Ya en un escrito anterior se estudiaron los orígenes e historia de algunas enfermedades. En esta ocasión corresponde el turno a algunos órganos cuyos nombres se alejan de la ciencia médica, por lo menos en apariencia. Son nombres con orígenes pedestres.
Se analizarán más abajo la amígdala, la aurícula y el hígado. El rasgo común entre los tres es el sorprendente origen de estos nombres. Una vez se haya concluido con el repaso de las historias dejaré al arbitrio del lector determinar cuál es el más increíble entre estos. Debo confesar que disfruto en gran medida al escribir estas historias. Ojalá logren los lectores placer al leerlas.
Amígdala
La palabra amígdala proviene del griego amygdále, por medio del latín amygdala. Nada impresionante hasta ahí. Lo desconcertante es saber qué significaba en esas lenguas esas voces resaltadas en bastardillas. Hay que revelar que en esas lenguas significaba almendra. ¿Cómo rayos se pueden relacionar la amígdala y una fruta seca? Pues más fácil de lo que aparenta a simple vista, por la forma.
Las amígdalas son las glándulas que se encuentran a ambos lados de la garganta. Amígdala es una palabra que pertenece al léxico científico, por tanto, la forma primitiva no varió, conservó su contenido y la forma. Por el contrario, la almendra que es vocablo de todos los días varió por el exceso de uso. Sufrió influencias, repetición y fue modificándose a través del tiempo. Se hace necesario aquí recordar que esta almendra de la que se escribe aquí es la importada que los dominicanos comen en navidades. No es la que se conoce en República Dominicana que crece fácilmente en la arena a orilla del mar.
En latín vulgar almendra era amindula, que es una forma de pronunciar el nombre amígdala. En mi juventud personas de poca cultura para referirse a amígdala utilizaban palabras semejantes a esta amindula. En latín clásico pasó a amygdála. He oído pacientes llamar amíndola a la glándula. Imagino que esta pronunciación en el habla dominicana obedecía a la poca frecuencia en español de encontrar en medio de una palabra una letra ge (g) seguida de una letra de (d). Además, sufría interferencia o influencia de la almendra criolla. Esas denominaciones aberrantes existieron también en hablas de España de hace años. Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (1980-I-191).
Tal y como se mencionó al principio, la palabra amígdala para la glándula sufrió menos cambios a través del tiempo y el uso que almendra, la fruta. Hay que suponer que esta denominación para la glándula tuvo su origen en el habla culta, de los especialistas en ciencia médica, pues esta glándula no puede verse a simple vista. En portugués la glándula terminó en (amídala), amígdala al tiempo que la semilla del fruto pasó a amendoa con acento circunflejo sobre la letra e. A origem curiosa das palavras (2003:19).
En español almendra apareció con esa forma por primera vez en el siglo XIII. En ese mismo siglo entró amygdale en francés. En francés entienden que el latín clásico fue alterado a amandula, de donde derivó amende, que es almendra en esa lengua en la actualidad. Hacia 1250 la palabra adquirió un sentido anatómico, “órgano en forma de almendra” para los dos órganos linfoideos situados en ambos lados de la laringe. Ya en el siglo XIX el término científico pasó al habla general. Dictionnaire historique de la langue française (2012-I-117).
La almendra –almond– que está en el origen de la amígdala también tiene su historia en inglés. En el inglés conocido con el nombre de Middle English (1150-1470) entró procedente del francés antiguo, de amandre. Según Skeat la partícula al- se la añadieron en España por influencia del árabe. Concise Dictionary of English Etymology (2007:9).
Existe en español otro nombre (sinónimo) para amígdala que muchos hablantes ignoran. Recibe el nombre de tonsila. Ese nombre se relaciona con el que recibe en inglés, tonsil. Con respecto a este término, la Real Academia sigue lo trazado por Raimundo De Miguel en su Nuevo diccionario latino-español etimológico, quien deriva a tonsila del latín tonsillae, “las glándulas de la garganta”. (1887:936). En inglés se documenta por primera vez el uso en 1601. El Chambers Dictionary of Etymology (2015:1150) entiende que anterior al latín su origen es desconocido.
