Una mujer de vida disipada ⸺como se decía⸺, que vive del comercio de su cuerpo, pasa aquí por el filtro del Naturalismo, que se recrea primero en la descripción de su belleza, para ensañarse después en su descomposición moral y física. Me refiero a Nana, publicada en 1882 por Emile Zola. La obra forma parte del ciclo de veinte novelas en las que el autor dibuja la saga familiar de los Rougon-Macquart, y nos instala en el clima de decadencia moral de la sociedad burguesa durante el II Imperio, en Francia.

El autor busca en Nana la alegoría de la mujer para mostrar la descomposición de una sociedad, la falsedad y la simulación tras la que se ocultan vicios y obscenidades en las relaciones amorosas. La hermosura de una joven de dieciocho años despierta apetitos desatados en los hombres. La joven, en pleno reinado de Napoleón III, reúne a su alrededor una jauría de notables, príncipes, funcionarios, banqueros, comerciantes, que estafan, prosperan y se arruinan, inconscientes de la amenaza de la guerra que se cierne sobre el país.

Hija de una lavandera y de un padre alcohólico, Nana se convierte en estrella del teatro de variedades; pero no posee talento para el canto ni para la danza ni la interpretación. Sin embargo conquista la ciudad de París y a los hombres trastornados por el erotismo que emana de su cuerpo joven, de su gestualidad provocadora. También a las mujeres que la imitan y que, en la clandestinidad, participan del comercio sexual de aquellas mujeres de las clases populares.

Al teatro de variedades acuden gentes de todas las clases sociales que se mezclan y vibran con el espectáculo de una belleza descarada, que despierta oscuros apetitos en hombres y mujeres. El narrador juega con las palabras “teatro” y “burdel” para dar a entender que son lo mismo, pues allí se subasta la carne de las jóvenes intérpretes. Los hombres que las rondan son descritos como una jauría de bestias al asecho de hembras que no están en celo, y están dispuestos a dar lo que les pidan para satisfacer sus caprichos.

Desde el determinismo ambiental, de Taine, y la interpretación de las teorías evolucionistas de Darwin, Zola muestra a la mujer animalizada y cosificada. Tratada como una mercancía costosa, Nana es vulgar, frívola, despiadada e inconsciente, pues abandona al hijo y lo deja morir sin atender sus necesidades; a la vez, esclaviza a los hombres y se deja maltratar por el chulo que elige de marido, cuando intenta abandonar la vida de cortesana. Ni artista, ni esposa, ni cortesana, ni prostituta, el destino de Nana es rodar por una pendiente hasta su aniquilación, comida por la viruela que mancilla su belleza.

En una sociedad degradada, el dinero no le ayuda a Nana a salir de la pobreza, quizás por su escaso valor frente a la dignidad y la virtud. Nana dilapida fortunas obtenidas mediante la especulación en la bolsa o en la compraventa de bienes. La riqueza en su medio no es el resultado del trabajo y del esfuerzo. De la misma manera, el patrimonio de los amantes se esfuma en manos de una cortesana.

Emile Zola.

Desde el Naturalismo, Zola intenta explicar la patología de un personaje como Nana. Por herencia o atavismos, ella es también resultado del medio en el que nace. Esta hija del arroyo es prostituida desde la infancia y no podrá superar las circunstancias familiares, ya que caerá nuevamente en los vicios y en la degradación. Nana arrastra con ella a los Muffat y a los Chouartd, al banquero Steiner, al provinciano La Faloise, al joven Felipe Hugon, que acaba robando para satisfacerla, y a su hermano menor, Jorge, quien acaba suicidándose.

La mujer humilde es aquí víctima de sus circunstancias, pero las grandes familias burguesas son, a su vez, víctimas de sus vicios, de la frivolidad y la simulación en las que caen por la falta de sólidos valores morales. Las novelas de Zola causaron tanto impacto en España que fueron prohibidas y postergada su publicación. Sin embargo, la estética del Naturalismo tuvo importantes imitadores, como Emilia Pardo Bazán, que elogió los planteamientos teóricos de Zola y se valió de ellos en novelas como La madre naturaleza. Claro que el propio novelista francés se refirió a la Pardo Bazán, comentando que era quien más lo defendía en España y se lo agradecía mucho, aunque estaba estupefacto ya que la sabía católica militante, “indudablemente el naturalismo de esa señora es un naturalismo puramente literario”. Aquí Zola se equivocaba, porque la literatura no es la vida, sino el truco de su apariencia.

Consuelo Triviño Anzola en Acento.com.do

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