Tenemos nuestros mitos, tenemos el mito del ave fénix que muere y renace una y otra vez y que en ese ciclo de vida y muerte, de desaparición y vuelta a la vida, se hace eterna, viniendo de las cenizas de las eras del tiempo.
Pero nuestra ave fénix es una metáfora política que intenta volver desde la autodestrucción propiciada por la irresponsabilidad y el dispendio personalista y disoluto del poder y del manejo hedonista y autocomplaciente del Estado.
Para después cifrarlo todo en mensajes amnésicos remontándose a la idea siniestra del señor Goebbels de repetir y repetir una mentira hasta convertirla en verdad.
El trabajo, bien articulado, estratégicamente colocado, silenciado aquí y comprado voluntades allí, reclutando a una generación que ignora los pantanos del pretérito, en una nación donde no todo el mundo recibe las dosis adecuadas de verdades necesarias puede prender y convertir el falso liderazgo, la utopía en concreción y montarla en el tren de la oportunidad de la vuelta al poder.
O de revertir el conocido mito del ave que opera fuera del tiempo y la falibilidad de la vida hasta hacerla una realidad incontestable.
Nuestra ave fénix no tiene que explicar para nada su pasado, no tiene responsabilidades que asumir porque ya no pertenecen al tiempo sino al mundo de las fábulas y al mundo de los fabuladores que quieren atentar contra su nombre eminente.
Nuestra ave fénix quiere que olvidemos sus dislates y sus ejecuciones viciadas y nos concentremos en su figura mesiánica irrebatible, en su figuración amnésica incapaz de comprender las consecuencias de sus actos y las inconsecuencias de su proceder.
Entonces, esa ave que debió ser resplandeciente e histórica, deslumbrando el devenir, se torna en una falsificación de la eternidad, en una perversión del infinito cifrado en una política altamente personalista.
Nuestra ave fénix no tiene que explicar para nada su pasado, no tiene responsabilidades que asumir porque ya no pertenecen al tiempo sino al mundo de las fábulas y al mundo de los fabuladores que quieren atentar contra su nombre eminente.
En cambio, como ave prodigiosa, es-cree ser- constructora de bienestar como lo prueba su cambio enorme de estatus de hija desconocida del pueblo elemental, olvidado y barrial, a la proceridad insuperable en la retórica y en las hazañas intelectuales incomparables, a los viajes de lujo al extranjero, al baño de personalidades.
Últimamente se ha sabido que también es autista ya que no le da importancia al mundo circundante ni a los comentarios sobre su forma de renacer a partir de los apoyos turbios, la manipulación mediática, el uso de recursos hurtados al bienestar de las mayorías.
Mientras tanto, el pueblo calla y quiere olvidar y no puede.