremo a otro para crear los elementos de la luz y la sombra, y dar de esa forma relieve a los objetos. Los tonos también ocupan planos de primer orden ya sean calientes o fríos, dependiendo de sus degradaciones. Cada uno de ellos tiene su naturaleza intrínseca, sus contrastes, su valoración estética dependiendo de los mecanismos de la luz, la sombra o el claroscuro.

Lo que más admiramos en sus acuarelas son los movimientos de la luz, la forma con que resuelve las aguadas de manera que no violenten sus direcciones en las superficies del papel, las calidades transparentes de las mismas, el mecanismo de relacionarse con los demás elementos, espacios y predominio de la composición. Las aguadas en la obra de Gonzalo Borges poseen una singularidad en su tratamiento sensual, en la manera de expresar su configuración de manchas, líneas y colores que transparentan sus detalles.

Técnica, imaginación, habilidad y talento son los elementos que caracterizan a este maestro que pinta a partir de las emociones humanas más puras y de vivencias que atesora en su memoria y que son parte de su fondo de recuerdos, imágenes y proyectos que le han servido para recrear el núcleo de sus pinturas, acuarelas, bodegones, dibujos y un sinnúmero de series donde están presentes los gallos, los toros, las ofrendas… Todo esto lo ha fundido y refundido en la substantividad de un arte de trascendencia. Como puede observarse, en sus acuarelas no hay tonos altos y bajos, simplemente hay tonos relevantes y, por tanto, cada uno de ellos mantiene su perspectiva y acontecimiento estético. 

Antropología, mitología, tradiciones y leyendas en sus pinturas y dibujos

Estos cuatro elementos constituyen los ejes fundamentales de su obra pictórica y, obviamente,  desde esta perspectiva opera en ella una espiritualidad que el artista aprovecha y articula en toda su concepción estética que comunica una misteriosa e intrépida magia fosforescente donde afloran sus emociones y símbolos laberínticos. Su obra describe el pasado y presente de su tierra natal, Cuba.

Desde niño dio señales de poseer una innata capacidad artística y por ello en la Academia San Alejandro fue estimado por su habilidad técnica que, posteriormente, le valió una beca para estudiar en  París, Francia. Es un pintor reservado que no busca honores.  Estos llegan a él por el valor que ha conquistado su obra, reconocida internacionalmente por la crítica de arte. Los logros que ha obtenido son numerosos por la leyenda que ha levantado con el esfuerzo personal sin el apoyo de gobiernos, galeristas, coleccionistas o fundaciones privadas. Su arte se basta solo porque desde muy joven aprendió todas las técnicas e impregnó su obra de espacio y luz que crearon la antorcha del triunfo que aquilata desde hace décadas.

En sus pinturas, dibujos, acuarelas y bodegones desfilan los demiurgos de la creación. Pintor excepcional por su expresión estética y lírica factura, su obra traduce también lo fantasmagórico, la carga onírica de sus símbolos y la fecundidad sensorial. Lo que más valora el autor de este libro es lo espontáneo de Gonzalo Borges; el modo con que aprehende lo atemporal y su pureza de corazón, valor que debe tener buen artista que desee inmortalizar su obra.

Borges es un pintor que ha luchado con ansiedad ancestral para colocar su arte en la cúspide más alta del arte hispanoamericano. Posee un ojo mágico para pintar y una conciencia crítica para superarse cada día, al entender que sin un oficio diario cualquier artista, por genio que sea, no logrará la cima trazada que debe estar marcada por la pasión. Es indudable que Gonzalo Borges siempre ha encontrado en el arte el comienzo y fin de su existencia.

Fama y honores ha recibido el maestro Gonzalo Borges a lo largo de muchos años, debido a que sus pinturas mitológicas y alegóricas acusan el rasgo personal y característico de este consagrado maestro de la pintura cubana, cuya extraordinaria reputación se debe a su riguroso academicismo y a las tendencias estéticas que asume a la hora de llevar al lienzo sus representaciones. No hay duda de que su obra es la afirmación de su personalidad apasionante y subjetiva, encarnando el alma que se abre a la humanidad.