Revolución Francesa           

Fue en la Revolución Francesa cuando las mujeres europeas comenzaron a tomar el estandarte de los reclamos por la igualdad social y marcharon en Versalles bajo el lema "libertad, igualdad y fraternidad".  En sus trabajos la diferencia de género era fatal: cobraban la mitad que los hombres simplemente por ser mujeres. 

En realidad, esos años de la Revolución Francesa  fueron los cimientos de los reclamos por los derechos políticos que las consagraron como ciudadanas. Un importante logro fue la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, redactada por Olympe de Gouges en 1791  (pseudónimo de Marie Gouze, escritora y heroína francesa que reivindicó la igualdad de derechos entre hombres y mujeres en el marco de la Revolución Francesa, por lo que es considerada una precursora del moderno feminismo).

El texto contentivo en la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana es uno de los primeros documentos históricos que propone, entre otras demandas, la igualdad de derechos o equiparación jurídica y legal, y derecho a votar. Puesto que gran parte de su contenido sigue vigente, transcribo, a título de recordación, algunos párrafos correspondientes al Preámbulo: 

Las madres, hijas, hermanas, representantes de la nación, piden que se las constituya en asamblea nacional. Por considerar que la ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos de la mujer son las únicas causas de los males públicos y de la corrupción de 105 gobiernos, han resuelto exponer en una declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados de la mujer a fin de que esta declaración, constantemente presente para todos los miembros del cuerpo social les recuerde sin cesar sus derechos y sus deberes, a fin de que los actos del poder de las mujeres y los del poder de los hombres puedan ser, en todo instante, comparados con el objetivo de toda institución política y sean más respetados por ella, a fin de que las reclamaciones de las ciudadanas, fundadas a partir de ahora en principios simples e indiscutibles, se dirijan siempre al mantenimiento de la constitución, de las buenas costumbres y de la felicidad de todos.

Mas, fue a mediados del siglo XIX cuando se reivindicó a las mujeres en posición de igualdad  con respecto al hombre, gracias a su participación en  el movimiento obrero. Sus reclamos tomaron más fuerza: no más opresión laboral, familiar y social.

He de precisar que el libro El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, escrito por Friedrich Engels en el año 1884, ha jugado un papel preponderante en la lucha reivindicativa de la mujer. En realidad, se trata de uno de los libros más influyentes de la historia: fuente inagotable de sabiduría; lectura imprescindible para entender el pasado y comprender el presente.

El feminismo

En las últimas décadas, empero, con las desviaciones propias de un movimiento social que fue reducido al término “feminismo”, con su secuela de vicios impuestos por los sectores  propiciadores del oscurantismo, han entrado en juego propuestas anarquistas que han alterado incluso a los más ortodoxos: separación entre la sexualidad y la reproducción, maternidad libre, liberación femenina, libertad sexual y, entre otras cosas, métodos anticonceptivos artificiales.

Hoy, el feminismo llamado de la tercera ola o radical, exige la igualdad de hombres y mujeres, y se promueve los derechos de la mujer sobre su cuerpo.

Simone De Beauvoir publicó en 1949 El Segundo Sexo, donde esbozó su máxima: Mujer no se hace, se nace. Posteriormente (1970) le seguiría Kate Millet, quien afirmó que no existe disparidad intelectual y emocional entre los sexos.

En esta etapa es donde aparece la teoría Queer, que rechaza la clasificación de los individuos en categorías universales y fijas. ¡Atención!: la identidad sexual ahora es producto de una construcción cultural y no parte de un determinismo biológico.

Hoy, a pesar de los logros alcanzados con la aparición y desarrollo de los distintos regímenes sociales, la situación de la mujer sigue siendo prácticamente la misma, no solo en cuanto a su escasa presencia protagónica en la dirección de los estamentos de la sociedad, sino también en el arte.

Por eso, debemos aunar esfuerzos y voluntades para conquistar metas que nos permitan crecer en una sociedad libre de exclusión y opresión, y libre de prejuicios contra la mujer. Entonces, el arte alcanzará su real dimensión y será patrimonio de todos.

Sigamos el ejemplo de Nusi Orsino, la joven del cuento “La Bailarina Aidyn”, del escritor y periodista Gustavo Olivo Peña, que recién comenté en Acento.

Haffe Serulle en Acento.com.do