Es la primera semana de Francisco en la ciudad de Albacete, Castilla La Mancha,  España, y ya observa una situación inusual para un Nativo de la Isla.

Javi de Javier, el amigo íntimo de su novia Columba,  tiene el privilegio de ser acariciado por su novia en la nuca, al estilo de los viejos amantes. Una distinción y una complicidad del alguien que comparte con otra persona algo más que conversaciones y buenas vibras.

O sea, entiendan, el carajo está sentado con la novia de Francisco y ella le acaricia en la nuca, aprovechando su ida al baño, coño, ¿no tá fuerte esa vaina?

La primera escena sucedió en el Bar El Torito, un garito en el centro de calle estrecha y de aire medieval.

Francisco, recién llegado de la Isla, cruzó el bar y le preguntó a quemarropa a ambos -Qué maldita vaina es con ustedes, maldita sea-

¿Qué dices , tío?, salta Columba. Ella no sabe lo que pasa.

-Eso mismo, lo que veo, por qué le acaricias el cuello al Javi-éste,

Hablamos en casa , ¿vale? afirma la muchacha conteniendo el mal humor.

– Vale nada, ¿okei? dime lo que hay con Javi ahora o me regreso a Santo Domingo. Esa vaina no va conmigo.

Javi, testigo de la conversación de la pareja, medio asustado , se levanta de la silla y dura varios segundos para responder.

-Oye , Panchi-

-No me llamo Panchi. Me llamo Francisco-

Vale, Francisco, acabas de llegar y hay cosas que desconoces. Columba y yo somos amigos de infancia, del cole, ¿vale? Además, soy gay . Estás muy alterado, tío, cálmate

Columba escuchó entre humillación y asombro la explicación de Javi. Salió del bar a fumar un Fortuna. Se sentía decepcionada. ¿Quién la manda a enamorarse de salvajes, nativos de la Isla? Algo dentro de ella le contradecía sus pensamientos. Buena pendeja, en la Isla no pensabas así. De salvaje nada, ¿te acuerdas? Mucha playa, muchas cervezas, paseos, muchas conversaciones,  etc. El etc. lo dejo a tu discreción, Columba.  No se puede ser tan hipócrita. Y ya saben, las voces interiores no fallan. Joden, pero casi siempre tienen razón.

La chica termina el cigarrillo. Hace frio. Decide entrar, aunque lo que tiene ganas realmente es de irse a su casa y dejar a Pancho en el bar peleando con sus demonios, con sus celos estúpidos, propios de los Nativos de la Isla.

En el Torito, los dos hombres conversan super estresados. Uno le reprocha la insultante cercanía con su novia y otro le reitera cuarenta veces más que son amigos del cole, hermanitos, de una intimidad sana y especial pese a las caricias y los mimos, que en España los amigos amigos se tratan así, aunque sean hombre y mujer y que siente mucho que, en su Isla , las relaciones humanas sean tan rígidas, cuadradas y cerradas.

Vete a la mierda, y tu también, Columba, vete a la mierda. La impaciencia y los celos dominan a Francisco. El exabrupto se escuchó hasta en los baños del bar.

Javi se acerca a una Columba espantada, casi al borde de un ataque de bofetadas en la cara del Nativo de la Isla.

Abraza por encima del hombro a Javi. Se queda mirando a Francisco por varios segundos que a él le parecieron siglos.  Abre la puerta del bar y ambos amigos salen a la noche fría.

El Nativo de la Isla se queda en medio del bar. Mira hacia la barra del bar y el termómetro registra adentro buena calefacción y en la calle está a 8 grados, o sea, un maldito friazo.

Un friazo que pondría los testículos de Francisco como dos pasas de ciruela,  dos habichuelitas negras. Se sienta en una de las butacas. No sabe que hacer. Una mano blanca le pasa una cerveza San Miguel.