Filósofo y académico italiano, el profesor Nuccio Ordine (especialista en la literatura, el arte y la época del Renacimiento, singularmente en el pensamiento del genial Giordano Bruno) acaba de recibir el Premio Princesa de Asturias 2023 de Comunicación y Humanidades, un galardón absolutamente merecido por su lucidez y conocimientos.

En sus publicaciones, entre las que podemos destacar La utilidad de lo inútil, Clásicos para la vida o Los hombres no son islas, Ordine se muestra como un defensor tenaz de los grandes nombres de la Filosofía y la cultura e insiste en que el conocimiento nos ayuda a vivir. Por tanto, es un crítico del modelo de educación universitaria cada vez más en boga, enfocado hacia el mercantilismo y el utilitarismo más inmediato.

Al inicio de cada curso académico, Ordine pregunta a sus alumnos por qué razón van a la universidad. La respuesta (“para obtener un título”) suele repetirse año tras año, de modo que su réplica tampoco varía: a la universidad no llegan solo para graduarse y formarse para acceder al mercado laboral, vienen, sobre todo, para aprender a ser seres humanos libres y plenos a través, y a partir, del conocimiento. En mi artículo del 27 de enero en esta misma columna ya me referí a su extraordinario ensayo La utilidad de lo inútil.

Si vivimos en la era del conocimiento, si los soportes por donde viaja la información y por los que nos comunicamos conocen la mayor revolución en casi seis siglos, desde la invención de la imprenta, no podemos sino preguntarnos para qué nos sirve el conocimiento y, por tanto, cómo transmitirlo a los niños y niñas en las escuelas, a los jóvenes en las universidades y centros de formación superior. Hoy, cada vez más, se prima la excelencia académica en el marco de un modelo educativo orientado y pensado en el mercado.

Sin embargo, de la mano del profesor Ordine y de otros verdaderos maestros podríamos pensar en fomentar, desde las aulas, valores esenciales como el pensamiento crítico, que requiere lecturas, debates y reflexiones compartidas desde el rigor, puesto que de la mano de este llegaremos a valores como la solidaridad y la justicia social para pensar, colectiva y democráticamente, cómo transformar nuestra sociedad. Mi padre, el doctor Antonio Zaglul, siempre me decía que un médico que solo sabe de medicina no sabe nada… Y esta sentencia puede extrapolarse a las demás profesiones: debemos mirar más allá de nuestro consultorio, de nuestro despacho, de nuestro taller…

La cultura no es una herramienta para avasallar a otros con citas brillantes u oportunas, a fin de reforzar egos o autoestimas. El conocimiento de la historia, de las ciencias, de la literatura, de la filosofía, de las artes nos ofrece herramientas para adquirir un pensamiento crítico hacia nuestro entorno, amplía nuestra visión de la realidad, nos hace ser más selectivos ante el veneno de las informaciones falsas, fabricadas y difundidas masivamente en nuestros días, e incluso ser más asertivos en la toma de decisiones. Las herramientas para pensar y reflexionar, que nacen de la cultura y el conocimiento, que nos proporcionan un lenguaje cuidado y matizado, nos aproximan a la libertad, nos alejan de la caverna.

El profesor Ordine defiende que los procesos de aprendizaje deben ser lentos y cuidadosos para consolidar los conocimientos. Parece una quimera en este mundo donde los informes internacionales sobre el aprendizaje establecen rankings severos y definen verdaderas competiciones entre países o universidades… Prevalece la prisa del utilitarismo, la velocidad de una sociedad que mercantiliza la educación y el conocimiento. Y, sin embargo, los grandes descubrimientos se realizaron desde la lentitud de la contemplación y de la observación, los avances de la ciencia requieren tiempo, estudio, investigación, análisis…

Regresemos a la cultura de la mano Nuccio Ordine, quien en uno de sus libros, Clásicos para la vida. Una pequeña biblioteca ideal, nos advirtió: “Si no salvamos a los cásicos y la escuela, los clásicos y la escuela no podrán salvarnos”.