En 1969 se publica La Centena, antología poética de todos los libros publicados, seleccionada por el mismo Octavio Paz, (y quién más podría hacerlo sino el propio autor), pues si le ponemos caso a la editorial y no hay porqué dudarlo, era un desconocido en España. Quizás desconocido en ese momento significaba para el lector español.

La edición estuvo a cargo de Barral Editores-Poesía-Libro de Enlace. Barcelona. Publicación a meses del mayo francés y el de México que conllevó al autor a la renuncia de la embajada como embajador en la India, que significó un giro impensable por el autor en lo que respecta tanto a su obra como su persona. Empezando a cosechar su talento en cualquier orden público y privado en que se piense. El poeta y crítico pasó a ser noticia desde su vida personal hasta literaria. Había movido fichas que sin mucho pensarse pasó a coronarse un rey mediáticamente de sectores intelectuales de su país y del extranjero, principalmente respecto a su posición política de derecha versus izquierda. Otros intelectuales harán lo mismo, pero sin los efectos de Octavio Paz. La antología La Centena, fue uno de esas “coyunturas” literarias, indudablemente por sus dotes de poeta.

Esta antología (Poemas: 1935-1968), que cubrían los libros más importantes de poesía de Octavio Paz, desde Libertad bajo Palabra (1935-1957) hasta los libros de poesía espacial: Topoemas y Discos Visuales, de 1968, es decir, toda la obra insuperable del autor de Laberinto de la soledad (1950 y el Arco y la lira (1956). Ambos de prosas, hasta ese momento.

Octavio Paz estuvo de muy joven en España (1937) en el mismo escenario de la guerra civil española y de ahí hay que pensar que no se apareciera jamás y ni pensara aparecerse por la España franquista y su mundo editorial, que tampoco fue sino años más tarde (muerto franco (1975), cuando regresó. ¿Qué significó esta antología para Paz y seleccionada por el mismo? Sin duda un nuevo acercamiento a los nuevos valores tanto de la crítica y los críticos que escribían poesía, más que a los mismos poetas, es decir la generación del 50, es decir los que cultivaron la poesía social española.

Si para una generación, digamos dominicana, El arco y la lira y Laberinto de la Soledad, en ese momento significó un asombro, (el primero (para la generación de los 80; más que el último, es posible, fuera una simple lectura de un libro revelador de un poeta que pensaba como poeta al escribir prosa y viceversa.  De ahí que se podría aventurarse que la influencia de Paz, si se puede hablar de ello, es la de su inteligencia, sus diálogos.

Si a partir de La Centena Octavio Paz pasó a ser un autor conocido ya por el público selecto tanto de poesía como del pensamiento abierto en todas sus vertientes, influenciado por el pensamiento francés en boga, cuestionador y lúcido más los escándalos políticos por posturas tanto contra su país de origen, México, como contra Cuba y su revolución y todo lo que olía a disidencia oriunda del comunismo de la época en otros países del mundo, era explicable, pero esa misma oleada de prosa de indoles variadas tal vez mermó su creación poética, porque, reitero, a la publicación de La Centena, ya había escrito todos sus poemario más significativos que lo situaron como un poeta del primer orden en la poesía latinoamericana o más bien, de la lengua en la que vertió su sensibilidad y su inteligencia critica. Su personalidad creadora empezó a crecer sin parar tras la muerte de Pablo Neruda (1973), que era imposible eclipsar en vida. Imposible parar un torrente de sensibilidad en el lenguaje cervantinos de Neruda, que al morir dejó ocho libros inéditos que gozan del aprecio de la poesía nerudiana.

De ahí que la antología poética La Centena constituye un antes y un después para el conocimiento de Octavio Paz, en España o en cualquier rincón donde se hable español tanto como poeta como prosista y un descubrimiento para el poeta y crítico español, por la variedad y matices de la poesía paciana, abriendo un espacio para mejorar la propia. Lo evidencia la Semana del autor dedicada a Octavio Paz en 1989 y la publicación de todos sus libros en el país ibérico. Edición de Enrique Montoya Ramírez, a propósito de la conmemoración del Quinto Centenario, donde figuraban los críticos más avezados de ese momento.