Cada año, al acercarse en la República Dominicana el Premio Nacional de Literatura, las quinielas comienzan a abrirse. Este premio, creado para reconocer a un autor o autora que se encuentra en la cúspide de su carrera, ha perdido credibilidad e interés. Los amantes de la literatura sabemos que, en muchas ocasiones, los jurados eligen a personas que aún no han alcanzado esa cúspide, dejando de lado a autores y autoras que realmente lo merecen.

El 26 de enero de 2025, más o menos a las 11 de la mañana, se anunciará el nuevo ganador o ganadora, y muchos temen que se repita la triste historia que ya se ha vivido. Para nadie es un secreto que este premio se ha vuelto un espacio de pagar favores; los comentarios en redes sociales reflejan una creciente desconfianza sobre el tema: es un premio amañado, un reconocimiento que parece más político que literario.

Muchos de los ganadores, aunque no todos, deben ser analizados en el contexto del año en que recibieron el premio para ver si no había otros con más altura que merecieran serlo. Es fundamental preguntarse qué tan alto estaba el trabajo de X ganador o ganadora en el momento de ganarlo, no ahora, cuando la visibilidad que obtuvieron les ha permitido crecer gracias al premio.

Y la desconfianza no solo está latente en el Premio Nacional, sino en todos, porque la realidad es que los jurados, conscientes de quiénes son los autores, a menudo favorecen a aquellos con los que tienen acercamientos personales o profesionales. Eso no solo lo digo yo; solo hay que navegar en las redes cuando se toca el tema y verán esa desconfianza en muchas personas, porque ¿cómo es posible que todos los años, en distintos premios, siempre aparezcan los mismos nombres como ganadores?

Existe un rumor persistente de que los mismos jurados corrigen textos que están concursando, o que por debajo de la mesa llaman a los amiguitos a concursar, lo que genera un ambiente de sospecha y falta de transparencia, aunque es posible que aparezcan algunos de esos jurados que son honestos.

Lamentablemente, la literatura dominicana seguirá estancada mientras persistan estas prácticas. Con cada año que pasa, el Premio Nacional de Literatura se vuelve menos relevante, y uno se pregunta: ¿cómo pueden jurados que deberían estar al tanto de la cúspide literaria de cada autor o autora ignorar a aquellos que realmente merecen el reconocimiento?

A medida que nos acercamos al premio, la comunidad literaria espera que los jurados escuchen el clamor de que el 26 de enero del año entrante premien a alguien que en verdad lo merezca.