La novela Necropolitanos, de Jonás Sánchez, representa una audaz incursión en la literatura especulativa dominicana. Es un texto que desafía los límites convencionales de la narrativa contemporánea, expandiendo las posibilidades de la novelística nacional hacia territorios de riesgo, imaginación y visceralidad. La obra, rica en matices narrativos y visuales, nos introduce en un Santo Domingo posapocalíptico, devastado por un virus originado en Marte, donde los restos de humanidad intentan sobrevivir entre muertos vivientes, conflictos territoriales y los ecos de una guerra reciente entre Haití y la República Dominicana.
Desde sus primeras páginas, Necropolitanos construye un mundo lleno de complejidad y detalle. El mapa inicial, ambientado en el año 2533, sitúa a los lectores en una isla dividida en cuatro colonias tras la "Guerra de los 22 Años". Este recurso no solo sirve como introducción al escenario distópico, sino que establece un precedente visual para la trama, en la que cada rincón del territorio está minuciosamente descrito. Las ilustraciones de Markus Edjical complementan este esfuerzo, añadiendo profundidad a las escenas y enriqueciendo la experiencia lectora con cambios visuales como páginas negras que alertan sobre la intensidad de los eventos.
Jonás demuestra una maestría narrativa al evitar personajes que funcionen como simples accesorios. Cada figura en Necropolitanos tiene un propósito claro, y sus acciones afectan directamente el desarrollo del conflicto central. El protagonista, Dkan Leconte, encarna la lucha interna de un hombre que enfrenta tanto a los Montados —cuerpos poseídos por almas errantes— como a su propia moralidad en un mundo donde las certezas éticas han colapsado. A su lado, figuras como el comandante Santana, su hija Diana, Luperón, el doctor Lang, Tao Chang, entre otros contribuyen al dinamismo de la trama, cuestionando las nociones de humanidad, poder y supervivencia.
Uno de los aspectos más fascinantes de Necropolitanos es cómo amalgama ciencia ficción, elementos místicos y geopolítica. El virus que da origen a los Montados tiene raíces científicas, explicado como un subproducto de pruebas nucleares en Marte y su accidental contaminación de la Tierra. Sin embargo, a medida que la trama avanza, esta explicación se entrelaza con la necrociencia y el necrokalonji, un espacio alternativo habitado por almas ancestrales y demoníacas. Este cruce entre tecnología y espiritualidad dota a la novela de una profundidad conceptual que recuerda a autores como Philip K. Dick y Neal Stephenson.
El trasfondo histórico-político tampoco pasa desapercibido. La Guerra de los 22 Años entre Haití y República Dominicana no solo define las relaciones de poder en la isla, sino que también sirve como una crítica a los conflictos internos y las desigualdades que persisten en el Caribe. La construcción de CONAHU y sus colonias subterráneas refleja los intentos de reconstrucción humana tras la catástrofe, mientras que la resistencia de los haitianos ante el virus plantea interrogantes sobre la tecnología, el aislamiento y el liderazgo.
El desenlace de la obra es testimonio del alcance y la ambición de Jonás como narrador. Por ejemplo, la luz que se arroja sobre el nzambichip y su conexión con el necrokalonji subraya cómo la novela cuestiona la naturaleza del alma y el cuerpo en un mundo donde la tecnología permite la resurrección. Otro es el informe final a CONAHU emitido por el doctor Lang, es un llamado de atención desesperado, donde la extinción parece la única solución para contener el desastre. Estas reflexiones sobre la vida, la muerte y la ética en tiempos de crisis son uno de los grandes méritos de la obra y también una gran posibilidad de que se esté ampliando en lo adelante pues las partes finales dejan esa ventana abierta.
La combinación de texto, imágenes y diseño de página en Necropolitanos no solo enriquece la narrativa, sino que también desafía las expectativas del lector. Las páginas negras, las ilustraciones precisas y el glosario de términos —como antrópobots, Montados y hipertarjetas— crean un mundo que no se limita al texto, sino que trasciende hacia una experiencia inmersiva.
La narrativa de Necropolitanos se erige como un laboratorio literario donde Jonás explora las posibilidades más audaces de la forma narrativa. Destaca especialmente su elección del presente del indicativo combinado con la segunda persona, una estructura inusual y altamente exigente que pocos escritores se aventuran a emplear.
Narrar en segunda persona ya es, de por sí, un recurso poco convencional que desplaza al lector de su rol pasivo, convirtiéndolo en el protagonista implícito de la acción. Sin embargo, al optar además por el presente del indicativo, Jonás intensifica esta experiencia al situar al lector en una inmediatez ineludible. Cada acción ocurre frente a ti, cada decisión parece tuya, y cada consecuencia se siente como algo que te concierne de manera directa. Este doble reto técnico no solo exige un control excepcional de la estructura narrativa, sino también una comprensión profunda de la psicología del lector y su interacción con el texto.
Más allá de esta interesante combinación, Jonás se permite alternar estilos narrativos a lo largo de la obra, logrando transiciones fluidas entre registros líricos, introspectivos y otros marcadamente cotidianos. Esta variedad, lejos de fragmentar la narrativa, refuerza su carácter polifónico y potencia la riqueza semántica del texto. Cada elección estilística parece responder a una intención deliberada: crear una atmósfera envolvente que desafía las expectativas del lector mientras construye una obra literaria tan sorprendente como estructuralmente sólida.
Las ilustraciones de Necropolitanos, creadas por Markus Edjical, constituyen un aporte indispensable al entramado literario de la obra. Edjical, destacado artista visual y fundador de la Asociación Dominicana de Ficción Especulativa, establece un diálogo estético con la narrativa de Jonás, articulando a través de sus imágenes una simbiosis entre lo literario y lo visual que enriquece profundamente la experiencia del lector.
La labor de Edjical trasciende la función meramente ornamental de las ilustraciones. Sus composiciones capturan con precisión la atmósfera distópica y el misticismo que subyacen en la trama, integrando elementos simbólicos que amplifican las resonancias temáticas del texto. Las imágenes, cargadas de significados latentes, invitan al lector a participar en una lectura multidimensional, en la que lo visual actúa como una clave hermenéutica del texto escrito.
Cabe destacar que la sensibilidad de Edjical hacia los códigos estéticos de la ficción especulativa, combinada con su conocimiento del imaginario caribeño, resulta en una propuesta visual que no solo complementa, sino que expande las posibilidades interpretativas de la obra. Las ilustraciones, en su carácter evocador, construyen puentes entre el lenguaje y la imagen, transformando Necropolitanos en una experiencia transdisciplinar que redefine los límites de la narrativa contemporánea.
En un panorama literario a menudo anclado en lo convencional, Necropolitanos emerge como una obra disruptiva que redefine lo que puede ser una novela caribeña. Con su mezcla de ciencia ficción, crítica social y misticismo, Jonás no solo expande las posibilidades de la literatura dominicana, sino que también se posiciona como una voz imprescindible en la narrativa contemporánea. Esta novela no es solo una invitación a explorar un futuro distópico; es un desafío a reimaginar nuestra relación con la humanidad, el poder y la supervivencia.
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