Si esta historia de la palabra amígdala le pareció increíble; prepárese que en el cuerpo humano los especialistas en ciencia médica han nombrado partes del cuerpo o de órganos con nombres extraños a la condición humana. Ejemplo de esto. En el oído hay una parte que recibe su nombre de la concha de los moluscos. Esa parte es la cóclea en el oído interno que tiene forma de espiral, parecido a un caracol. El origen del vocablo caracol es incierto, a pesar de que es voz común a los tres romances hispánicos.
A pesar de que se admite que el origen es incierto, la idea preferida para explicar su origen es que caracol deriva del latín cochleola, diminutivo de cochléa. Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (1980-I-844-5). Ahora bien, ¿cómo piensan los lectores que se escribe caracol en inglés? Pues es cochlea, se pronuncia koklea. Se usa para la cavidad en espiral en el oído interno. En etimología inglesa hacen derivar esta voz del latín, derivada a su vez del griego kochlias, de kóchlos, caracol. Chambers Dictionary of Etymology 2015:185). Esas voces son semejantes a la española caracol. En las voces del inglés el dígrafo ch se pronuncia en estos casos con sonido ca (K); se asemeja aún más al sonido del español.
Aurícula
Ya hay que centrar la atención en la aurícula que anunciamos al principio de este escrito. Las aurículas son las cavidades superiores del corazón. Eso es conocimiento de anatomía elemental. Donde “la puerca retuerce el rabo” es cuando se procura buscar el origen de la palabra “aurícula”. ¿Por qué?, pues porque ahí está la sorpresa.
Los dominicanos estamos acostumbrados a tener alas en el corazón, pues en ocasiones se les “caen las alas del corazón” cuando pierden el ánimo ante algún contratiempo. Lo que no concebimos es tener orejitas en la parte superior de ese noble órgano. Alguien pregunta, ¿de dónde sale que tenemos orejitas en el corazón? Ese orejitas es la traducción al español de aurícula en latín.
Aurícula es el diminutivo de auris, oreja. Las orejas del corazón se conocían ya en latín, Auricula cordis. Nuevo diccionario latino-español etimológico (1887:191). Las cavidades superiores del corazón recibieron ese nombre porque ambas poseen en la parte superior pequeños apéndices semejantes a orejas de cachorro. ¡Vaya comparación! Oreja y de animal. No se les ocurrió algo menos extravagante. Este auris también vale para oído, no solamente para oreja. Diccionario etimológico indoeuropeo de la lengua española (1997:120). Las aurículas desempeñan una función importante en el corazón. Reciben la sangre que entra en el corazón donde la almacenan temporalmente antes de bombearla a los ventrículos.
En la última oración se mencionó ventrículo que deriva del latín venter, que ya puede deducirse que correspondía en esa lengua a vientre (barriga). Presumo, si enseñaran a los jóvenes de hoy anatomía del cuerpo humano de este modo, con ayuda del latín, se divertirían mucho y no olvidarían los nombres que a primera vista aparecen extraños.
Al tratar el tema de la aurícula hemos mencionado varias veces el corazón. Este órgano se calificó de “noble” más arriba. A través de la historia se ha retenido como centro y asiento de sentimientos que no pueden pasarse por alto. En el esquema del cuerpo humano entre los centros de atención siempre aparece el corazón. No podemos olvidar que esa importancia se la reconocían los egipcios cuando enterraban las momias con una sola víscera, el corazón; indispensable para la eternidad. En los emblemas, el corazón es el centro de iluminación y felicidad, por eso lo representan en llamas.
B. Rosario Candelier en su Diccionario de símbolos (2017:109-11) destaca al corazón como cauce de emociones y símbolo de amor y amistad. Lo considera el fuero emocional de la sensibilidad. El corazón era enantes importante en la cultura como lo es ahora, aunque la ciencia ha disminuido el ímpetu del verbo, dejando ese rasgo a la poesía. La prodigalidad de la expresión verbal derramada sobre el corazón no ha sido una presea indisputada. El hígado tuvo también su período de reconocimiento; o su culto como órgano sede de muchos atributos hoy indisputados al corazón.
