En el avión que la conducía a tierra extraña, Gioconda Belli escribió Despatriada, un poema desgarrado que parece una memoria personal de su destierro y una enseña rotunda del dolor que hoy vive su patria.
Me fui con las palabras bajo el brazo / ellas son mi delito / mi pecado / Ni Dios me haría tragármelas de nuevo.
Gioconda Belli, la poeta nicaragüense dos veces exiliada de su país, llegará a Santo Domingo como parte del grupo de escritores que asistirá al encuentro literario Centroamérica Cuenta, que realizará su décima edición del 16 al 21 de mayo de 2023.
Gioconda Belli salió por segunda vez al exilio a inicios del año pasado para ponerse a salvo de la furia del gobierno de la ex poeta Rosario Murillo y de su marido Daniel Ortega. “Nunca imaginé que iba a tener que vivir de nuevo en el exilio”, confesó al Diario de Chiapas el pasado febrero.
Su primer exilio lo vivió en el año 1975, cuando tenía veinticinco años y era parte del movimiento de oposición que derrocó, por vía de una insurrección popular, a la dictadura de Anastasio Somoza.
Se fue a México. Luego a Costa Rica. Y allí, según confiesa en sus memorias El país bajo mi piel, tuvo que inventarse una vida. “Ya no podría volver a mi país. (…) Tendría que rehacer mi vida en otra parte, ganarme el sustento para poder reunirme con mis hijas, definir mil cosas, decidir la suerte de mi matrimonio. Se abría un hueco oscuro, incierto.”
En Costa Rica vivió en una casa frente a los rieles de un tren, y allí leyó Rayuela, de Julio Cortázar, y vibró por la Maga. Y fue allí donde conoció a Sergio Ramírez, con quien inició una amistad que aún permanece en pie.
También trabó relación con el economista Jaime Wheeloock, uno de los futuros comandantes sandinistas, y autor de Imperialismo y dictadura, un libro esencial para entender la historia real de Nicaragua, más allá de las fábulas contadas por los conquistadores, y que fue prohibido por el tirano Somoza.
Gioconda Belli fue amiga de Camilo Ortega, un hermano del actual presidente nicaragüense Daniel Ortega que cayó peleando el 26 de enero de 1978 contra Somoza en la insurrección de Monimbó, un barrio indígena de Masaya, la ciudad de las flores, que siempre le plantó cara al tirano.
De amigos a perseguidores
En sus años de juventud, la escritora fue amiga de quienes hoy la persiguen y la empujan al exilio. Fue cercana a la ex poeta Rosario Murillo, a la que recibió en su casa en San José, Costa Rica, un día en que esta salió huyendo de la dictadura de Somoza, junto a su compañero sentimental Vicente Ibarra y sus tres hijos, Rafael, Carlos Enrique y Zoilaamérica, la hijastra que años después acusó a Ortega de haberla violado.
En una carta que dirigiera Belli el 17 de junio de 2018 a la expoeta, examiga y excompañera Murillo, le dijo: “Nunca imaginé que el poder destruyera tan absolutamente tu poesía, que la mujer a quien di refugio en el pasado, dilapidó no solo su presente, sino también su futuro.”
Y añadió: “Es una lástima que hayas decidido usar tu inteligencia y tu capacidad de organización para llevarnos a esta terrible encrucijada”. La lucha antisomocista los unió y las desmesuras del poder los desunió.
En Carlos, ojalá las hormiguitas no te lo cuenten, un poema inspirado en Carlos Fonseca Amador, fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional, que vaticinó los infortunios de su patria, Gioconda escribió:
Nos tomamos el cielo por asalto / pero qué lejos estuvimos de ser ángeles / qué pronto cometimos el pecado del orgullo / hasta que la súbita e implacable espada de fuego / nos cerró estrepitosamente y sin remedio / las puertas del Paraíso.
Y en Canción de cuna para un país suelto en llanto, otra pieza adolorida, escribió:
¿Dónde escondo este país de mi alma / para que nadie más me lo golpee?
En el año 2000, en el último capítulo de sus memorias, que lleva por título Dónde esta quijota termina de contar sus memorias, Gioconda Belli escribió por adelantado el epitafio de la Revolución Sandinista:
“A medida que los Ortega se fueron apropiando del poder y monopolizándolo, la Revolución fue perdiendo su ímpetu, su brillo, su energía positiva. Se impuso la mentalidad falta de escrúpulos y principios, populista y manipuladora.”
Con 73 años a cuestas y con las huellas de la vida mostrándose en sus manos paridoras de luz, la poeta fue despojada el pasado 15 de febrero, junto a 93 ciudadanos más, de la nacionalidad nicaragüense por un tribunal controlado por el gobierno de la ex poeta Rosario Murillo y su marido Daniel Ortega.
La poetisa del amor
Gioconda Belli vive con la poesía pegada al cuerpo. Aunque ha escrito novelas, ensayos y un libro de memorias, ese es su sino, ese el hado que la hace entenderse con los dioses. José Coronel Urtecho, poeta como ella, y, como ella, hijo de la sufrida tierra de Rubén Darío, le concedió el alto rango de “poetisa del amor” y definió su poesía como “auroral, primaveral y corporal”, subrayando que ella toda “exuda por todos sus poros la poesía vital, viva, carnal que llena toda su humanidad y que naturalmente brota de su piel, como el sudor del cuerpo de una muchacha que corre desnuda en la costa del mar”.
Belli participará en la vieja Santo Domingo, República Dominicana, en El impulso de escribir, uno de los 26 diálogos previstos en la agenda de Centroamérica Cuenta, junto a Joumana Haddad, del Líbano; Juan Gabriel Vásquez, de Colombia; Claudia Piñeiro, de Argentina; y Daniel Centeno Maldonado, de Venezuela.
Belli es autora de los poemarios Sobre la grama (1972), Línea de fuego (1978), Truenos y arcoiris (1982), Amor insurrecto (1984), De la costilla de Eva (1986), Poesía reunida (1989), El ojo de la mujer (1991), Apogeo (1997), Mi íntima multitud (2003), Fuego soy, apartado y espada puesta lejos (2006), Escándalo de miel (2011), En la avanzada juventud (2013), Eva advierte sobre las manzanas (2014), El pez rojo que nada en el pecho (2020) y Una mujer furiosamente piel (2020).
También las novelas La mujer habitada (1988), Sofía de los presagios (1990), Waslala (1996), El pergamino de la seducción (2004), El Infinito en la Palma de la Mano (2008), El País de las mujeres (2010), El Intenso calor de la Luna (2015) y Las fiebres de la memoria (2018).
En los géneros de ensayo, memoria y literatura infantil cuenta con El taller de las mariposas (1994), El país bajo mi piel. Memorias de amor y de guerra (2001), Rebeliones y revelaciones (2018), El Apretado abrazo de la enredadera (2019), El día que los árboles volaron (2019), Cuando floreció la risa (2017) y Luciérnagas (2022).
Gioconda Belli se pasó la vida protestando contra la injusticia del mundo, y lo hizo desde la alegría de sus versos. Y un día, hace tiempo ya, escribió en versos esta profesión de fe:
Y la tristeza me queda floja / como ropa que no me pertenece.
Pero hoy que las desmesuras del poder la han dejado sin patria, escribió el verso más triste de su vida:
No tengo donde vivir.