En su exposición crítica contra Miguel Ángel Muñiz, exjefe militar del Movimiento Popular Dominicano (MPD, el autor del libro “Morir en Bruselas”, Pablo Gómez Borbón, afirma que los hechos, en contraposición a las opiniones, las cuales calificas de subjetivas, constituyen acciones objetivas o comprobables “independientes del observador”. Por ello, Ángel Muñiz le restó, en parte, calidad histórica al contenido de la investigación.
En ese sentido, el escritor recurre, para descalificar los juicios del ex alto dirigente del MPD, a que la esencia de su libro es totalmente fática, y, por lo tanto, al margen de las ideologías, usurpadoras, según el investigador, de la verdad. En consecuencia, el autor de marras propone un modelo interpretativo de los hechos excluyendo el sujeto-observador, figura crucial en la física cuántica, como artífice modificador de la realidad.
Ahora bien, ¿podríamos prescindir o eliminar, en búsqueda de la verdad, el entrelazamiento del sujeto-observador con los hechos y acciones que el mismo describe, explica o investiga? ¿Qué elementos subjetivos podrían determinar la divergencia interpretativa respecto a un mismo experimento científico, o acerca de la misma “información factual” de los eventos históricos? ¿Usurpan las ideologías, tal como lo sugiere el señor Gómez Borbón, “el lugar de la verdad”? O por el contrario, ¿conforman las ideologías, intrínsicamente, la verdad de los hechos? Pero, en última instancia, ¿cuál verdad?
En ese tenor, el Ministerio de Salud Pública cataloga el origen de la leptospirosis como una enfermedad grave “causada por una bacteria que podría encontrarse en la orina y en las heces fecales de ratas, caballos, perros, vacas, cerdos y otros animales”. Sin embargo, ¿por qué no apuesta dicho ministerio a la desigualdad social como la auténtica fuente de la mencionada dolencia? Así las cosas, las élites del poder o sus representantes tienden a interpretar los males sociales basándose en los efectos como derivados del azar, y no de las causas verdaderas, resultantes del vigente modelo ideológico, social, económico y político neoliberal, generador de la miseria integral de la mayoría de los munícipes dominicanos.
De igual manera, en cuanto a los acontecimientos históricos, es de índole común encontrar incorporado, mediante malabarismos verbales, el pensamiento colonialista a los textos de la enseñanza pública. En la alocución “Nicolás de Ovando sometió a la obediencia a los cacicazgos de Jaragua e Higuey”, los vocablos sometió y obediencia, en el contexto de la conquista y colonización del continente de Abya Yala, constituyen conceptos eufemísticos o herramientas ideológicas no solo para interpretar, describir o explicar, los hechos acaecidos, sino también para justificar la hecatombe que llevó a cabo en dichos predios el conquistador español Ovando. ¿Quién debió someter u obedecer a quién? Asimismo, ¿por qué interpretar como “daños colaterales” y no como crímenes de guerra las matanzas ordenadas por los poderes de las sombras, a pesar de las “pruebas verificables y objetivas” en términos de los artefactos explosivos arrojados contra poblaciones inocentes? En este mundo paralelo, los principales medios de información españoles, recientemente, anunciaron la “evacuación” por parte de Ucrania del regimiento de Azov, cuando el mismo hecho fue, objetivamente, la “rendición” de dichas tropas atrincheradas en la acería Azovstal.
Por otra parte, Pablo Gómez Borbón apela, rechazando el criterio de Ángel Muñiz, a la calidad o seriedad del jurado que escogió su obra para que ganara el Premio Nacional Feria del Libro Eduardo León Jimenes 2022. Apreciación enteramente irrelevante, ya que la comisión evaluadora igualmente está sujeta, inexorablemente, como todos los seres pensantes, a la “subjetividad de las opiniones”. Y ello así, en virtud de que los sucesos no existen simplemente como tales, sino, más bien, como la interpretación de éstos, consciente o inconscientemente, a la luz de una determina creencia o ideología.
Importante: las observaciones objetivas están sujetas a los modelos mentales que de la realidad o de la praxis social describen esas observaciones. De ahí que la ideología y la verdad a las cuales servimos debe ser nuestra preocupación fundamental, y no, necesariamente, a la cuestionada confusión o “vicios lógicos” entre los hechos y las opiniones de que habla el autor de “Morir en Bruselas”.