Obedientes con la tarea que nos hemos impuesto en estos escritos, pienso que es el momento propicio para revisar el origen del nombre del corazón. La raíz de donde procede corazón se ha trazado hasta el indoeuropeo kerd-. Ya en latín era cor, corazón, aumentativo de cor, por aquello de que el corazón de los amantes y del hombre valiente eran grandes. La descendencia de esta raíz es larga y variada. Incordiar, con la preposición in- es molestar. Coraje es valentía. Acordar, concordar, misericordia son todos términos relacionados con corazón. Recordar, traer a la memoria, viene del corazón. Recuérdese que en inglés saber algo de memoria es to know it by heart. ¿Qué les parece? A esto hay que sumar la terminología médica y la relacionada con creer y confiar, tales crédito, crédulo, acreedor y otros más.
Hígado
El hígado es un órgano muy importante en la salud del humano. Tiene una rica historia en el seno de la lengua que se detallará aquí para interesar a los lectores. Se puede desafiar la curiosidad o el conocimiento para que adivinen los lectores de dónde y cómo terminó ese órgano con ese nombre en español. En el desarrollo se seguirá la pista al indirecto proceso que culminó denominando al hígado.
La historia es esta. El nombre del hígado nació en la cocina de Roma. La víscera que se conoce en la actualidad como hígado antiguamente se conocía como jecur, al hígado adobado. Los cocineros durante el Imperio entendieron que si se cebaban los gansos, encerrándolos en jaulas, manteniéndolos inactivos, alimentándolos con higo, en latín ficus, de modo que engordaran en período corto, el hígado sabría mejor y se llamó jecur ficatum al producto. Plato considerado entonces exquisito.
No debe olvidarse que quienes se dedicaban a las tareas culinarias eran personas de los estratos sociales menos instruidos. Ellos descuidaban la pronunciación en mayor medida que el resto de la población. A pesar del bajo nivel educativo, aunque desempeñaban su oficio en un medio hasta cierto punto aislado, el mensaje de todos modos trascendió. La repetición de la combinación se simplificó, terminó siendo iecur (jecur) y se impuso. Biografía de las palabras (1956:193-4).
Estos cocineros del imperio habían descubierto el hoy famoso foie gras, conocido en la cocina internacional, tenido como una exquisitez para el paladar. Literalmente el nombre significa “hígado graso”. Cuando un sibarita se deleita al comerlo no piensa en la salud ni en el proceso de elaboración de este. Así el adjetivo pasó a ser usado como sustantivo, ficatum.
Alguien curioso pregunta, ¿cómo se hacía para que comieran los gansos mucho higo? Pues fácilmente, obligándolos. Les introducían un embudo hasta el cuello por donde introducían el higo y con masajes al cuello (cocote) hacían bajar el fruto de la higuera. Los hedonistas de hoy pueden pagarse el placer de consumir el foie gras sin sentir remordimientos por el bárbaro método; las sociedades protectoras de animales no existían en Roma y el procedimiento moderno se ha sofisticado.
Hay que satisfacer la curiosidad ajena. ¿Cómo se hace ahora? Por medio de electricidad. A la oca se anestesia, se le hace una trepanación, se inserta un electrodo en la base del cerebro y no se deja dormir. Este “tratamiento” viola los derechos de las ocas. En una semana el hígado se hipertrofia y queda listo para consumo. Es pertinente aclarar que en griego el hígado se llamaba hepar, de donde ha derivado todo lo hepático. Palabras que tienen historia (1992:134-5).
No olviden que les advertí antes que fue un recorrido indirecto. Sí, la forma de obtener en corto período el foie gras es cruel. No teman, pueden visitar New Orleans durante el carnaval y asistir al mardi gras; lo que podría afectar su hígado es el exceso de bebida alcohólica.
La historia del origen del hígado procesado para consumo humano determinó la denominación de la víscera en varias lenguas. El ficátum ha dominado en Rumania, ficat. En portugués y gallego, fígado, en italiano fegato. En francés no está tan lejos, foie. No solamente la vida trae sorpresas. Ya pueden aceptar que la lengua también tiene las suyas. Una vez que se sabe de donde proceden las ofensas al denominar con términos derogatorios para la condición humana a algunas partes del cuerpo humano, estas se toleran estoicamente.
Roberto Guzmán en Acento.com.do