¿Por qué fregar, en su concepto de oficio doméstico a ser repetido infinitamente a diario, tiene tan mala imagen?

¿Tenemos idea de lo que es, en realidad, fregar? ¿El fregado tiene una imagen muy mal mercadeada? Pero existe una forma de verlo de forma distinta.

Fregar es darle la oportunidad al universo de que reinicie sus jornadas desde 0, partiendo de la nada, de lo poco, de lo insignificante, tanto como pueden serlo unos trastes engrasados, cargados de restos de comida, cuando el aspecto de lo consumido no fue el atractivo multicolor y oloroso a promesa de la gastronomía.

Fregar comporta un placer que la gente desconoce. Fregar convoca la posibilidad de transformarse en un ángel milagroso de lo imposible: hacer el más perfecto homenaje al hogar.

Con muy mala imagen por lo que supone de trabajo repetitivo, vinculado a la grasa y los desperdicios, la gente ignora el enorme placer emocional que supone el fregado.

Fregar no es solo limpiar los enseres de la cocina, y en especial los vinculados a la cocción de la comida y su disposición para ser consumida, para lo cual se apela a detergentes, esponjas, agua y otros insumos.

No. Visto de esa forma, este oficio doméstico, es una tarea repetitiva y embrutecedora más. Fregar no es eso. Eso es higienizar los enseres del hogar.

Lo que implica fregar, es más. Es una entrega al hogar, un homenaje a quienes han puesto su talento y experiencia para preparar la comida.

Y digo más: es una experiencia mágica de reencuentro existencial con el hogar. Es una forma de conectar con la trascendencia de lo cotidiano y de hacer de una labor poco atractiva, una entrada al universo mágico del amor a lo pequeño, a lo no valorado, a lo que rechazamos por comodidad o cobardía y que sin embargo nos ofrece generosamente, sus puertas hacia la autorrealización.

No ha leído mal. Dije “autorrealización”. Fregar es reconstituir el hogar. Fregar es hacer un milagro: aquel que devuelve dignidad a platos cubiertos, ollas y calderos, que nos sirvieron tanto para el buen comer y que ahora pasan a ser la molestia de la parte de atrás.

Fregar es un acto de justicia solidaria, Fregar es un acto de aprendizaje vital.

Fregar en un acto de entrega. Es un necesario tiempo de pausa, precisamente ahora que estamos colonizados por un excesivo expositivo a información, a contenidos del más variado tipo, no siempre de los más adecuados.

Fregar es un ejercicio físico que nos despereza. Y un acto creativo que nos hace mejores personas. Que nos recuerda que no hay labores pequeñas y despreciables. Y que lo que sí hay son seres humanos capaces de amar a los demás por la vía del servicio.

Fregar es un creativo encuentro con el lado delicado, detallista y tierno que debemos afinar siempre.

En familias normales, los hijos y padres deberían pelear por la oportunidad de servir al resto del grupo familiar, mediante el fregado. No lo digo en broma.

Descubrir el universo de encuentros emotivos y creativos que supone la oportunidad de fregar, es un ejercicio al que le invito a ingresar. Véalo así. No se arrepentirá nunca.